
Luis Suárez no era “el 9”, sino sólo uno entre 18... Al principio, Cauteruccio y Fornaroli tenían más potencia; pero el “Salta” metía los goles difíciles y “distintos”.

Dudas.
Según la visión quizá más directa y/o personalizada de Alejandro Garay, que en 2001 era el técnico de la Séptima, sin embargo, "los goles distintos los hacía él, los goles difíciles los hacía él, se peleaba por hacer goles"; aunque con una salvedad: "Con Wilson Píriz y Luis Espósito, mis colaboradores más cercanos, analizábamos esa generación, y ellos estaban convencidos que Luis iba a llegar, mientras yo tenía algunas dudas por la contención familiar, más que nada: la mamá trabajaba de doméstica y él era medio autónomo, se mandaba él, estaba todo el día solo con sus hermanos; eso sí, siempre tenía presente a la mamá, y yo percibía que tenía como estampado en la piel eso de hacerse cargo de sus hermanos, era un chiquilín que estaba siempre pendiente de la responsabilidad de cargar con sus dos hermanos".

Captadores.
Al fin y al cabo, el leve matiz que hay entre el contenido del "revisionismo histórico" de cada uno de los expertos, quizá, en parte surge por la misma razón que hay datos precisos de que en 2000 Suárez llegó a la Séptima desde el baby fútbol de Nacional, donde estaba hacía dos años después que los observadores tricolores lo descubrieron en el Urreta, pero es difuso el rastro de las huellas que dejaron quienes lo captaron: sólo una mayoría de las pistas apuntan a que en su traspaso a Nacional tuvieron algo que ver Luis González y Nil Chagas.
En una palabra: nadie se fijaba especialmente, porque no había razones, en Luis Suárez. Además, como hoy recuerda Enríquez, "ese año entraron a Séptima los de la categoría 87, y con Luis entraron Cauteruccio, Fornaroli, Pablo Caballero, el Bocha Cardacio… un grupo muy bueno, que fue campeón en Séptima, Sexta, Quinta y Cuarta"; y, por si fuera poco, según el ex coordinador tricolor, "Luis era muy pícaro, el de las bandideadas en el ómnibus, el que hacía más chistes, el que tiraba los papeles, el que gritaba por la ventanilla para afuera, el de los más jodones, y desprolijo para comer: papas fritas, Coca Cola, bolsas de bizcochos… pero era un delantero normal. En Séptima, él siempre estaba dentro del grupo de los 18, no era el N° 9. En Sexta empezó a jugar un poquito más y en Quinta, sí: ahí Luis hizo un click en su físico, entre los 16 y 17 años pegó una estirón importante, ya no era tan endeble, ya podía con la pelota cuando la llevaba, y emparejó un poco, con otras cualidades: más definidor, menos jugador; aunque seguían teniendo más potencia Cauteruccio y Fornaroli. La prueba está que hubo un campeonato de Quinta o de Cuarta en el que Cauteruccio hizo 54 goles y Fornaroli 50. Los goleadores eran ellos, no Suárez; Luis alternaba".
Desprolijo.
Igual, por lo mismo que Enríquez apunta que en las formativas "la visión de los entrenadores es que si no tenés físico, pero tenés buena definición y sos pícaro, entonces tenés algo", es que para Garay hay una anécdota de aquella Séptima que marca cómo era Suárez: "Yo peleaba contra la idiosincracia de los dirigentes de querer ganar todo, porque el arreglo había sido que yo me encargara de la formación, así que a Luis, que era muy jodón y algo desprolijo afuera de la cancha, lo tenía a rienda corta, y cuando llegó un partido definitorio contra Wanderers, no lo puse, lo dejé en el banco. Íbamos 0 a 0… 0 a 0… y él tenía hormigas en el traste, me tocaba y me decía como en secreto: Pelado, poneme… pelado, poneme; ¿querés ganar? Poneme Hasta que le digo: Bueno, ta´… te voy a poner, y si hacés un gol de chilena te pago un chivito gold de Tres Cruces. Este animal entra, se apoya con Fornaroli a un costado, Fornaroli tira un centro, y hace un gol de tijera. ¡Para qué! Vino corriendo hacia donde estaba yo y me señalaba, y los de afuera creerían que vino a gritarme el gol y putearme porque lo había dejado en el banco; pero él lo único que me decía era: ¡Me vas a pagar el chivito, me vas a pagar el chivito! ¡Y lo real es que nunca le pagué el chivito ni nada!
Aún así, en 2005 Suárez subió a Primera División sin ser el máximo goleador de la historia en las juveniles de Nacional , sino el cuarto. Mitad lo que veía Garay y mitad lo que veía Enriquez: hasta ahí, un delantero distinto, pero no tanto.

"No se podía aguantar, ¡la amaba!"(Por Alejandro Garay - Primer técnico de Suárez en Nacional)
A Luis lo tomé en 2001, en Séptima. Había compañeros suyos que cuestionaban la política del club y decían "acá nunca te ponen", "en Danubio los ponen, en Defensor los ponen (a los juveniles en Primera División), y acá siempre traen jugadores", porque la política deportiva de Nacional empezó a cambiar a partir de 2000, con el proyecto de Daniel Enríquez; pero Suárez, no: él ya estaba convencido de que iba a jugar en el Primero de Nacional. Me acuerdo que competían, sanamente, con Fornaroli, con Caballero, con Cauteruccio, con Cardaccio, a quién iba a llegar a jugar primero (en el equipo principal). Eran muy competitivos, hasta en eso; y lo bueno es que esa actitud se notaba en la cancha. Conmigo, esa generación fue campeona en Séptima, y batió el récord de goles a favor: hizo 52 Cauteruccio y 48 entre Fornaroli y Suárez. La pelota era la defensa de Luis, el argumento con el que él se sentía seguro adentro de la cancha. Afuera era inseguro; pero adentro, la pelota era todo para él, la amaba. Cuando hacíamos trotar al plantel alrededor de la cancha, yo corría una de las pelotas del medio para el costado a propósito, la dejaba ahí, como al descuido, y les apostaba una Coca o un alfajor a mis colaboradores: "A que Luis rompe la fila y va y la patea"; y ganaba: cuando llegaban cerca, ¡él iba, se apartaba del grupo y la pateaba! No se podía aguantar y, como los demás, seguir de largo. ¡La amaba!
