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Orientación sexual: el reto de aceptarse a uno mismo

Un ejemplo de lo que comento lo leí en el blog de Eduard Punset, reconocido filósofo y periodista Catalán, conductor del programa Redes. Esta persona que no mencionaba nombre, sexo ni edad, solicitaba ayuda para resolver su problema de homosexualidad, de la siguiente manera (lo cito textualmente):

“Hará unos meses, me he dado cuenta que no estoy a gusto con mi sexualidad, y que me gustaría dejar de ser homosexual. Esa idea me está ilusionando cada vez más, hasta el punto de que es lo único que me motiva. Busqué ayuda en Internet, sobre mi caso, pero no suelo estar de acuerdo, ya que soy ateo, y muchas de las ayudas vienen con la imposición de seguir un camino divino. No quiero ese camino, y tampoco quiero empezar una terapia que critique la homosexualidad, no lo considero una enfermedad, ni nada que deba solucionarse. Simplemente, me gustaría ser heterosexual. Pediría ayuda en esta cuestión, y si me podrían recomendar algún libro, o alguna Web que pueda ayudarme. Gracias

Llama la atención que, a pesar que esta persona reconoce explícitamente que la homosexualidad no es una enfermedad, ni nada que daba solucionarse, pida ayuda para dejar de ser homosexual porque su mayor motivación es la de convertirse en heterosexual.



Desde mi punto de vista como terapeuta – y sin contar con toda la información necesaria para dar una opinión más precisa – esta persona vive un conflicto interno entre aceptar quien es en realidad y estar dentro de la norma, del status quo, hacer lo correcto, lo que exige nuestra sociedad: ser heterosexual, tener una pareja del sexo opuesto, casarse y formar una familia. Aunque para hacer esto tenga que negar, reprimir u ocultar quien es en realidad, con la esperanza de que haciendo esto no tendrá que enfrentarse al rechazo social, aunque el precio sea el tener que traicionarse negándose a sí mismo.

Algo parecido sería que dijera que está feliz con medir 1:70, tener pelo negro y piel morena, nariz gruesa y, aún reconociendo que eso no es una enfermedad ni algo que deba solucionar tuviera la ilusión de medir 1:90, ser rubio, de tez blanca, nariz recta y pidiera ayuda para alcanzar su motivación. Seguramente esto sería mucho más sencillo – y factible – que cambiar su orientación sexual.

(Se recomienda leer la carta que Sigmund Freud le envío a la madre de un homosexual solicitándole que le ayudara a “curar” a su hijo volviéndolo heterosexual).



La respuesta que recibió, por parte de una de las especialistas, colaboradoras en el blog de Punset, fue la siguiente:

“Estudios científicos han demostrado que no existe evidencia de que la homosexualidad pueda ser considerada una patología, por ende, no puede curarse ni existen recetas para cambiar de orientación sexual.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA), la orientación sexual es una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera hacia otros. Se distingue fácilmente de otros componentes de la sexualidad que incluyen sexo biológico, identidad sexual (el sentido psicológico de ser hombre o mujer) y el rol social del sexo (respeto de las normas culturales de conducta femenina y masculina). La mayoría de los científicos en la actualidad acuerdan que la orientación sexual es probablemente el resultado de una interacción compleja de factores biológicos, cognitivos y del entorno, que surge a principios de la adolescencia sin ninguna experiencia sexual previa. Si bien podemos elegir actuar de acuerdo con nuestros sentimientos, los psicólogos no consideran la orientación sexual una elección consciente que pueda cambiarse voluntariamente.

De esta forma, queda completamente claro (para quien quiera verlo y entenderlo) que la homosexualidad no es una enfermedad y esto está demostrado científicamente desde hace más de cuatro décadas, y al no ser una enfermedad, no es algo para lo que exista ningún tratamiento como pedía el consultante, ni manera de “curarla”.

La especialista del blog advierte al su consultante que: “Muchas terapias denominadas de conversión, de homosexual a heterosexual, provienen de organizaciones con una perspectiva ideológica que condena la homosexualidad. La Asociación Americana de Psicología está preocupada por dichas terapias y el posible daño a los pacientes”.

El Consejo de Representantes de la APA promulgó desde hace casi 15 años (en 1997) una resolución que reafirma la oposición de la Psicología a la homofobia (el rechazo a la homosexualidad) en el tratamiento y el derecho de cualquier paciente a la autodeterminación y acontar con un tratamiento psicoterapéutico imparcial.



Toda persona que acuda al consultorio de un psicoterapeuta, psicólogo o psiquiatra, en búsqueda de apoyo para asumir su orientación sexual, debe contar con el respeto absoluto del profesional, quien debe tener una actitud neutral, sin prejuicios sociales. Si el profesional no es capaz de ofrecer dicho respeto de manera auténtica, es su deber expresarlo abiertamente para que el consultante pueda buscar a otra persona que sí pueda ofrecerle el respeto que se merece.

En mi caso particular, muchos años de ser terapeuta, a la edad de 19 años, tuve la mala suerte de caer en manos de un psicoanalista poco ético. Yo, como muchos de mi generación, tenía mucho miedo de descubrirme como homosexual a pesar de que desde muy niño sabía de mi preferencia por los de mi mismo sexo. Sentía mucha culpa y me generaba temor que mi familia llegara e enterarse de lo que para mí, en ese entonces, era algo muy vergonzoso y causa de pecado.

El terapeuta, ex seminarista, conocido de algunos miembros de mi familia, en ese entonces casado y con dos hijos, un hombre “normal”, aparentemente ético y profesional, resultó ser un homosexual encubierto que, aprovechándose de mi vulnerabilidad, después de algún tiempo de tratamiento, me sedujo diciéndome que entendía mis miedos y mi confusión, pero quería confesarme que siempre había estado enamorado de mí.

Me llevó más de un año salir de esa relación que me confundió aún más y me generó culpa, ansiedad, depresión. Era tanta mi angustia que no sabía como salir del problema a mis escasos 24 años. Además, esa persona era el terapeuta de varios miembros de mi familia y de mi ex novia a quien le dijo, cuando yo intenté alejarme de él, que yo era homosexual y que necesitaba ayuda, negando toda su responsabilidad en ese asunto.

Yo me apoyé entonces otra psicoanalista que conocía en la universidad. Ella me hizo ver que yo, como paciente, no tenía la culpa de lo sucedido con el otro terapeuta, pero que él, como profesional, si había cometido un grave delito y que debía denunciarlo.

Confiado en que la nueva psicoanalista me ayudaría a superar lo que había vivido en mi proceso de búsqueda, inicié un tratamiento con ella de muchos años. El problema nuevamente fue que intentó “curarme la homosexualidad” pues, según su diagnóstico, en mi caso, el ser gay era un “mecanismo de defensa” para autoprotegerme del incesto pues yo sentía, según ella, deseos por mi madre y mis hermanas.

Locura tras locura, mi necesidad de salir de mi depresión, de mi confusión y de mi angustia, me hizo creer en este diagnóstico y mantenerme por varios años de tratamiento con esta terapeuta. Finalmente, las circunstancias me llevaron muchos años después, cuando estaba ya cerca de los 30, a encontrar a una terapeuta humanista y gestalt que, después de escucharme respetuosamente, sin juzgarme y empatizando conmigo por todo lo vivido, me preguntó ¿qué es lo que yo quería? Pues le resultó evidente que por años, yo había estado esperando que los demás me dieran la respuesta de quién era yo, cuando era mi responsabilidad responder a esa pregunta.

Ante su actitud aceptante y respetuosa, sentí la confianza de decirle que, desde niño, me sentía atraído por los hombres y que en realidad nunca me habían dejado de gustar a pesar de haber intentado en algunas ocasiones relacionarme con las mujeres sin éxito. La terapeuta humanista me dijo entonces que ya tenía mi respuesta y la solución a mi problema. Aceptarme a mí mismo sin culpas, juicios y sin avergonzarme por lo que yo era.

A pesar de que no podía creer que la solución fuera tan sencilla, había invertido tiempo y dinero por más de diez años buscando que los psicoanalistas me “curaran la homosexualidad”, al escucharla, yo sentí que una loza se me caía de la espalda y, por primera vez desde mi adolescencia me sentí relajado, en paz, tranquilo, libre, feliz, me sentí, en pocas palabras auténticamente yo.

Tal vez esa fue una de las razones más importantes por las que desde ese momento decidí convertirme en psicoterapeuta gestalt. Quería ayudar a otros que sufrieran los mismos temores que yo había padecido por años a evitar caminos tan dolorosos y que pudieran, con mi apoyo y comprensión (y como conocedor de la experiencia de aceptar mi orientación sexual), pudieran aceptarse también ellos mismos.

Por la misma razón, hoy, como terapeuta gestalt y especialista en desarrollo humano, recomiendo a las personas que tengan dudas y quieran reflexionar, analizar sus emociones y experiencias en relación con el tema de la orientación sexual, que se orienten, investiguen y pregunten sin temor en relación a las ideas, puntos de vista, creencias y significados que los terapeutas tienen en relación a la orientación sexual antes de tomar la decisión de acudir a sus consultorios.

Toda persona tiene el derecho a saber, antes de iniciar un proceso terapéutico, cuales son las ideas en relación al problema que tiene, para saber si es la persona que en realidad podrá apoyarlas a través de una terapia.

De acuerdo a Marina Castañeda, investigadora mexicana especialista en este tema, es conveniente que un homosexual (o alguien que está en el proceso de descubrir su orientación) encuentre a un terapeuta con la misma orientación para sentirse más comprendido y apoyado, o bien, con alguien que demuestre absoluta aceptación y respeto por la orientación de las personas cualquiera que esta sea, aún siendo el terapeuta de una orientación distinta. Un profesional que no intente influir para que la persona “resuelva su problema”, pues la homosexualidad es algo tan natural como la heterosexualidad y por lo tanto, el problema no es ser homosexual, el trabajo que debe realizar el terapeuta es ayudarle a la persona a aceptarse a sí misma sea gay, bisexual, transexual o heterosexual.

Si necesitas orientación psicoterapeutica, profesional, de respeto y de apoyo para reflexionar sobre tu orientación sexual, ponte en contacto y encontraras el apoyo que necesitas.