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El joven Crumb era el típico chaval adolescente en el que las chicas jamás se hubieran fijado. Era flaco y desgarbado, no especialmente guapo y solía vestir con ropa que podría haber sido de su abuelo. Escondido tras unas enormes gafas de culo de botella, y como él mismo ha explicado años después, viajaba en el autobús de vuelta del instituto observando desde el silencio a las chicas de su clase y haciéndolas partícipes de sus más oscuras fantasías sexuales. Aunque todo esto solo ocurría en su cabeza, claro.

Por si fuera poco, el bueno de Crumb también estaba bastante “empanado”. Había sido educado en un entorno familiar ultracatólico, donde todo lo que pudiera hacer referencia al sexo era puro tabú, así que creció sintiéndose culpable por todos esos pensamientos “impuros” que le acechaban constantemente.



Así que tal y como mandan los cánones más conservadores, con apenas 20 años encontró un trabajo estable dibujando tarjetas de felicitación para una importante empresa norteamericana, se casó y tuvo una hija, comenzando a vivir de una manera de lo más anodina. Pero Robert Crumb sentía la imperiosa necesidad de romper con su vida rutinaria y previsible. Su auténtico anhelo era escapar de allí y tratar de cumplir todas las fantasías sexuales que desde pequeño le habían acompañado…

Así que abandonó a su mujer y a su hija pequeña (algo sobre lo que después se ha mostrado arrepentido, reconociendo que se comportó como un auténtico cabrón), y se largó a San Francisco. Allí la era hippie se encontraba en plena eclosión y Crumb vio en el movimiento flower power y el amor libre su particular oportunidad para dar rienda suelta a la vida de desenfrenos que siempre había deseado. La oportunidad de ponerse las botas, dicho de otra manera.

Allí comenzó a editar el mítico Zap Comix, considerado el primer cómic del género underground, que tan de moda se puso después, en donde trataba temas como el sexo, las drogas o la crítica política con total libertad y descaro. Crumb no tardó en hacerse popular, muy popular, y mucho más a raíz de que la malograda Janis Joplis le pidiera que se encargara del diseño de la portada de su disco Cheap Thrills.



A partir de entonces para Crumb comenzó una etapa de desenfreno, sexo y drogas de la que él mismo ha reconocido que estuvo a punto de no salir vivo. El LSD estaba a la orden del día, y las chicas acudían en fila a su casa, deseosas de compartir con el dibujante de moda una sesión de sexo extravagante y algún viaje psicodélico. ¡Sí, era cierto! Robert Crumb, aquel chico feo, atontado y reprimido, lo había conseguido. ¡Había hecho realidad sus más oscuras fantasías!

Pero por retorcidas que fueran, Robert Crumb nunca ha mostrado ningún reparo a la hora de compartir con los lectores sus fantasías sexuales más íntimas. En las páginas de sus cómics suele representarse a sí mismo cabalgando a lomos de mujeres inmensas, auténticas amazonas de gran trasero y pantorrillas gruesas, atizando con vehemencia sus nalgas o mordiendo sus lenguas (y esto es de lo más suave, creedme).



De hecho, entre sus personajes más célebres se encuentran, por ejemplo, Mr. Natural, un supuesto gurú espiritual tras el que se esconde un viejo verde que utiliza su posición “moral” para aprovecharse de jovencitas cándidas, o el gato Fritz, un minino de lo más pervertido.

Crumb ha sido tachado por muchos de machista, misógino o depravado; sin embargo, su obra es valorada no solo por lectores de cómics, sino también por artistas de todos los ámbitos. Ha pasado de ser considerado un autor salidorro de cómics porno a convertirse en un dibujante respetado al que dedican exposiciones en museos de todo el mundo y al que invitan a coloquios sobre arte. ¡Ni él mismo se lo debe de creer!

Así que ya lo sabes, no importa lo feo que seas o lo looser que puedas parecer. Si Crumb consiguió hacer realidad sus sueños (sexuales), seguro que tú también puedes lograrlo. ¡Larga vida a Robert Crumb!