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"Gracias a Dios soy ateo". Esta fue la frase que durante muchos años se le adjudicó de manera burlona a quienes se declaraban contrarios a cualquier tipo de profesión de fe o de adhesión a confesiones religiosas. En los tiempos actuales, muchas de estas personas esgrimen otro tipo de frases con sustentos que no permiten una ridiculización similar a la del comienzo de este artículo, porque seguramente dirán que su condición incrédula es gracias a Darwin, o que cambiaron de manera de pensar gracias a la ciencia y en no pocos casos que su cosmovisión es gracias al espíritu de libertad total que se respira en todo el mundo.

Cualquiera que sea el fenómeno, la disciplina o la persona a la que se dé gracias, lo cierto es que está creciendo de manera exponencial el número de quienes se declaran ateos, o al menos agnósticos, incluso en países que tradicionalmente han descollado por su condición teísta, bien sea desde el Catolicismo o bien desde el Cristianismo protestante en sus ramas anglicana y evangélica. Los ateos están “saliendo del clóset”, igual que ha ocurrido con los homosexuales y las lesbianas, y esta aseveración se oye hasta en labios de quienes son considerados como los abanderados del ateísmo en el mundo, como en el caso del británico Richard Dawkins, autor del libro “El Espejismo de Dios”. Un fenómeno que ha disparado las alarmas en las comunidades de creyentes que ven desfilar a un mundo “de espaldas a Dios”, mientras sacerdotes, predicadores y evangelistas se esfuerzan por encontrar nuevas y mejores formas de “mostrar a Dios” y los teólogos y apologistas refuerzan argumentos para enfrentar viejos conceptos o teorías de nuevo cuño que llegan desde la ciencia y la filosofía.

Pero no solamente algunos postulados científicos o filosóficos sirven de disculpa a quienes de algún modo han abandonado a Dios. “Hoy en día, más que en cualquier otro momento de la historia, hombres y mujeres responden a las tragedias personales dándole la espalda a Dios y tratando de caminar por la vida por su cuenta”, advierte con no poca preocupación el teólogo y evangelista Luis Palau en su libro ¿Dónde está Dios cuando sucede algo malo? Un motivo de cambio que no es nuevo si se recuerda, por ejemplo, que muchos renegaron de Dios ante la muerte de miles de jóvenes norteamericanos en Vietnam. Y para asombro de quienes veneran a Charles Darwin como alguien que hizo todas sus investigaciones y formuló todas sus conclusiones sin siquiera pensar en un ser superior, el investigador David Masci, del Pew Forum on Religion and Public Life de los Estados Unidos, entregó el año pasado un estudio en el cual dice que de acuerdo con sus cartas, Darwin no perdió la fe a raíz de sus descubrimientos científicos sino por el dolor que le ocasionó la pérdida de su hija predilecta, de diez años de edad, en 1851.

Otra causa del abandono de Dios es el humanismo extremo que ha contagiado a toda Europa -y que ha tenido algunos reflejos en América Latina-, con la proclamación de una libertad absoluta del ser humano para pensar, sentir, actuar o decidir. La promoción de esta postura ha venido, quizás, como consecuencia de la obra de Dawkins, quien aboga en su libro por una nueva militancia que defienda el derecho de las personas a expresar libremente el hecho de no creer en Dios. Las teorías de este zoólogo han llevado a movimientos que son considerados en algunos círculos como extravagantes, entre ellos la campaña del “bus ateo” diseñada por un grupo de humanistas ingleses que se dieron a la tarea de fijar en los autobuses este aviso: Probablemente Dios no existe; así que deja de preocuparte y disfruta tu vida. La campaña se extendió a Francia y a España y recientemente llegó a México y Brasil.

Esta es sólo una muestra de las numerosas manifestaciones públicas de los modernos ateos. En Gran Bretaña abrió recientemente un campamento de verano, que se realizará todos los años, con la idea exclusiva de adoctrinar a los niños que son hijos de padres ateos. Y tiene una advertencia: Prohibida la entrada de Dios. No menos curiosa, por lo contradictoria, es la publicación en Colombia de un Manual de Ateología, que recoge escritos de periodistas, abogados, tecnólogos y otros profesionales, algunos de los cuales han sido vistos varios domingos en misa, por lo que muchos deducen que ciertos personajes posan de ateos simplemente por “estar a la moda”. Y en Argentina se realizó un Congreso Internacional de Ateísmo, uno de cuyos organizadores señaló que dejar de creer en Dios debe ser como salirse de un equipo de fútbol para ingresar a otro.

La nueva moda del ateísmo plantea renovados debates, especialmente con el cristianismo. Así como aparecen estos grupos de humanistas, agnósticos y ateos, crece el número de científicos que confiesan públicamente su fe en Dios, o por lo menos su creencia en un Pensamiento Superior o en una Fuerza Creadora, o en un Diseñador Inteligente. A manera de ilustración, incluimos una referencia breve a científicos de épocas pasadas y de la actualidad que se declaran creyentes. También algunos “tips” tomados de diversos foros y de las reacciones que han provocado los nuevos exponentes del ateísmo, publicados la mayoría en Internet que, a propósito tiene una amplia gama de espacios sobre el tema:

El teólogo de Oxford y doctor en biofísica Alister McGrath, promotor de la «teología científica» ha acusado a Dawkins de ser un ignorante acerca de la teología cristiana, y de caracterizar falsamente a la gente religiosa en general. McGrath afirma que Dawkins se ha hecho famoso más por su retórica que por sus razonamientos, y que no existe una base clara para la hostilidad de Dawkins hacia la religión.
Considerado hasta 2004 el filósofo ateo más férreo e influyente del mundo, Antony Flew acepta ahora la existencia de Dios. En su libro Hay un Dios: Como el ateo más notorio del mundo cambia de parecer, dice que su cambio se debe a que “recientes investigaciones científicas sobre el origen de la vida y el ADN revelan la existencia de una “inteligencia creadora”.
La disputa entre cristianismo y ateísmo no es, pues, un enfrentamiento entre fe y ausencia de ella, sino entre dos tipos de fe opuestas entre sí. Ambas son indemostrables, pero el peso de la evidencia favorece al cristianismo por lo cual la decisión de creer no puede calificarse como absurda, carente de fundamento, u opuesta a la razón. (En Face Book, Razones para la fe).
El rechazo de la religión en general guarda relación con el rechazo de la religión institucionalizada, el rechazo del cristianismo con el rechazo de la cristiandad, el rechazo de Dios con el rechazo de la Iglesia” (Hans Küng).
El ateísmo es, pues, una necedad y no el resultado de una avanzada intelectualidad, siendo en muchos casos el producto inconsciente y no reflexivo de una contaminante y ominosa atmósfera de ateísmo o indiferencia religiosa que se comienza a respirar en la familia y que se continúa haciendo al integrarse a las patológicamente secularizadas sociedades de hoy. En contados casos es el producto consciente de una traumática experiencia dentro de alguna de las diferentes tradiciones religiosas institucionales u organizadas contra la cual se reacciona negando al Dios al que esa tradición dice representar (En Face Book, Razones para la fe).
Yo sí creo en Dios, digan lo que digan. Yo si lo oigo, lo siento, lo veo. Y así como yo, muchos más lo hacen, no estoy sola. Que pongan sus anuncios, que hagan lo que quieran, pero al final de sus vidas, siempre dirán ¿eso era todo?, ¿no hay más? Solo los que creen en Dios, saben que si lo hay.

Científicos creyentes


Hoy día, más de la mitad de los científicos norteamericanos cree en Dios, mientras que la otra mitad se declara no creyente.

David Masci, investigador del Pew Forum on Religion and Public Life de Estados Unidos, afirma en un artículo reciente que más de la mitad de los científicos estadounidenses cree en Dios o en un poder superior.

Masci señala que, un siglo y medio después de la publicación de “El origen de las especies” de Charles Darwin, la inmensa mayoría de los científicos ha aceptado la teoría de la evolución darwiniana como base esencial para la comprensión del desarrollo de la vida en la Tierra.

Una encuesta realizada para la American Association for the Advancement of Science (AAAS) por el Pew Research Center en mayo y junio de 2009, concretamente un 51% de los científicos norteamericanos afirmó creer en Dios o en un poder superior, mientras que el 41% restante se declaró ateo.

En Estados Unidos, entre los científicos hay 21% protestantes, y 10% católicos.

Los científicos más jóvenes (de entre 18 y 34 años) tienden más que los científicos mayores a creer en Dios o en un poder superior.

Algunos científicos creyentes en la historia:

Albert Einstein reconoció su humilde admiración hacia un espíritu superior e ilimitado. Afirmaba que “el hombre de ciencia tiene que ser profundamente religioso”. Decía con frecuencia: “La Ciencia sin Religión es coja, y la Religión sin Ciencia es ciega”

El físico británico Chris Isham, experto en cosmología cuántica, al analizar la realidad de una singularidad, demostrada matemáticamente, expresa su convicción: “No hay duda de que la existencia de este punto singular invita a la idea de un Creador”

El astrónomo norteamericano Harthaway ha dicho: “El cosmos es un vasto conjunto de creación y orden. Esta creación y este orden sólo pueden ser debidos a dos causas: o a una casualidad o a un plan. Pero cuanto más complejo y difícil es un orden, más remota es la posibilidad de que sea casual”.

“Toda la historia de la ciencia ha consistido en una comprensión gradual de que los hechos no ocurren de una forma arbitraria, sino que reflejan un orden subyacente” son palabras de Stephen W. Hawking en su libro Historia del tiempo »


A.C. Morrison, Presidente de la Academia de Ciencias de Nueva York, publicó un libro titulado El hombre no está solo, que batió todos los records de venta en el mundo entero. “Apoyándonos en leyes matemáticas irrefutables, hay que llegar a admitir que el Universo, necesariamente, ha sido ideado y hecho por una Inteligencia Superior”.

C. Rubbia, Premio Nobel de Física, dice: “Hemos descubierto una precisa imagen de nuestro mundo. Para mí está claro que esto no puede ser consecuencia de la casualidad. Hay evidentemente alguien haciendo las cosas como son”.