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Con 29 años, Mijaíl Bakunin escribía desde París a su hermano Pablo, desarrollando hermosos párrafos acerca de la concepción del amor libre y certeras críticas a la posesión afectiva, «Querer, al amar, la dependencia de aquella persona a la que se ama, es amar una cosa y no un ser humano», añadía el joven ruso posterior fundador del colectivismo anarquista. En 1845 Mijaíl Bakunin aún no constituía un pensamiento anarquista plenamente desarrollado, sin embargo, sus palabras se teñían intensamente del amor a la libertad que años más tarde conformó la esencia del pensamiento del socialismo revolucionario bakuninista sobre el cual el movimiento anarquista mundial sentó las bases. Tomado del Libro «Conversaciones con Bakunin», compilación a cargo de Arthur Lehning, Editorial Anagrama. Es un fragmento de la carta original (N&A)




Sabemos por Kropo­tkin que Bakunin ejerció una enorme influencia sobre personas destacadas de su época como Wagner, George Sand o Aleksandr Herzen y Nikolái Ogarev, escritor y periodista. Hoy es difícil saber si era acertada esta visión de Kropotkin sobre la arrebatadora personalidad de Bakunin. En todo caso, estamos ante un filósofo que se caracterizó por dar gran relevancia a la libertad, tanto en lo social como en lo personal. La libertad permitía actuar según los dictados de la propia voluntad, lo cual derivaba en soberanía individual, es decir, en el poder que cada persona debía preservar sobre su presente y su destino. Bakunin consideraba que el ser humano nunca era un medio, sino un fin en sí mismo, que tenía el derecho inalienable de buscar la verdad a través de la libertad. Para consolidar esa idea de libertad era necesaria la muerte de lo absoluto, es decir, de cualquier principio superior, fuera éste Dios, el rey, el Estado, la nación, o, por qué no tomarme la licencia de incluirlo por su nombre, el patriarcado.

Bakunin apostó con decisión por la soberanía individual, la emancipación de la mujer y contra la discriminación por razón de sexo, desarrollando una dura crítica a la legislación que legitimaba el matrimonio monógamo y la familia burguesa. No fue un heterodoxo en su vida amorosa y de pareja, aunque la carta que escribió a su hermano Pablo (1845), siendo un treintañero, nos muestra a un hombre vehemente



París, 29 de Marzo de 1845

Mijaíl Bakunin

a su hermano Pablo


Amo, Pablo, amo apasionadamente; no sé si puedo ser amado como me gustaría serlo, pero no desespero; sé al menos que tiene mucha simpatía por mí; debo y quiero merecer el amor de la que me ama, amándola religiosamente, es decir activamente; ella está sometida a la esclavitud más terrible e infamante; y yo debo liberarla luchando contra sus opresores y encendiendo en su corazón el sentido de su propia dignidad, suscitando en ella el amor y la necesidad de la libertad, los instintos de la rebelión y la independencia, recordándole a ella misma sus sentimientos acerca de su fuerza y sus derechos. Amor es querer la libertad, la independencia total del otro, es este el primer acto de amor verdadero; es la emancipación completa del objeto al que se ama; verdaderamente no se puede amar más que a un ser perfectamente libre, independiente no solamente de todos los demás sino incluso y sobre todo de aquel de quien es amado y a quien se ama. Esta es mi profesión de fe política, social y religiosa, éste es el sentido íntimo no sólo de mis acciones y mis tendencias políticas, sino hasta donde puedo de mi existencia particular e individual; porque el tiempo en el que estos dos tipos de acciones podrían ir por separado está ya muy lejos; ahora el hombre quiere la libertad en todas las acepciones de esta palabra, o no la quiere. Querer, al amar, la dependencia de aquella persona a la que se ama, es amar una cosa y no un ser humano, pues el hombre solamente se distingue de la cosa por la libertad; y si el amor también implicara la dependencia sería lo más peligroso y lo más infamante del mundo, porque reaviva entonces una fuente inagotable de esclavitud y embrutecimiento para la humanidad. Todo lo que emancipe a los hombres, todo lo que al hacerlos entrar en sí mismos suscita en ellos el principio de su vida propia, de una actividad original y verdaderamente independiente, todo lo que les da la fuerza para ser ellos mismos, todo esto es verdad; todo lo demás es falso, liberticida, absurdo. Emancipar al hombre es la única influencia legítima y bienhechora. ¡Abajo todos los dogmas religiosos y filosóficos, no son más que engaños! La verdad no es una teoría sino un hecho, la vida misma, es la comunidad de los hombres libres e independientes: es la unidad del amor que surge de las profundidades misteriosas e infinitas de la libertad.




Bakunin defendió las uniones libres o, como él lo definió, el matrimonio natural basado exclusivamente sobre el respeto humano y la libertad de dos personas (…) que se aman