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EL PELIGRO DE ROMPER UN CORAZÓN ~+~
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Oh mi pobre Víctor, mi único y verdadero amor, el único hombre al que en verdad amé. Recuerdo el día en que nos conocimos, nuestras miradas se encontraron en un mágico momento y ambos supimos que éramos el uno para el otro, tras una semana ya compartíamos el mismo lecho cada noche.
El solía cargarme en sus fuertes brazos y yo me acurrucaba en ellos encantada, me cubría de besos y caricias, y yo respondía como mejor podía. Sin embargo no todo era felicidad, él se sentía superior a mi y era excesivamente posesivo, solía dejarme encerrada en nuestra casa mientras él desaparecía por horas dejándome en soledad y sólo con un plato de asquerosa comida para sobrevivir todo el día.
A pesar de esto yo lo seguía amando profundamente y procuraba recibirlo cariñosamente, pero a él cada día parecía importarle menos, pasaba horas frente a su laptop apartándome cada vez que me acercaba, ¡cómo me dolía aquello! ¿por qué prefería aquel frío aparato cuando yo estaba ahí, viva y amándolo? Pero permanecí fuerte diciéndome que se le pasaría y volvería a quererme como al principio. ¡Ah, que equivocada estaba!
Una noche apareció alcoholizado ¡y llevaba consigo una mujer!, me apartó de la cama y comenzó a besuquearla, fue entonces cuando mi corazón se rompió en pedazos y decidí que había tenido suficiente de ese hombre, no hice nada esa noche, mi venganza se serviría fría.
Esperé hasta la mañana, cuando él se disponía a bajar las escaleras (seguramente para preparar su desayuno) yo hice que se tropezara y rodara por ellas rompiéndose el cuello, podría haberlo soportado todo, los largos días solitarios, la espantosa comida, incluso que él me mirara como su mascota, ¡pero aquella traición no se la perdonaría nunca! Corrí hasta su cadáver y empecé a arañar su rostro con desprecio, ¡te odio, te odio!, quise gritarle, pero sabía que no podría, al menos no en su lenguaje.
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Rachel salió de la habitación de Víctor al escuchar un terrible estruendo, observó con horror el cuerpo terriblemente torcido de su nuevo novio y contempló con cierta ternura (si es que se podía generar tal sensación en aquella situación) como Romina, su gatita, le arañaba el rostro tratando, a su parecer, de reanimarlo.
















Víctor estaba cansado luego de un largo día de tratar con cadáveres en su funeraria, lo único que quería era un buen trago para relajarse así que acudió a un bar que estaba a tan sólo una cuadra de su trabajo.
Se sentó en una mesa apartada pues solía ocurrirle que las personas notaran un aroma extraño en él aún luego de tomar una larga ducha y él no quería importunar a nadie, sin embargo una persona llamó su atención desde su lejano asiento; una mujer con larga cabellera negra y labios rojos, le pareció interesante y sumamente sensual. Al igual que él, estaba sólo en el bar y con un gesto de disgusto, la observó largamente hipnotizado por su belleza y ese halo de misterio.
Vio como al menos tres sujetos se acercaron a hablar con ella y fueron brutalmente rechazados al poco tiempo, "vaya carácter que debe tener" pensó él, pero aún así el alcohol en su organismo le impidió controlar el impulso de hacer lo mismo que aquellos desafortunados hombres y caminó hacia ella con la completa convicción de que tendría el mismo destino.
-Disculpe señorita quería decirle que es muy atractiva.
-Gracias - respondió ella sin siquiera mirarlo.
-Podría invitarle algo de tomar? - dijo él intentando sonar lo más caballerosamente posible y al contrario de la rotunda negativa que esperaba ella acercó su cara hacia él y lo olfateó.
-Qué es ese olor?
-Perdone, soy embalsamador...no quería molestarla con mi peste...- dijo él apenado y se dio la vuelta para retirarse pero ella sujetó su muñeca.
-No me molesta, porqué no se sienta conmigo? - dijo ella tan seductoramente que él obedeció mecánicamente.
Conversaron y bebieron amenamente un par de horas, ella le hizo varias preguntas con respecto a su empleo y él averiguó que ella se llamaba Mila, que trabajaba para una revista de horror y que su personalidad era tan fascinante como su físico.
Ella le comentó que estaba escribiendo un relato acerca de un asesino en serie y que le agradecería eternamente si la llevaba a su funeraria para darle realismo a las descripciones de los cadáveres.
Víctor sabía que no era correcto dejar que alguien morboseara los cadáveres pero la realidad era que estaba muy alcoholizado y que no le podía negar nada a esos grandes y sugerentes ojos cafés, además la funeraria estaba bastante cerca. Mila se mostró muy emocionada al escuchar la afirmativa de su interlocutor y se terminó su último trago en pocos segundos.
El embalsamador caminaba bastante despacio esperando que ella cambiara de opinión en transcurso pero no fue así, llegaron al sitio y le dio un pequeño tour por las instalaciones, explicándole para que servía cada una de las herramientas.
-Muy interesante la teoría Víctor, pero la práctica siempre es mucho más interesante.- dijo ella con voz provocadora, él miró descaradamente su bien formado cuerpo de arriba a abajo, sus pechos apenas cubiertos por una pequeña camisa de tirantes ajustada, su delgada cintura, su cadera en aquellos pantalones de cuero ajustados que marcaban la forma de esas largas y torneadas piernas; le era imposible no acceder a sus peticiones.
Tenía un cadáver recién llegado en una bolsa negra y abrió lentamente el cierre hasta que el cuerpo de un hombre de unos treinta años estuvo completamente expuesto, Mila se acercó a contemplarlo y de pronto tuvo un sobresalto, tras lo cual comenzó a buscar frenéticamente en su bolsa de mano, Víctor creyó que se había asustado y estaba buscando un pretexto para huir.
- No puede ser, que estúpida soy, olvidé mi celular en el bar! - dijo ella muy preocupada. "Lo sabía, se acobardó", pensó Víctor.
-No te angusties, vamos por él, está bastante cerca si nos apresuramos aún podemos encontrarlo.
-Y tú crees que puedo correr en tacones? - dijo ella ligeramente molesta pero de inmediato cambió su actitud - podrías ir tú? si yo voy nos tardaremos una eternidad en llegar.
-Claro, si es que no te molesta quedarte sola con él - dijo Víctor señalando al cadáver.
-Creo que ya no está en condiciones de hacerme nada - respondió ella sonriendo y él salió rápidamente del lugar con la promesa de que volvería pronto.
Víctor llegó al bar e inspeccionó la mesa donde habían estado sentados, luego el piso y finalmente habló con el personal del lugar y los demás clientes, pero nadie había visto el celular así que volvió a la funeraria decepcionado y escuchó ruidos extraños provenientes del lugar donde había dejado a Mila.
Abrió la puerta de golpe y vio algo que nunca habría imaginado, la mujer estaba completamente desnuda sobre el cadáver al cual había abierto del cuello al ombligo y tenía las manos sumergidas en su interior mientras restregaba su cuerpo contra el del cadáver completamente extasiada.
Por un momento se distrajo con el excitante cuerpo ensangrentado de Mila pero después reaccionó y se acercó a ella molesto y la sacó de su trance con una fuerte bofetada.
-Estás demente? me van a demandar por esto!
Ella no dijo una sola palabra, se bajó de la plancha, se acercó a él, tras lo cual lo besó intensamente y deslizó su mano en los pantalones de Víctor tocando su miembro que ya se encontraba erecto, le quitó los pantalones e introdujo su pene en su boca succionándolo hábilmente, Víctor se dejó llevar jalando el cabello de Mila para luego cargarla y sentarla de nuevo en la plancha junto al cadáver para así poder penetrarla fuertemente mientras ella lo mordía hasta que terminaron por tirar el cadáver boca abajo creando un caos de sangre y órganos en el suelo.
Mila contempló la escena con excitación e hizo que su compañero se recostara sobre el charco de sangre y vísceras mientras ella movía su cadera frenéticamente sobre él y sumergía las manos en aquella gran mancha rojiza para luego tocar el pecho de Víctor y asfixiarlo, finalmente ambos alcanzaron el clímax y se quedaron recostados en aquella laguna de sangre, tripas y fluidos corporales.
Desde esa noche todos los sábados hay un curioso ménage à trois en la funeraria

















Aún recuerdo como empezó todo. Me encontraba escuchando música a un volumen inaceptable para los vecinos, por supuesto me tenía sin cuidado pues asuntos más importantes inundaban mi cabeza.

Me preguntaba como había logrado librarme de tantos problemas, ¿sería la suerte? ¿el destino? A decir verdad sólo esperaba el momento en que me atraparan en un engaño, un robo, tan sólo en una pequeña mentira. La paranoia me invadía.

Continuaba con mis extensos monólogos teniendo como único testigo a la soledad cuando repentinamente caí dormida, o al menos eso creí. Desperté en medio de una omnipresente oscuridad, por fin mi suerte había terminado, me sentí feliz pues nunca había conocido esa incertidumbre. Me formulé un sin fin de preguntas que nada a mi alrededor podía contestar.

Caminé por aquél lugar y me sorprendió su extensión, además del hecho de que no parecía haber objetos en ningún sitio. Tras un par de horas de caminar la desesperación se apoderó de mí, comencé a correr pero era inútil, el lugar era inmenso, parecía no haber paredes. Resignada me detuve, aún cuando quisiera estaba demasiado cansada para continuar y finalmente el peso de mi cuerpo me venció haciéndome caer.

Sin más que hacer comencé a llorar más patéticamente que un niño por un dulce. Mi llanto fue interrumpido por una extraña y asexuada voz que me decía:

-No debí facilitarte tanto las cosas, te he consentido mucho y ahora eres incapaz de valerte por ti misma. Una pequeña dificultad y así es como reaccionas, rindiéndote y llorando como un infante.

Levanté el rostro e intenté descubrir de donde provenía esa voz pero la oscuridad apenas me permitió vislumbrar una andrógina silueta humana. A pesar de todo tuve un extraño sentimiento de familiaridad como si siempre lo hubiera conocido. Tenía tantas preguntas que hacerle, pero no me permitió hablar.

-Siempre te he brindado mi ayuda, y ahora me pregunto si en verdad la merecías. Por eso te traje aquí, me demostrarás que no me equivoqué y yo te regresaré a tu vacía vida, de lo contrario vivirás en este lugar eternamente. Continúa tu camino a través de aquella puerta, no me decepciones, y por cierto, mi nombre es Lenore.

Me señaló una gigantesca puerta de cuyos bordes salía un extraño resplandor. Estaba totalmente convencida de que tal puerta no existía antes de hablar con Lenore. No pude preguntarle nada pues ya había desaparecido.

Caminé hacia la inmensa puerta de madera y noté algunos rasguños en ella, además de algunas manchas de algo que preferí no identificar. Tras esa tenebrosa puerta no sabía que podía encontrar, me encontraba asustada pero en ese lugar ¿qué más podía hacer?.

Con mucho trabajo logré mover la puerta, no pude abrirla del todo pero sí lo suficiente como para llegar al otro lado. Era un sitio muy iluminado por lo que mis ojos tardaron en acostumbrarse a la luz.

Cuando por fin la luz dejó de molestarme pude ver mi entorno y noté que la gran puerta de madera ya no estaba. El lugar en el que ahora me encontraba era el más extraño y magnífico en el que había estado, seguramente sería la envidia del mismo Willy Wonka pues aquel era un sitio hecho enteramente de dulces, que por cierto eran una de mis mayores debilidades.

Sin siquiera pensarlo comencé a devorar lo que parecía más delicioso, las manzanas acarameladas de los árboles, las paletas en forma de flores y las cercanas nubes de algodón de azúcar. Su sabor era tan exquisito como imaginaba.

Y mientras me atiborraba de todo esto volví a ser interrumpida
-¿De verdad crees que te traería sólo a comer dulces? No olvides que estás aquí para probarme que mereces tu vida y hasta ahora llevas dos pruebas fallidas. Te faltan dos más y te recomiendo que comiences a esforzarte. Busca las siguientes dos puertas.

En esta ocasión pude observar mejor a Lenore, llevaba una larga gabardina negra que apenas dejaba ver sus pantalones del mismo color. Usaba un sombrero que sólo permitía ver la mitad de su rostro, sus labios y su rizado cabello castaño oscuro. Me seguía pareciendo un ser andrógino, incluso ahora no podría afirmar si era hombre o mujer.

Traté de preguntarle sobre las pruebas pero tenía la boca llena de dulces y sólo pude vociferar ruidos ininteligibles. Me miró con cara de desagrado y me dijo:

-Deberías poner más atención a lo que comes pues no todo es lo que parece y menos en este lugar.

Tomó una de las manzanas del árbol y con un cuchillo que sacó de su gabardina la cortó en dos, de ella salió un desagradable líquido verdoso y un par de gusanos. No pude evitar un exagerado gesto de asco que le pareció hilarante a Lenore. Quien desapareció mientras yo arrojaba los dulces que aún cargaba.

Aún recuperándome de esa terrible experiencia, caminé un poco más por aquél lugar que ya no me parecía tan maravilloso y encontré otra puerta. Esta era muy pequeña, como la entrada de una casita de niños, era de plástico y tenía algunos dibujos infantiles.

La abrí y entré nuevamente a un lugar oscuro, aunque no tanto como el primero. No tenía idea alguna de que debía hacer, ¿era mucho pedir una pista?

El lugar era muy amplio y aún más insólito que el anterior. Era una especie de bazar nocturno lleno de criaturas mitológicas. Estaba impactada por el espectáculo tan inusual cuando se me acercó un sátiro extrañamente grande que me pareció sospechoso además de ser la criatura más horrible que pudiera existir.

-Pocos vienen por aquí, sé porque tú lo estás y puedo ayudarte a salir. Sólo tienes que acompañarme.

Di un absurdo argumento sobre no hablar con extraños y fui a buscar a alguien más a quien pedirle informes. Nadie me decía nada útil. Finalmente un tierno conejo parlante me dio un mapa con la ubicación de la siguiente puerta.

Seguí cada paso del mapa alejándome cada vez más del bazar y llegué a un extenso terreno sin ninguna persona alrededor, ni mucho menos una puerta. Examiné el mapa en búsqueda de errores y repentinamente caí en un agujero lo suficientemente profundo para no permitirme salir sin ayuda externa.

Sabía que no pasaría nadie por ese lugar, el conejo me había engañado. Pronto descubrí que el agujero era parte de una red de túneles y me adentré a explorarlos. Cada vez los túneles se volvían más oscuros y tenebrosos. Escuché pisadas y descubrí que era un adorable gato gris de ojos azules, enternecida me acerqué a él pero éste saltó y comenzó a arañarme frenéticamente.

Por más que lo intentaba no podía quitármelo de encima, terminé por sólo cubrirme el rostro en la espera de que se cansara, creí que nunca me libraría de él pero de pronto alguien lo tomó y lo lanzó lejos.

Cuando retiré las manos de mi cara no pude tener una mejor visión pues mi salvador era el joven más atractivo que hubiera visto, era bastante alto, de piel inmaculada muy blanca, los más bellos ojos verdes, unos delgados labios perfectos y ondulado cabello oscuro que enmarcaba aquel rostro celestial. ¿Lenore?

-Sospechaba que caerías en la trampa del conejo, todos los hacen. Te dije que vinieras conmigo.
-Disculpa pero yo jamás te había visto.- le contesté aún impactada por su belleza, era el joven más guapo que jamás hubiera visto.
-No me sorprende que no me reconozcas sin el disfraz de sátiro, lo uso pues no me gusta que me juzguen por mi apariencia pero no quería ahuyentarte de nuevo. Mi nombre es Donatien y espero que esta vez me permitas llevarte a la salida de éste lugar.

Caminé junto con él largo rato descubriendo que además de su belleza Donatien era muy inteligente, divertido y compartía mis ideas. Me enamoré de él rápidamente y comencé a preguntarme si de verdad quería volver a mi vida cotidiana.

Sí, el lugar era extraño pero podía acostumbrarme si estaba con Donatien. Y así comencé a inventar pretextos para retrasar la llegada a la puerta. A él parecía no molestarle e incluso accedió a mostrarme con detalle el curioso bazar. Platicamos por horas y finalmente le dije mi propuesta de vivir en ese lugar. Él se puso muy serio y me dijo que a pesar de que le agradaba mi compañía ese no era mi lugar.

Así que continuamos con el camino hacia la puerta, pero yo sólo pensaba en una forma de convencerlo, de permanecer más tiempo con aquel ser tan perfecto, tan brillante, tan agradable, pero sobre todo tan guapo. Estaba segura de que lo lograría, después de todo siempre conseguía lo que quería.

Llegamos a la puerta, que era muy semejante a la de un cine. Me paré frente a ella sin la menor intención de cruzarla y comencé a hablar con Donatien, a pesar de sus negativas iniciales terminé por convencerlo de quedarme con él algunos días, que – si todo marchaba como lo planeaba – se transformarían en semanas.

A él también comenzó a emocionarle la idea e iniciamos una plática sobre como serían nuestros días juntos, me mostraría los curiosos productos que se vendían en el bazar, me presentaría a otros seres interesantes, nos vengaríamos de aquel conejo que me engañó, incluso prometió mostrarme el pequeño lago que había en ese lugar y nadaríamos juntos en él. Él terminaría enamorado de mí y me pediría que nunca me fuera.

-Todo fue un fracaso, te traje aquí para que cambiaras, para que superaras tus problemas ¡y sigues viviendo en una ilusión! Cuando entenderás que no puede ser así.- dijo Lenore que como siempre apareció de la nada.
No le di importancia a sus palabras, le sonreí, estaba convencida de que luego de hablar con ella también accedería a dejarla vivir en ese lugar pero antes de que me dejara utilizar algún extenso discurso para convencerla ella tomó a Donatien y antes de que pudiera reaccionar sacó nuevamente el cuchillo de su gabardina y le cortó la garganta.

Él cayó al suelo y corrí hacia él, la sangre manaba de su cuerpo a grandes chorros, su vida se desvanecía rápidamente y súbitamente su corazón dejó de latir. No lo podía creer, comencé a llorar aferrada a su cuerpo ensangrentado.
-¡Donatien! ¡Donatien! ¡Donatien!

-¿De nuevo gritando?, ¿olvidaste darle su medicina otra vez?- dijo una voz asexuada desde algún sitio de ese pequeño cuarto blanco.
-No lo olvidé, simplemente me parece que esta chica es un caso perdido. Lleva 2 años aquí sin mostrar mejoría.- dijo una atractiva enfermera pelirroja refiriéndose a una jovencita de unos 19 años que se encontraba atada en la cama de un hospital psiquiátrico.
-Algunas personas no merecen la cordura.- respondió aquella voz.
-Eso es muy cruel Lenore...




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ve a dormir y descansa un poco