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La música electrónica:
Puede incluso elevar en varios grados la temperatura corporal , retarda las principales funciones orgánicas (ritmo cerebral, circulación, respiración, digestión y metabolismo) incrementa el tono y la energía muscular; modifica el sistema inmunitario; altera la actividad neuronal en las zonas del cerebro implicadas en la emoción, e incrementa la resistencia para el trabajo y para las actividades de alto rendimiento.



La M.E (Música Electrónica), al igual que la música comercial es un producto industrial que únicamente persigue la complacencia de las demandas del mercado.

La M.E de consumo masivo es uno de los instrumentos de persuasión oculta más eficiente. Es monótona y con un bajo rítmico acompañado de escasos acordes que se repiten de principio a fin. Sus ritmos perpetuos producen frecuentemente una excitación corporal que puede llegar hasta la embriaguez, provocando un desdoblamiento de la personalidad (sin la validez social que esto aporta a la ritualística). Estos ritmos muchas veces van acompañados por cantos que expresan ideas, sentimientos o estados anímicos negativos, causando desequilibrio nervioso en el estado físico y mental del joven, dando como resultado una verdadera ebriedad, con exaltación de los sentidos y de la imaginación. La personalidad se transforma y se mimetiza con la de los compañeros y la de los espectadores, y en consecuencia, el individuo se convierte en un simple elemento de una entidad colectiva; en una partícula de una multitud en estado de embriaguez. Esta "música" convierte a los oyentes que se prestan a ello, a los jóvenes principalmente, en autómatas, porque en ese momento se paraliza el proceso mental de la conciencia. Llegados a este punto, son fácilmente conducidos al sexo inconsciente e irresponsable, al alcohol, a la droga, etcétera. Si a esto agregamos que la intensidad del sonido que prevalece en los sitios a donde las multitudes acuden a consumir esta "música" se eleva 20 decibeles por encima del límite de tolerancia del oído humano, el resultado es un asalto deliberado y directo hacia la integridad de la persona. El fin perseguido es exaltarla y paralizar su conciencia, sumergiéndola en un océano sonoro; de nuevo, con fines puramente comerciales y enajenantes.

CONTAMINACIÓN SONORA.



El alto volumen al que es consumida la M.E daña seriamente nuestra capacidad auditiva y ejerce una influencia negativa en nuestro organismo, propiciando graves trastornos. Estos perjuicios van desde daños puramente fisiológicos, como la conocida pérdida progresiva de la audición, hasta los psicológicos, al producir una irritación y un cansancio que provocan disfunciones en la vida cotidiana, tanto en el rendimiento laboral como en la relación con los demás. La lista de posibles consecuencias de esta contaminación acústica es larga: Individualmente provoca dolor de cabeza, problemas de estómago, alteración de la presión arterial y del ritmo cardíaco; vasoconstricción, depresión del sistema inmunológico y alteración de los niveles de segregación endocrina; irritabilidad, cansancio, estrés y perturbaciones del sueño, que conducen a conductas agresivas, dificultades para la comunicación, problemas mentales y estados depresivos, disminución del rendimiento y de la concentración, etcétera, todo esto con una alta repercusión en el deterioro social y elevados costos en productividad laboral.
No sólo produce perjuicios directos y acumulativos sobre la salud, sino que además tiene efectos socioculturales, estéticos y económicos: aislamiento social, pérdida de privacidad, desaparición de culturas sonoras, pérdida de señales sonoras acertantes, etcétera. Con niveles de ruido altos, la tendencia natural de la gente hacia la ayuda mutua disminuye o desaparece, reapareciendo en el momento en que se suprime la presión sonora. Conlleva efectos negativos para las generaciones futuras.



El volumen de la música en las discotecas, provocan cada vez más problemas auditivos entre los jóvenes, el oído tarda más de 36 horas en recuperar la sensibilidad auditiva normal, después de estar sometido una noche a la música atronadora de una discoteca.
La consecuencia más preocupante del nivel sonoro elevado es la hipoacusia o pérdida de la capacidad auditiva. Muchos jóvenes de hoy sufrirán trastornos del sentido del oído en un futuro cercano. Lamentablemente el individuo advierte su discapacidad cuando ya es demasiado tarde, dado que la misma se produce por la destrucción irreversible de las delicadas células sensoriales del oído interno. La razón es que el proceso de deterioro es gradual y puede demorar varios años en hacerse patente, ya que se va produciendo una adaptación o acostumbramiento progresivo.
Los niveles de ruido constantes, aunque no superen los límites máximos permitidos, aceleran el proceso de la disminución auditiva, de tal forma que tenemos un oído mucho más viejo del que correspondería a nuestra edad fisiológica.