Comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.
Mateo 4:17
Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Isaías 1:18
Un cambio radical
En nuestra época se habla mucho de cambios: climáticos, políticos, tecnológicos... Estos cambios son externos a nuestra persona. Es fácil hablar de ellos sin que haya grandes consecuencias. Al contrario, Dios nos invita a tener un cambio interior. Este cambio se llama arrepentimiento y nos conduce a la vida eterna.
El arrepentimiento no es la penitencia, ni los remordimientos, tampoco es una mejoría de nuestro comportamiento. Es un cambio radical que va a la raíz de lo que somos y nos lleva a pensar y a actuar de forma completamente diferente. ¡Significa dar la espalda al pecado para volverse a Dios!
Este cambio surge de la fe en la Palabra de Dios. A menudo, al principio, va acompañado de tristeza: el dolor por haber estropeado una parte de su vida, y a veces la de otros, la tristeza por haber ofendido a Dios y despreciado su amor. ¡Pero el arrepentimiento no se detiene ahí! Nos conduce a volvernos al Dios que perdona, que nos concede su gracia. Incluso si pasamos por etapas dolorosas, ¡el verdadero arrepentimiento es vida y libertad! ¡Nos conduce a alejarnos del mal e ir a Dios, y es la fuente de una felicidad y de una paz incomparable!
El arrepentimiento se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida cuando el Espíritu Santo y la Palabra de Dios iluminan todos los rincones de nuestro ser interior. Dios ama al pecador, por eso lo invita a arrepentirse. ¡Es la única manera de recibir el perdón de sus pecados!
Mateo 4:17
Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Isaías 1:18
Un cambio radical

En nuestra época se habla mucho de cambios: climáticos, políticos, tecnológicos... Estos cambios son externos a nuestra persona. Es fácil hablar de ellos sin que haya grandes consecuencias. Al contrario, Dios nos invita a tener un cambio interior. Este cambio se llama arrepentimiento y nos conduce a la vida eterna.
El arrepentimiento no es la penitencia, ni los remordimientos, tampoco es una mejoría de nuestro comportamiento. Es un cambio radical que va a la raíz de lo que somos y nos lleva a pensar y a actuar de forma completamente diferente. ¡Significa dar la espalda al pecado para volverse a Dios!
Este cambio surge de la fe en la Palabra de Dios. A menudo, al principio, va acompañado de tristeza: el dolor por haber estropeado una parte de su vida, y a veces la de otros, la tristeza por haber ofendido a Dios y despreciado su amor. ¡Pero el arrepentimiento no se detiene ahí! Nos conduce a volvernos al Dios que perdona, que nos concede su gracia. Incluso si pasamos por etapas dolorosas, ¡el verdadero arrepentimiento es vida y libertad! ¡Nos conduce a alejarnos del mal e ir a Dios, y es la fuente de una felicidad y de una paz incomparable!
El arrepentimiento se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida cuando el Espíritu Santo y la Palabra de Dios iluminan todos los rincones de nuestro ser interior. Dios ama al pecador, por eso lo invita a arrepentirse. ¡Es la única manera de recibir el perdón de sus pecados!