Infección: Regeneración
Ciudad de México, mayo de 2020.
Hace días que no tenemos una misión y me alegro por ello. Un tiempo de descanso siempre sienta bien. Sobre todo cuando tienes que enfrentarte a hordas de no muertos con una gran hambre por la carne humana. Así, cualquiera quisiera descansar todo el tiempo. Pero eso no es posible, para que esta comunidad persista todos debemos de poner nuestro granito de arena. Así son las cosas ahora desde que toda esta locura empezó.
A pesar de que han pasado años, sigo esperando algún día reencontrarme con mi familia, sea en esta vida o en la otra. Desaparecieron en cuanto esta pandemia llegó a nuestra ciudad, espero que sigan vivos y si no, pues ojalá no hayan sufrido tanto. No sé cómo reaccionaría si algún día me los encuentro vagando como estos infectados. Sé que ya no serían mi familia y tendría que matarlos, pero ellos lo eran todo para mí. Y estas malditas cosas me los arrebataron. Sí algún día encuentro al autor de este virus, lo haré sufrir de una manera tal que preferiría estar en el infierno.
Mejor dejo de hablar de esto o se me zafará un tornillo. He de concentrarme en lo mío. Estoy limpiando mis armas cuando de repente escuchó un llamado por mi radio que los soldados me dieron para estar en constante comunicación. Se me ha reportado que mañana tendremos que dar soporte y escoltar a un convoy proveniente de Coatzacoalcos, Veracruz. Los compatriotas de mi padre, él era de esa ciudad. Teníamos familia allá, quizás ellos vengan. No sé, digo, es una posibilidad. Todo puede suceder hoy en día, digo, los muertos vuelven a la vida, eso antes no era posible.
Preparo mi munición al igual que las armas. Unas 50 municiones por arma han de bastar mañana en caso de que nos enfrentemos a alguna gran horda de zombies o nos encontremos con bandidos. No crean que la única amenaza sean los no muertos, la gente que no gusta vivir bajo un reglamento prefiere sobrevivir en el exterior a base de asaltos, homicidios, secuestros y violaciones. Ellos son también nuestros enemigos, mientras vivas y no nos quieras muertos eres bienvenido en este lugar.
He de dormir, ya es un poco tarde y mañana me espera una laboriosa tarea.
A la mañana siguiente…
Que rico coyotito me he echado, pero es hora de trabajar. Me pongo mi uniforme y agarro mis armas. Además de uno de los cuchillos para combate sigiloso. Bajo de mi apartamento y me dirijo a la entrada de Los Pinos donde se encontraban un par de camionetas Ford F-150. Solo éramos un total de 20 soldados para escoltar a 100 personas. Espero que con eso bastara.
Acordamos encontrarlos en la entrada de la ciudad. Empezamos nuestro recorrido y afortunadamente no encontramos una gran cantidad de zombies, máximo como 30. Finalmente llegamos con el convoy. Eran varias camionetas y camiones de pasajeros. Una vez que les dimos instrucciones sobre seguridad volvimos a la base. Durante todo el viaje estaba emocionado por reencontrarme con mis paisanos, esperando encontrar alguna cara conocida, quizás un primo o tío. Je, ojalá.
Afortunadamente no hubo desagradables sorpresas en nuestro trayecto. Nada de asaltos o encuentros con algún ejército de no muertos. Llegamos a la base y empezamos la recepción e inspección de nuestros nuevos habitantes. Yo era de los que estaban esperando en las puertas de los autobuses para dar la bienvenida a la gente.
En el autobús que me encontraba empezaron a bajar gente. Hasta que de repente me encontré con un trío de sospechosos. Traían armas consigo, un par de escopetas superpuestas, una escopeta semiautomática y varias armas cortas, conté como 5 o 6 quizás.
Les dije que se desarmarán y entregarán sus armas. Rápidamente, el líder, un hombre un poco canoso, con barba y bigote, no habría de superar los 60 años me respondió:
- Oye chico, a mí tú no me das órdenes, no sabes lo que mi familia y yo hemos pasado.
- Señor, créame, no siempre he estado aquí. Llegué hace como 5 años y estuve sobreviviendo por días durante el inicio de esta plaga.
- No pongas excusas tontas. Vamos déjame quedármelas, no mataré a nadie.
- Lo siento señor, yo no pongo las órdenes solo las hago cumplir.
- Un momento, ¿dónde conseguiste tu escopeta?
- ¿Cómo qué dónde la conseguí?
- Esa arma la conozco. Remington 870 calibre 12 con anillos para colgarse a la espalda. Esa correa no la veía desde hace un largo tiempo. Déjame ver tu mano derecha.
Ahora si me estoy asustando. No sé porque me pidió ver mi mano. No sé qué tenía de especial mi extremidad, solo una vieja cicatriz que me hice de niño con un rifle de aire. Entonces el señor me responde:
- Déjame adivinar, te cortaste con un rifle de diábolos calibre 5.5, de culata de madera con mira telescópica de la marca mexicana Mendoza cuando estabas matando tordos desde la ventana de tu cuarto al momento de recargar y pusiste tu mano mal y te cercenaste la piel. Cuando tenías como… ¿12 años, no es así?
- ¿Cómo carajos sabe usted todo eso?
- Porque tu madre me lo dijo, ella estaba ahí cuando te cortaste.
- Pa… pap… ¿papá?
- Me alegro de verte Lucio.
No lo podía creer. Mi padre estaba vivo y no solamente era el único que sobrevivió.
- Eloísa, Luis Martín. Adivinen con quién me encontré: Lucio.
- ¿Mamá, hermano? No lo puedo creer.
- ¡Hijo, nos alegra ver que estás acá, sano y salvo!
- Hermano, que gusto poder volver a ver tu cara.
Después de una emocionante reunión familiar les explique los procesos de seguridad y revisión y también sobre la semana de cuarentena. Acordaron con gusto y les dije que los estaría visitando diariamente. Una vez que se fueron seguí recibiendo a más personas de los autobuses, una vez que los vehículos se vaciaron me dijeron que podía irme.
Volví a mi departamento y he de admitir, estoy más emocionado que nunca. Mi familia sobrevivió a esta jodida mierda de apocalipsis. Eso es jodidamente increíble. Nunca estuve más feliz en toda mi puta vida. Bueno ya, mucha emoción. Fue un día laborioso y debo de descansar.
Posiblemente mis padres estén en la zona de cuarentena. Los médicos tienen que revisar que no estén infectados de alguna manera por el virus. Lo dudo, no vi a ninguno de ellos padecer algunos síntomas. En la persona promedio el promedio de incubación es de a lo mucho 8 horas, si es alguien joven y con un buen sistema inmunológico. Lo sé porque lo he vivido en carne propia, casi me mata un conocido infectado, Jonathan, una lástima su muerte, hubiéramos hecho grandes cosas juntos. Disparaba bien el desgraciado, tenía un talento innato que mal que fue infectado.
Mejor ni me preocupo, la última vez que un visitante infectado llegó a este lugar fue hace como 3 años, hace mucho. Era un hombre que se cortó accidentalmente con un vidrio que poseía sangre infectada. Debido a que tenía una buena condición física y la cantidad de la infección era muy baja el período de incubación se extendió a medio día. Por suerte la única muerte fue él, cada miembro del personal médico suele ser acompañado por autoridades armadas. No son muchos, a lo mucho como 100 o 75 si no mal recuerdo.
Se acerca la hora de comer y tengo mucha hambre. He de bajar al comedero para merendar.
Horas después...
Ya he vuelto de la comida que sirvieron en el comedor. Estaba muy rica, los cocineros militares si saben hacer las carnes. Me encontré con mi oficial al mando, el capitán Méndez, me aviso que mañana tenemos otra misión, pero no de escoltar o ir por suministros. Sino esta vez la cosa era diferente, me dijo.
Le pregunté y me contó que por ser un soldado de confianza la verdad era otra. Hace unos días un grupo de soldados fue asaltado por un grupo de bandidos fuertemente armados. De los 20 soldados solo sobrevivieron 5. Y que si eso era cierto representaban una amenaza significativa a la zona de seguridad.
No íbamos a buscarlos para traerlos a vivir aquí o negociar o alguna mierda pacífica me describió con sus propias palabras. Íbamos a matarlos, no había otra solución. El alto mando solo pidió unos 50 hombres de los mejores escuadrones y nuestros nombres aparecían en la lista. Acepté con gusto, lo que sea por proteger a esta gente.
Volví a mi cuarto para preparar las cosas. Preparé mi escopeta y el revólver para la misión. Por ser de combate cercano sería de los primeros en empezar esto. En eso soy bueno, para eso fueron creadas las escopetas. Hice unos ejercicios de apuntado que me enseñó mi padre para matar de manera rápida y eficaz sin fallar.
He de recalcar que sigo emocionado por la llegada de mis padres. Es decir, 5 años pensando que habían muerto y veo que realmente sobrevivieron a esta catástrofe. Realmente fue una sorpresa, las cosas empiezan a salir bien para mí. Bueno, he de descansar mañana es día de combate, solo espero no morir.
A la mañana siguiente...
Bien, es hora. Me pongo el uniforme y cargó mis armas. Ya bajo las escaleras rumbo a la entrada de la residencia presidencial. Nos esperaban 5 camionetas pick-up que nos transportarían. El capitán Méndez me invitó a pasar como copiloto de la camioneta principal. Entonces subí y durante el trayecto entablamos una conversación:
- Cabo Lucio, me alegro de que haya venido a esta misión.
- Un placer oficial, lo que sea por mi país. O tan siquiera lo que queda de él.
- Eso mismo pienso. Oye, si sabes que por ser escopetero serás de los primeros en atacar.
- Entiendo los riesgos de mi especialidad, pero es mi talento. La escopeta.
- Está bien.
- Capitán, ¿adónde nos dirigimos específicamente?
- Al subterráneo. Hace unos días enviamos a unos scouts y vieron que los bandidos salían y entraban por el metro, así que suponemos que esa es su guarida.
- Está bien.
- Bien, ya casi llegamos. Empiece a cargar sus armas soldado, no sabemos lo que nos espera. Espero que haya traído suficiente munición, la necesitará, esto si será combate cerrado.
- La traigo, 50 cartuchos y 50 balas.
- Bien, con eso basta. Somos varios, no esperamos encontrar a más de 30 enemigos. Los scouts lo han confirmado.
- Excelente.
- Tenga, una linterna. Debido a la escasez de iluminación la necesitará, adhiérala a su escopeta, fue diseñada específicamente para este modelo. Considérelo como un regalo por sus años de servicio.
- Muchas gracias, capitán. Espero algún día hacer valer esta regalo el cual me ha otorgado.
Finalmente llegamos a la estación del subterráneo. Por el Ángel de la Independencia, uno de los pocos vestigios de una sociedad extinguida hace años. Bajamos de las camionetas y cautelosamente bajamos por las escaleras. Lo que encontramos, nos dejó impactados.
Pareciera que hubiera vuelto al pasado, cuando los zombies invadieron el centro comercial de Córdoba e hicieron matanza de inocentes. Toda la estación estaba ensangrentada por así decirlo. Vimos casquillos vacíos, hoyos en la pared, armas tiradas y miembros y órganos humanos esparcidos como decoración, muchos de ellos presentaban mordidas.
Encontramos unos cadáveres, varios con impactos de bala en la cabeza. Debido a su avanzado estado de descomposición supusimos que eran zombies. Posiblemente todo el lugar fue invadido. Aunque pensamos que quizás esto fuera una despachada para despistar a los invasores.
Seguimos bajando más y más hasta llegar a las vías. Cada paso que dábamos pareciera un nivel más abajo del infierno. La matanza aumentaba, ahora no solo había cadáveres de zombies, también de humanos normales no infectados. Muchos estaban hasta los huesos, literalmente, podías verle los huesos. Los zombies se dieron un festín.
Escuché un sonido distinguible, una voz humana, como un gemido de dolor. Junto con el capitán y otro soldado encontramos a un hombre gravemente herido. Era uno de los bandidos, poseía un revólver en mano, esperando algo. Noté que poseía varias mordeduras y rasguños, su destino estaba sellado, pero antes nos dijo algo con sus últimos alientos:
- No… sigan…regresen… de…donde…vinieron…
- Señor, soy el capitán Méndez del quinto escuadrón de infantería. Identifíquese y explique qué ocurrió aquí.
- No…hay…tiempo…ellos…están…ahí…son…cientos…
- Señor, ¡señor! Maldición, ha muerto.
- Cabo Lucio, inhabilite el cerebro y sigan investigando.
- A la orden capitán.
Después de enterrar mi cuchillo en la cabeza del bandido para evitar su posterior reanimación. Volvimos con el escuadrón y seguimos adentrándonos en las instalaciones del subterráneo. Hubo un punto en que de repente escuchamos algo. Algo como humano pero a la vez no lo era. Pisadas y gemidos. Yo ya tenía una idea de lo que había más adelante.
A pesar de las ahora comprendidas advertencias del difunto bandido el capitán Méndez decidió que siguiéramos. Y seguimos caminando, de repente tras varios rastros de muerte nos encontramos con un individuo, pareciera tambaleante. Entonces nos dimos cuenta de que no era humano, era un infectado. Además de que venía acompañado por una gran masa de sus amigos zombies.
Empezamos a abrir fuego. A pesar de nuestra certeza en acabar con los zombies de esta línea. No nos dimos cuenta que por los túneles y accesos al subterráneo empezaban a emerger más no muertos. Cuando nos dimos cuenta unos 20 soldados estaban siendo devorados vivos. Pobrecitos.
Al escuchar los gritos de agonía de los soldados empezamos la retirada. Empezamos a correr y durante nuestro escape nos topamos con más grupos de infectados. Muchos buenos hombres perecieron durante el trayecto, conté como 10. Ahora quedábamos menos de la mitad al iniciar esto.
Finalmente salimos de las instalaciones subterráneas del metro y encontramos los vehículos pero la misión aún no había acabado. El capitán Méndez nos dio una última orden:
- ¡Soldados, esto aún no ha terminado! Vienen en camino más de un centenar de esas porquerías a por nosotros y no los podemos dejar vivir. Nos pueden seguir, tomen posición de combate y cuando empiecen a salir disparen a matar. Quiero a 5 de ustedes cubriendo la retaguardia y los costados en lo que esperamos.
- ¡Sí señor! –Dijimos todos al unísono.
En lo que nos alcanzaba la manada empecé a contar mis municiones. Solo me quedaban 25 cartuchos de escopeta y 35 balas para el revólver. Recargué mis armas y me preparé para el combate. Pasaron a penas como unos 10 minutos y empezaron a salir montones de infectados por la entrada del metro.
Y seguíamos disparando. Se le acaba la munición a uno y el otro lo cubría en lo que recargaba. Éramos 10 enfrente y los demás mataban a cualquiera que se acercará por los demás flancos. Finalmente acabamos con ellos. Casi no teníamos munición, aproximadamente por la cantidad de cadáveres eran como 200 infectados.
Cuando todo parecía terminado el capitán se me acercó para hablarme:
- Cabo Gutiérrez, necesito, necesito que usted me haga, un favor.
- Lo que sea oficial.
- Necesito, que usted, me mate.
- ¡¿Qué dice?!
- Ya me escuchó, mire mi brazo. Fui mordido no tarda y seré como, esas porquerías.
- Señor, no, no. Debe, debe de haber una solución. Quizás si amputamos usted, pudiera sobrevivir a esto.
- Me mordieron hace como una hora. La amputación debe de realizarse a pocos momentos de la infección. Estoy acabado, tenga mi arma. Acabe esto.
- Está bien, lo haré.
- Gracias cabo.
- Ha sido un placer servir a su lado señor.
- Lo mismo digo de usted. Usted será un gran líder, se lo aseguro. A partir de ahora, usted está a cargo del escuadrón.
Disparé y todos vieron que el capitán caí muerto al suelo. El médico se acercó para ver que efectivamente había sido infectado ya que se lo advertí para evitar que me dispararan por traición. No había opción, no podía matar a otro amigo reanimado. No después de lo de Jonathan.
De los 50 soldados, solo volvimos 15. De los cuales 5 pertenecían a lo que restaba del escuadrón. Finalmente llegamos al cuartel, nos abrieron las puertas y solo se aseguraron de que no estuviéramos infectados. Con los soldados no había semana de cuarentena ya que en cada escuadrón había un médico.
Al cabo de unas horas visité a mi padre en la zona de cuarentena. Y le pregunté de cómo sobrevivieron todo este tiempo allá afuera.
- Papá, dime, ¿cómo es que le hicieron para sobrevivir este tiempo?
- Bueno hijo, es una larga historia. Pero intentaré resumirla. Tras ir por los suministros a Córdoba empezaron a haber disturbios. A penas pudimos salir del supermercado. Tras varios días en la carretera debido al tráfico y demás circunstancias pudimos llegar a Coatzacoalcos. Por la radio nos enteramos de que había una zona de seguridad por allá. Y así fue efectivamente, los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Fueron 5 años que parecieran que volaron. Un día fuimos rodeados por infectados y las defensas cayeron. Solo una tercera parte de nosotros sobrevivimos y por los soldados que iban con nosotros nos enteramos de este lugar. Llegamos, nos escoltaron y te encontramos.
- ¿Por mi escopeta?
- Para iniciar es mía, yo la compré. Como olvidar algo que me costó más de 10,000 pesos.
- ¿Y por qué la mano?
- Para asegurarme de qué efectivamente eras tú. Un padre nunca olvida a su hijo.
- Je, ok papá. Vendré mañana, deberías de descansar, digo aquí no hay muchas cosas que puedas hacer.
- Sale hijo, descansa.
Ya empezaba a atardecer y se acercaba la hora de la cena. Así que fui a dejar mi escopeta a la habitación y bajé de nuevo para comer. Después de una hora terminé. Me confirmaron que mañana sería el funeral de los caídos. Solo se enterrarían los cadáveres que pudimos recuperar. Me dijeron que yo daría un discurso en honor al capitán Méndez. Acepté obviamente.
Volví a mi habitación y cuando eran aproximadamente las 10 de la noche pude conciliar al sueño.
Durante el funeral...
Después de despedir a los caídos, era mi turno de dar el discurso.
- Buenos días, se me pidió a mí dar un discurso en honor al dirigente de esta misión: el capitán Méndez. Durante mis 3 años de servicio bajo su mando, puedo decir que fueron los mejores momentos desde que inició todo esto. Aún en sus últimos momentos, siempre desempeñó muy bien su papel de dirigir a nuestro escuadrón. Tengo que decirles la verdad a todos ustedes, yo lo maté. Así es, ya me escucharon, yo acabé con la vida del capitán Méndez. Había sido infectado y me pidió ejecutarlo, pero esa no fue su última orden. Me pidió que yo dirigiera al escuadrón. Yo tampoco me lo creía, pero así es. Concluyo con sus últimas palabras, que han quedado grabadas en mi mente: “Usted será un gran líder, se lo aseguro. A partir de ahora, usted está a cargo del escuadrón”. Muchas gracias por su atención.
- Muchas gracias, sargento Gutiérrez…
Ahora yo dirigía al equipo, a los que sobrevivieron. Éramos 5, eso era lo que quedaba del quinto escuadrón de infantería. Ya era sargento y por lo tanto líder del equipo. Ese era el deseo de Méndez.
Terminó la ceremonia y todos volvimos a nuestros puestos. Yo fui a mi departamento a limpiar mis armas y preparar mi munición porque sé que dentro de poco tendríamos que volver a salir.
Y las horas pasaron y pasaron, el día pareciera no tener fin. Hasta que vino la noche y me dirigí a la cafetería para cenar. No pude ignorar las miradas de mis camaradas, sus miradas de desprecio por el asesinato del capitán. Algunos se rehusaban a aceptar la verdad de la situación, creían que había sido homicidio para asumir el mando por los rumores que llegaron a mis oídos.
Estaba comiendo con mi escuadrón, de los pocos que no me odiaban ya que ellos sabían perfectamente que yo no mentía, cuando la aparente calma fue interrumpida por un estallido espontáneo de violencia en el edificio.
Una mujer entró con un rifle de asalto y gritando incoherencias que nadie logró entender empezó a disparar a diestra y siniestra contra cualquier ser vivo que viera. Rápidamente mis hombres y yo nos pusimos a cubierto debajo de las mesas. Rápidamente desenfundé mi revólver que siempre cargaba conmigo, me levanté y disparé los 6 tiros a la atacante directo al pecho. La mujer cayó muerta.
Nos acercamos todos los que estábamos en el lugar. Pude reconocer a la mujer, era la esposa del capitán Méndez. Él me la presentó hace un par de años cuando fui a su casa que me invitó a comer. Asumimos que estaba enfadada por la muerte de su esposo y buscaba venganza en un ataque de histeria.
Le informamos al alto mando sobre el ataque a la cafetería. La identidad del atacante y bajas resultantes. Mató a 10 de los nuestros, una lástima. Mañana se realizarían los entierros. Maldición, un funeral detrás de otro, hacía tiempo que este tipo de mierdas no pasaban por aquí.
Tras unas horas de espera, volví a mi cuarto como a la medianoche. Pensé sobre el asunto y decidí no ir al funeral de mañana. Debido a que mi sola presencia podría provocar más disturbios.
Ha amanecido, no me han informado de ninguna misión para hoy. Quizás las cosas ya se hayan tranquilizado. Debería de descansar un tiempo, hasta que las cosas se tranquilicen.
Algunos días después...
Hoy mi familia ya podrá irse del área de cuarentena. Me informaron que ninguno padecía síntomas del virus y se les asignaría una vivienda hoy. También de que debido a la sobra de espacio en mi edificio vivirían a unos pisos arriba del mío. Mediante un acuerdo con administración mi hermano viviría conmigo mientras que mis padres en otro departamento.
Los recogí y los introduje al edificio departamental. Les informé que sus armas se quedarían conmigo, ya que solo las fuerzas federales podrían tener armas en sus viviendas. A pesar de todo, les di a mis padres las escopetas superpuestas y todas las armas cortas menos las que eran de calibre .38. Y un rifle que es calibre .22. Además de una cantidad considerable de munición para todas las armas. En caso de emergencia, digo.
Fui con mi hermano y le di la bienvenida a mi departamento. Le dije que podría dormir en otra cama que sobraba. Además tuve que guardar las armas que eran de mi familia, ahora tenía muchas más armas. Haciendo un recuento ahora poseía lo siguiente, entre todos es:
• Escopeta de bombeo
• Escopeta semiautomática
• 2 escopetas superpuestas
• Rifle de alto poder 30.06 de cerrojo
• Rifle .22 semiautomático
• 2 revólveres calibre .38
• 3 pistolas calibre .22
• 1 pistola calibre .25
Por lo tanto mi hermano y yo nos quedamos con la escopeta de bombeo y la semiautomática. Los revólveres .38 y el rifle de alto poder. Suficiente para nosotros, además al ser soldado puedo requerir de cualquier cantidad de munición. Y poseer cualquier arma que se me otorgue o requiera. Además poseo el revólver .357 de Méndez, el mismo que use para darle paz.
No me gusta usar armas automáticas como los rifles de asalto o los fusiles de combate. Tampoco estoy habituado a las pistolas semiautomáticas, ninguna de esas armas. Pueden encasquillarse y si se traban en un momento de urgente necesidad, estaré jodido. Por eso opino que las mejores tecnologías de armas son los sistemas de bombeo, revólver o cerrojo. Rara vez se encasquillan. Además el mantenimiento de las armas automáticas y semiautomáticas es más complejo.
Dejando a un lado el tema de las armas, he de admitir que todo ha marchado bien. No ha habido conflictos en la zona, ni por parte de humanos ni zombies. Eso es bueno, quizás las cosas se mantengan así por un buen rato.
Semanas después...
Todo ha marchado a la perfección. Desde que yo empecé a dirigir al quinto escuadrón de infantería no hemos sufrido bajas. A pesar del reclutamiento de nuevos soldados, apenas somos una decena de soldados. Antes éramos casi 20, pero desde el día del subterráneo nuestro número bajó debido a las muertes ocurridas ese día.
Siguiendo, esperamos mañana recibir una transferencia de otro regimiento a mi equipo. Un soldado raso, es mejor que nada. Mi hermano me ha comentado que quiere unirse al ejército al igual que yo, a pesar de mis advertencias y las de nuestros padres sobre el peligro que los soldados corremos allá afuera él sigue queriendo ser parte de las tropas.
Le he dicho que si se unirá al ejército será adjuntado a mi escuadrón. Aceptó y hoy mismo nos hemos ido a las oficinas de reclutamiento del ejército. Fue aceptado y mediante un acuerdo con administración lo han transferido al quinto escuadrón de infantería. Tan siquiera lo podré cuidar, aunque es mayor pero yo soy su teniente - así es, ya soy oficial -y líder del equipo así que tendrá que seguir mis órdenes.
Mañana serán incorporados a mi escuadrón mi hermano y el otro soldado. Con ser 12 soldados es suficiente para mí, suficiente para llenar dos camionetas. Entre más hombres bajo mi mando mejor.
Ahorita que recuerdo la situación nacional empieza a mejorar. Iniciando aquí en la capital hemos recuperado aproximadamente un 60% de la ciudad, según estadísticas realizadas por los analistas militares para final de este año, dígase como en 6 meses, habremos recuperado en su totalidad al Distrito Federal. Esto debido al recibimiento de más gente teniendo como consecuencia un proporcional aumento de gente en las tropas.
Varias ciudades porteñas han sido recuperadas debido al envío de tropas y rescate de varia gente que también se han unido a nuestras filas. Estas acciones se repiten en varios estados y ciudades del país. Se han reforzado las defensas en el norte, además hemos recibido noticias del extranjero. En Dallas, Texas la ciudad se encuentra asegurada por lo que queda de la Guardia Nacional estadounidense en colaboración con la policía del condado y estatal. Mantienen contacto con la ciudad de Monterrey. Nuevas fuentes sugieren el desarrollo de una vacuna contra esta enfermedad. Sé que suena descabellado, pero si eso es cierto es posible de que esto acabe.
Ojalá sea cierto y se puedan salvar varias vidas. Hemos escuchado que en las zonas nortes del mundo aprovechando las condiciones climáticas extremas friolentas los zombies son más lentos y por lo tanto más fáciles de eliminar. Facilitando la recuperación de varias partes del globo. Me alegro de que otros hagan avances en la recuperación de su territorio.
Te has de preguntar cómo es que recibimos noticias internacionales. Bueno, mediante el aseguramiento de varios lugares con avanzados equipos de comunicación que tienen alcances increíbles recibimos información de varias partes del mundo.
Me he enterado por otros compañeros de que el Alto Mando planea mandar tropas de aquí hacia el extranjero para apoyar la recuperación de territorio foráneo. Tanto al norte por Monterrey rumbo a Dallas para dirigirse a otras partes del estado y de Norteamérica. Como al sur hacia Centroamérica y Sudamérica ya que se ha recuperado casi en su totalidad a Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas.
Ya se han hecho acuerdos con los mandos de Monterrey y Tuxtla para que algunos escuadrones sean enviados. Me encuentro bien defendiendo la capital pero si es necesario irme a otro lugar, tendré que ir. Es mi deber como soldado, en estos momentos no puedo desertar y esconderme en una agujero esperando sobrevivir solo alejado de la sociedad.
Dejemos de lado eso y mejor enfoquémonos en lo nuestro. He recibido noticias de mis superiores, quieren que mi escuadrón se dirija a los límites de la ciudad, uno de nuestros destacamentos está siendo asediado por una centena de no muertos. Seremos acompañados por otro escuadrón, el vigésimo escuadrón de infantería, he escuchado que tienen a los mejores francotiradores de la marina, así es, pelearemos junto a marinos.
Inmediatamente aviso a mis soldados por la radio de que nos veremos en la entrada de Los Pinos esperando al otro grupo. Inmediatamente agarro mi escopeta y mi revólver .38 para ir a la misión. Bajo las escaleras sino antes despedirme de mis padres, llegó donde nos esperan unas 2 camionetas Chevrolet Suburban para llevarnos al lugar.
Ya estaban ahí los del vigésimo escuadrón, su líder el capitán Rodríguez me esperaba para saludarme. La misión estaría a su mando, acepté y me subí en una de las camionetas. Cada una para uno de los regimientos, éramos 12 por cada escuadrón así que si cabíamos todos en una sola camioneta. Más el peso de las armas, gasolina y demás suministros, si sumábamos alrededor de tonelada y media cada camioneta, pero si aguantaban. Y arrancamos.
El destacamento queda como a un kilómetro y medio aproximadamente, tardaríamos como una hora y media para llegar al lugar. Me sorprende que a pesar de nuestros esfuerzos, ocasionalmente nos encontremos con una que otra congregación de infectados. Parecen no acabarse, aunque pareciera que empezamos a ganar esta guerra que libramos cada día contra los zombies, no es suficiente, necesitamos dar lo mejor de nosotros.
Pasó muy rápido el tiempo y nos encontramos frente al destacamento. No es grande, ese lugar antes era una escuela pública, podemos ver como los más de 100 no muertos se pegan a las rejas. Quisieran tumbarlas, según los informes, se les agotaron las municiones así que solo pudieron llamar por refuerzos.
El capitán Rodríguez me informa que sus francotiradores se pondrán posicionarán por todos los edificios que rodean a la escuela y darnos fuego de cobertura mientras que nosotros nos adentramos en la zona para rescatar a los soldados atrapados. Había alrededor de 6 edificios, así que eran 2 por cada uno. Mis soldados se preparaban ya para el combate en lo que los marinos se posicionaban.
Mi hermano llevaba consigo la escopeta semiautomática y un revólver calibre .38 Special de 5 tiros. Él, al igual que yo crecimos con escopetas y eran nuestra especialidad. Mientras que los demás soldados usaban rifles de asalto nosotros éramos los escopeteros. Ya que todos nos encontrábamos listos empezamos a marchar hacia la horda.
En lo que nos dirigíamos hacia nuestro destino se escuchaban los disparos de los francotiradores del capitán Rodríguez y podía ver como uno a uno empezaban a caer cuerpos. Ya que una vez quedaban solamente como dos terceras partes de los no muertos abrimos fuego.
Sin fallar ni un solo tiro mi tropa acabó con todos los no muertos de la zona. Desde los edificios pudimos ver como los soldados empezaban a salir. La misión había sido un éxito y sin sufrir bajas. Les entregamos algunas municiones en lo que esperaban otra llegada de suministros y nos retiramos.
Para el anochecer ya nos encontrábamos cada uno de nosotros en nuestras camas. Ya llegada la medianoche soy despertado por un golpe en mi puerta. Agarró mi revólver y abro la puerta para encontrar un sobre con un sello con el escudo mexicano. Abro el sobre que contiene una carta que dice:
“Teniente Gutiérrez:
Se le informa que bajo órdenes directas del Alto Mando. El quinto escuadrón de infantería del Ejército Mexicano ha sido escogido para ser transportado y suministrar apoyo al territorio de Dallas, Texas en apoyo a la nación estadounidense. Su equipo se ha de presentar en dos días en la residencia presidencial de Los Pinos a las 7:00 a.m. donde serán escoltados hacia la ciudad de Monterrey, Nuevo León por el vigésimo escuadrón de infantería de la Marina Mexicana al mando del capitán R. Rodríguez donde se hospedaran en el Tecnológico de Monterrey a espera de ser dirigidos a Dallas. Su tiempo de estadía en territorio foráneo será de un mes hasta que otras tropas lleguen y puedan volver a la capital. Esta carta ha sido enviada a los demás miembros de su escuadrón para que todos estén informados. Es imperativo que su misión permanezca en absoluto secreto.
Atte. General Guzmán.”
Genial, jodidamente genial, si era cierto. Ahora tendremos que irnos a Estados Unidos por un mes. De todos los jodidos equipos del ejército nosotros tuvimos que ser elegidos. Digo, tiene más de 5 años que no salgo de la capital. La última vez fue cuando vine de Veracruz hacia acá, pero un viaje Veracruz – México es de aproximadamente 5 o 6 horas a lo mucho en buenas condiciones.
Pero de la Ciudad de México a Monterrey nos tomaremos uno o dos días, con suerte. Y luego salir de Monterrey a Dallas súmale otro par de días. A lo mucho nos tomaremos una semana en llegar a Texas, más otro mes de estadía allá y de regreso. 6 semanas fuera, eso es mucho tiempo. Ahora más que nunca, el tiempo es nuestro tesoro más preciado.
Hoy es sábado, así que por lo tanto saldremos el lunes. Estamos a mediados noviembre, regresaremos para Año Nuevo. Las condiciones climáticas no son tan favorables en el norte. Mucho calor en día y un frío increíble por las noches. A ver si no nos enfermamos por los súbitos cambios de temperatura.
Debería de ir a pedir a la armería un montón de munición para el viaje. Ahora los suministros, un viaje de una semana para 25 hombres, son mucha agua y comida. Carajo, necesitaríamos toda una camioneta solamente para munición y provisiones.
Quizás seamos como 3 o hasta 5 camionetas de ser necesario. Eso bastará para que nosotros y la escolta viajemos a Nuevo León. Será un viaje largo, digo, un par de días en el camino expuesto a asaltantes y hordas de zombies no es cualquier cosa. Dejemos este asunto de lado, mañana le comunicaré a mi hermano y nos prepararemos para el viaje.
A la mañana siguiente...
Le he comunicado a mi hermano de nuestra misión en Estados Unidos. Lo ha tomado bien. Ya les avisamos a nuestros padres, solo nos advirtieron que tuviéramos cuidado. Les entregué el rifle de alto poder para que lo guardaran mientras estuviéramos fuera.
Nos hemos pasado la mañana preparando las armas. Les dimos mantenimiento, fuimos por las municiones. En la comandancia me informaron que nos entregarían uniformes al escuadrón diseñados para climas desérticos.
Son una especie de tela fresca pero que a la vez cubre todo. Una combinación entre seda y lino, no sé, no es mi especialidad esto. Es resistente, además de un camuflaje para el desierto. No es contra los zombies, es contra los humanos. Además nos entregaron gafas para la arena, pero nosotros llevamos de por sí lentes para el sol.
Me informaron que los vehículos y las provisiones y municiones ya estaban listos. Estaban en la zona militar. Eran un par de camionetas pick-up Ford Lobo Tritón doble cabina y una Chevrolet Suburban, todas con aditamentos como defensa, faros de niebla, con un camuflaje para el desierto y todas con tracción 4x4, una chulada de vehículos.
En cuanto a suministros había grandes cantidades de envases con agua, aproximadamente eran como 250 litros de agua, un montón de alimentos envasados y alrededor de 5,000 municiones para ambos escuadrones. Las provisiones irían en la Suburban para evitar exponerlas al azotador sol del desierto norteño, ahí iríamos los líderes de la misión acompañados de un miembro de nuestra selección cada uno y los demás en las pick-up.
Somos 25 personas para esta misión. Nos dijeron que solo mi escuadrón iría a Dallas, los marinos regresarían a la capital para seguir escoltando a futuros grupos. Los regiomontanos nos darían vehículos y otra escolta para Texas. Además de rellenar nuestras provisiones.
Dios, el tiempo vuela hoy en día. Ya está anocheciendo y tengo que presentarme a primera hora de la mañana junto a mi equipo. Los visité y les recordé sobre la puntualidad para esta expedición. Mejor preparo mis ropas y armas para mañana, el tiempo es oro.
El día del viaje...
Ya es hora. Mi reloj marca las 5 de la mañana, debo de desayunar, creo que el comedor ya estará abierto. Mi hermano me ha ganado y me ha dejado una nota diciéndome que ya fue a desayunar. Que me verá en Los Pinos, ya se ha despedido de nuestros padres. Bueno, ya estoy listo junto con mis armas, he de despedirme de mis padres.
Toco su puerta del departamento y abre mi papá:
- Lucio, hijo mío, ¿qué necesitas?
- Nada papá, vine a despedirme de ustedes.
- Está bien hijo, cuídense. Esperamos verlos aquí a ambos el mes que viene.
- ¿Y mamá?
- Dormida, mejor no la despiertes. Yo le diré que viniste a despedirte.
- Está bien, hasta luego papá, cuídense ustedes también.
- Lo haremos, hasta luego hijo y buen viaje.
- Adiós papá.
Son las 5:30, debería de tragar algo. Mi estómago está que ruge como león. En el comedor me encuentro con algunos miembros de la expedición, tanto de mi escuadrón como los del capitán Rodríguez. Desayunamos todos juntos y hablamos sobre trivialidades de la vida. Después de un ameno desayuno me despido para caminar y empezar a digerir la comida.
En mi caminata por la ciudad, cerca de la zona militar escucho un grito de auxilio. Corro para encontrar a una mujer intentando ser devorada por un no muerto. Al instante lo muevo de encima y le aplasto la cabeza. Le pregunto a la mujer si la mordieron y me dice que no. Llamo por radio a los de Salud para que se deshagan del cuerpo. Me hacen unas preguntas y se van.
No sé cómo es que esto ocurrió. Se me hace raro de que un infectado se haya filtrado por nuestros parámetros de seguridad. Pero eso ahora no importa, un error puede ocurrir de vez en cuando, al menos esta vez nadie salió herido. Veo que faltan 15 minutos para las 7. Me empiezo a mover y mediante la radio mi equipo confirma que ya están allá junto a los marinos, incluso mi hermano llegó. Ahora yo seré el impuntual.
Llegó a un minuto antes de las 7, ya estaban todos ahí. Nuestro jefe, el general Guzmán nos informa sobre la misión. Medidas de seguridad, ruta, todo. Después de una charla de 10 minutos nos subimos a los vehículos, escojo a mi hermano para que me acompañe junto al capitán Rodríguez. Y arrancamos.
Actualmente, estamos ya fuera de la Ciudad de México y estamos a punto de entrar en el estado de Hidalgo y el capitán me entabla conversación:
- Teniente Gutiérrez, ¿por qué la demora en llegar al punto de encuentro?
- Un problema con un infectado.
- ¿Un infectado? ¡Inconcebible! Nuestras medidas de seguridad son de lo más rigurosas.
- Yo igual pensaba eso, hasta que lo vi. Tendría que estar ahí para creerme. Hasta me entrevistaron los del sector Salud de la zona.
- Si lo que usted me cuenta es cierto, espero que no ocurra algún brote en la capital.
- Ojalá y no capitán, pero lo dudo.
- Espero sea así teniente.
- Una pregunta, ¿cuál es su nombre completo? Esa información no ha de ser clasificada.
- Raúl Rodríguez Robles, me apodan el ecológico.
- ¿El ecológico, porqué ese apodo capitán?
- Por mis iniciales, la regla de las 3R: Reciclar, reusar y reducir.
- Ja, que hilarante. Perdón si le he faltado el respeto capitán.
- No se moleste, ya me acostumbre. Y una cosa más teniente.
- ¿Mande?
- No me diga más capitán o capitán Rodríguez, solo Raúl.
- Lo haré, capi, digo Raúl.
- Je, está bien. Y ahora, si no fuera mucha molestia, ¿cómo se llama usted teniente?
- Lucio Joaquín Gutiérrez Urbina.
- Urbina, ¿qué ese apellido no es de la zona de Andorra?
- Cerca, más bien Francia. Mi abuela me contaba que mi tatarabuelo vino con Maximiliano de Habsburgo a México a mediados del siglo XIX.
- Su familia tiene historia teniente. ¿No sabe de algo más sobre su pasado familiar?
- Bueno, siempre hemos sabido de que tengo ascendencia africana por parte de mi abuelo materno. No sé de qué parte de África, pero de por ahí.
- Interesante. Dígame, ¿algún familiar suyo ha trabajado para las autoridades?
- Mi abuelo paterno fue soldado durante 6 años. Sirvió en varias partes de Veracruz en los montes buscando a los ladrones de ganado. Además él fue maestro y orador en discursos políticos en Coatzacoalcos.
- Bueno, pues ahora es su turno de servir al país teniente. No le molesta si le llamo Lucio, ¿verdad?
- No hay problema, así me solían decir en la adolescencia. ¿Y usted, cuál es su historia?
- No es la gran cosa, soy tan mestizo como la mayoría de los mexicanos. Nací y crecí en el Distrito Federal, a los 18 años me enlisté en la Academia Naval y durante años serví como marino. Al poco tiempo de ser ascendido a capitán toda esta locura comenzó.
- Guau, usted también tiene un pasado. Por cierto, ¿ya le presenté a mi hermano Luis Martín?
- No, un placer conocerlo joven. Se me hace irónico de que el hermano menor ahora de órdenes al mayor, la balanza ha cambiado. Pero la vida actúa de maneras misteriosas.
- Opino lo mismo. Bueno, Raúl, despiérteme cuando empiece a atardecer.
- Descanse, usted no se preocupe, esto no irá a mi reporte.
A las pocas horas me encuentro despierto por la carretera con un entorno que pareciera entre húmedo y seco, así como Puebla, pero no es Puebla. Entonces le pregunto al capitán:
- Raúl, ¿dónde estamos?
- Buenas tardes Lucio, creíamos que ya se había convertido en zombie. Según los letreros que hemos visto estamos en el estado de Hidalgo, creo que para cuando sea medianoche estaremos en San Luis Potosí y con suerte para mañana en la noche estemos en Monterrey, eso espero.
- Pues ojalá y sí. Oiga, si quiere yo conduzco cuando le empiece a dar sueño. Usted solo me avisa.
- Está bien.
- Se me hace raro no encontrar salteadores por acá, por este camino siempre hubo problemas criminales y cuando la civilización se derrumbó este lugar se debería de haber ido a la mierda.
- Lo sé, igual me sorprende. Quizás fueron devorados por los infectados, no sé. En más de 5 años varias cosas pueden ocurrir. Entre menos problemas tengamos más fácil será nuestra llegada.
- Pues sí.
Y las horas pasaron. Hasta cierto punto no había nada de emoción hasta que vi en mi reloj que marcaba la medianoche y todos los vehículos pararon. Era el cambio de conductor, ahora yo iba a manejar hasta que fuera mediodía.
Conduje durante varias horas, hasta cierto punto fueron horas muy aburridas y entonces observo que empieza a salir el Sol por el horizonte. Es hermoso he de admitirlo, en un mundo como el de hoy hay que disfrutar las pequeñas cosas: un dulce, una siesta, un amanecer, cualquier cosa es buena.
Por las señales que he visto en el camino estamos a punto de entrar en el estado de Nuevo León, quizás llegamos en la tarde a la capital norteña, estos asientos me empiezan a lastimar los glúteos. Me estoy cansando de estar sentado.
Las horas están que vuelan y entonces veo a lo lejos la ciudad. Pero hay algo que nunca esperamos. En la entrada hay una gran manada de zombies, como 500. Es una gran mancha y espero que las municiones alcancen. Les aviso a todos por las radios de que paren los vehículos.
Despierto al capitán que aún seguía dormido y nos bajamos de las camionetas. Y empezamos a elaborar un plan para solucionar nuestro problema:
- Esto es lo que haremos. Nos acercaremos como a unos 200 metros de la horda de infectados. Paramos los vehículos y mis francotiradores les darán fuego de cobertura a su escuadrón teniente. Usted se establecen a no más de 100 metros, 75 como máximo para acabar con los zombies. Formen 2 filas, unos disparan mientras que los otros se preparan, se les acaban las municiones y recargan. Así hasta que acabemos con esto. Llévense una de las pick-up para la munición. ¿Entendido? Bien. Vamos en marcha, carguen su munición soldados, francotiradores, vengan conmigo.
Ese es el plan. Igual que la última ocasión que ambos escuadrones colaboramos. Ellos disparan a la distancia y nosotros matamos en primera fila.
Ya ha pasado una hora y nuestras municiones están en una de las Lobo. Nos subimos a ella y conduzco con todos mis soldados rumbo a la manada. Mientras conduzco escucho ráfagas, de balas. Mi hermano me confirma por los binoculares de que los infectados empiezan a caer, que buena puntería tienen los hombres del capitán. Los mejores francotiradores de la marina.
Estamos como a 100 metros de ellos y siguen cayendo, uno por uno. No me metería con estos hombres, tienen una muy certera puntería. Qué bueno es tenerlos de nuestro lado. Los soldados empiezan a cargar municiones y rápidamente preparan sus armas y el tiroteo empieza. Yo igual preparo mi escopeta y me acercó más por el flanco izquierdo y mi hermano por el derecho, las escopetas son armas de corto alcance, su rango de efectividad no supera los 75 metros. A menos que sean balas rasas, pero de esas no tenemos.
Llevo horas disparando y la mancha no parece acabar. Es más, parece que ahora son más, ¿de dónde carajos saldrán tantos no muertos? Pero ahorita mi enfoque es el de acabar con ellos, no puedo perder el tiempo. En estos momentos ningún cartucho debe de ser desperdiciado.
Ya no tengo más cartuchos en mis bolsas. Tendré que usar el revólver. No me gusta usar el arma reglamentaria, se puede encasquillar. Veo que ya solo quedan como 200 zombies. Dos quintas pares, con eso bastan. Cuando finalmente tras media hora de disparos, el último zombie cae muerto al suelo. Hemos ganado.
Volvemos a la Lobo y nos reunimos con los marinos. Tras hacer un recuento del inventario, hemos gastado como el 30% de nuestras municiones. Una cantidad considerable en tan solo unas horas. Por la posición del Sol determino que son aproximadamente las 5 de la tarde. Nos quedan un par de horas de luz, tenemos que aprovecharlas. Tardaremos como 1 hora en llegar a la zona segura. Volvemos a las camionetas y rodeamos a la mancha de cadáveres. Tuvimos suerte esta vez, pero para otra ocasión quizás no sea así.
-Raúl, ¿el refugio que tan lejos se encuentra?
-No mucho, con suerte llegamos en 1 hora o quizás menos si tomamos atajos. Pero considerando que Monterrey es una ciudad grande y por lo tanto de gran población, quizás esta podría ser nuestra primera horda de no muertos.
-Maldición, es cierto. Deberíamos de prepararnos para cualquier situación.
-Así es. Pero ahorita solo concéntrese en llegar a la zona segura.
Hemos conducido como por media hora y no nos hemos topado con muchos zombies. Máximo con 100 en todo el trayecto, quizás los soldados de la zona ya hayan limpiado a gran parte. Y no solo ellos. Sino mal recuerdo Monterrey era una de las ciudades con mayores tasas de criminalidad antes de que todo esto aconteciera.
A pesar de que tres cuartas partes de la ciudad han sido aseguradas, la entrada no está del todo asegurada. Entre criminales y hordas no es tarea fácil en esta zona.
Son las 5:45 marca mi reloj y no hemos visto gran actividad. Abatimos a un cabrón, traía una AK-47, buena arma, pero que mala puntería. Azotó como res. Lo revisamos y nos quedamos con su fusil y una calibre .45 ACP que traía consigo. No traía nada más de utilidad. Ahí lo dejamos para que los zombies merienden.
Finalmente veo el Tecnológico de Monterrey. Es hermoso, rodeado por murallas de neumáticos vigiladas por soldados y marinos del lugar. Nos identifican y nos dejan entrar. Paramos las camionetas y nos piden que bajemos para que nos hagan un chequeo médico. Nos revisan y no había ninguna anomalía así que pasamos directo a la dirección del instituto.
Nos presentan al encargado de la zona. Y nos da un salón para descansar. Nos avisa que mi pelotón parte mañana por la mañana. Nos estarán esperando en la entrada del instituto un par de Suburban. Nuestras municiones serán puestas en una de las camionetas, una es para mí escuadrón y otra para la escolta. Nos preparamos para dormir, han sido días agotadores. Y como tronco, caigo al suelo.
Horas después...
He tenido un sueño un poco extraño. Más bien pareciera ser una premonición. Estaba solo por la carretera, había mucha maleza. Llevaba conmigo un fusil de cerrojo en mano, un par de escopetas superpuestas recortadas a los costados, un par de revólveres en el cinturón con tres carretillas de munición. En ropas un poco viejas, con sombrero y lentes de sol. Con un machete enfundado y otro oculto. Los infectados pasaban a mi lado y no me notaban. Pareciera ser invisible. Cuando veo una ciudad, parecía ser Fortín. Pero no es como cuando yo me fui, pareciera que todo ha cambiado. La renovaron, no hay infección. De repente despierto.
Veo que el Sol empieza a asomarse entre los edificios. Despierto a mi escuadrón y nos vestimos y agarramos nuestras armas. Empezamos nuestra caminata rumbo a la entrada de la zona para partir a Dallas.
Llegamos y justo a las 7 de la mañana llegaron el escuadrón de escolta. Eran unos soldados dirigidos por su líder, el capitán Alfredo Solís. Nos presentamos y nos subimos a los vehículos y partimos rumbo a Texas. Me informaron que el capitán Robles y su escuadrón serían escoltados a las afueras de Monterrey hoy en la tarde, que mal que no me pude despedir de Raúl, ojalá llegue con bien al D.F.
Arrancamos y nos directo a la frontera. Por la radio me avisan que máximo tardamos un día en llegar a la ciudad. El trayecto no es tan largo. Con suerte al anochecer ya estaremos allá. Mi hermano toma una siesta mientras yo conduzco. Mis soldados empiezan a descansar, se lo merecen después de la matanza de ayer.
Hemos pasado por varios pueblos, la vida en la frontera es indescriptible. Nunca había visto tanto caos en mi vida. Las pequeñas ciudades son ruinas, los edificios todos destruidos, autos chocados, restos de cuerpos esparcidos por todas partes. Es horrible, nunca había visto tanta muerte desde que todo esto inició. Niños, mujeres, ancianos, los infectados no tuvieron piedad. La civilización se ha derrumbado.
Tras varias horas de viaje vemos los puestos que delimitan la frontera México-Estados Unidos. Les sugiero que revisemos los edificios, puede que haya armas. Los de la frontera siempre tenían armas. Bajamos de las camionetas y empezamos a explorar.
No encontramos cadáveres, pero si la armería. Aunque estaba casi vacía. Había un par de escopetas Benelli M4 y unos 3 fusiles M-16, además de una pistola calibre .40 S&W con munición para todas las armas, no mucha pero algo. Los regiomontanos se quedaron con los fusiles y nosotros con las escopetas y la pistola.
Volvimos a los vehículos. Y partimos de vuelta hacia nuestro rumbo. El viaje ha sido relativamente tranquilo. De repente veo que la Suburban de nuestros aliados explota. De la nada, sé que es difícil de creer. Pero pronto me doy cuenta de que empieza a haber tiros. Mi escuadrón y yo nos ponemos a cubierto tras los restos de la camioneta.
Nuestro francotirador nos divisa que tras una edificación del tamaño de una cabecera municipal hay unos hombres fuertemente armados. Les digo que tras las ventanas de la camioneta disparen. Y así empieza uno de nuestros tiroteos más decisivos.
Ha pasado media hora y me confirman que ya han eliminado alrededor de la mitad de los soldados. He perdido a dos de mis hombres, recibieron un tiro en la cabeza. Decido tomar una de sus armas y reemplazarlos en el tiroteo. 15 minutos después el fuego ha cesado. Les digo que vayamos a checar el lugar para asegurarnos de que no quede ningún sobreviviente.
Les he ordenado que cualquiera que haya sobrevivido lo traigan frente al edificio, yo decidiré que hacer. No los maten a menos que los ataquen. Entro en el lugar con mi escopeta y encuentro a unos 4 sobrevivientes malheridos, les digo que los lleven. Seguimos examinando pero no encontramos nada, solo sus armas que nos llevamos. Cualquier cosa es buena. Encuentro un AK-47 con un aditamento de lanzagranadas, veo que lo dispararon hace poco. Ésta debió de ser el arma que asesinó a nuestros aliados.
De los 20 atacantes solo sobrevivieron unos 7. Los ponen en el piso. Todos agonizando, suplicando piedad. Entonces digo:
- Luis, dame tu cuchillo.
- Ten hermano.
- Gracias. Ahora, solo mi hermano se quedará conmigo. Los demás vuelvan a la camioneta a esperar. Hagan un inventario. No tardaré más de 15 minutos, ¿vale? Bien, vayan.
Una vez que se fueron empiezo mi venganza.
- Bien, bien hijos de su chingada madre. Ustedes no solo mataron a un escuadrón de buenos soldados. Sino que también asesinaron a dos de mis hombres. Y por lo tanto tienen que pagar. Empecemos. Je…
Empiezo a apuñalarlos lentamente a uno por uno. Me aseguro que cada uno vea su destino. He de admitir, que lo disfruto. La venganza es un plato que se sirve mejor frío. Finalmente al último lo dejo vivir pero le corto los pies y las manos. Lo dejo frente a la casa desangrándose pero antes efectuó unos tiros al aire para atraer a los zombies para que se den un aperitivo. Y empiezo a ver como se acerca una pareja de infectados.
- Ten hermano. Gracias, ahora haz de cuenta que nunca viste esto. Vamos.
Hemos vuelto a la camioneta. Pero antes dimos un entierro a nuestros compañeros caídos. En cuanto nos dimos cuenta ya eran aproximadamente las 5 de la tarde. De acuerdo con el mapa que anteriormente nos habían proporcionado la ciudad de Dallas queda a unas 4 horas de nuestra posición. Con suerte llegaremos antes de la medianoche. Arranco la camioneta y seguimos nuestro rumbo.
Horas después...
El reloj de la camioneta marca las 11 de la noche y no hemos visto rastro alguno de civilización. El clima texano es muy seco y árido. Como Tlaxcala, tiene años que no voy a ese estado. Qué bonito. Veo una colina, quizás sea pesado subirla pero si podemos.
Al subir no puedo creo lo que estoy viendo. Una ciudad, es Dallas. Es un brillo de esperanza en este mar nocturno de oscuridad. Es simplemente encantador. Pero tenemos que apurarnos, entre más tarde más se nos dificultará acceder al lugar debido a que un gran grupo de infectados rodea la muralla hambrientos por carne humana.
Les digo que se agarren fuertes pues voy a acelerar a toda velocidad. Bajamos rápidamente la colina y quedamos a unos 60 metros de la hilera de infectados. Bajamos cajas de municiones y empezamos a matar a diestra y siniestra.
No sé cuánto tiempo ha pasado pero puedo asegurar de que hemos gastado mucha munición y la oleada ha disminuido en un 80% pero siguen quedando algunos. Inmediatamente les ordeno de que suban a la camioneta, vamos a derribarlos.
Unos soldados me informan que nos queda muy poca munición. Mientras mi hermano se comunica por la radio de corto alcance y les explica en inglés a los texanos de que se preparen, vamos a entrar. Le informan de que nos darán fuego de cobertura. Las puertas se abrirán en 5 minutos. Confirmo la orden y acelero para derribar a los zombies.
Apenas hemos podido pasar. Qué bueno que esta camioneta fue modificada para trabajo pesado. Estamos frente a la puerta y solo han pasado 3 minutos, tenemos que esperar otro par de minutos.
Les doy la orden de que adopten posición de combate y hacemos un semicírculo alrededor de la entrada a la ciudad. 7 nos estamos alrededor mientras que el resto está en el techo de la camioneta haciendo de francotiradores. Mientras los gringos nos dan fuego de cobertura desde lo alto.
Lo hemos logrado. Se ha acabado. No queda ni un solo infectado deambulando. Y lo escucho, las puertas se empiezan a abrir. Estamos salvados, lo conseguimos. Subimos a la camioneta y entramos a la ciudad.
No está mal, se parece al D.F. Se me acerca un oficial de la Guardia Nacional y me dice:
- Welcome to Dallas, Texas. Where is the other squad? The people from Monterrey told us that is supposed to be two military squads.
- Sorry, they were killed by some banditos.
- What a shame. Anyway, who are you supposed to be?
- Oh yeah, I am the lieutenant Lucio Joaquin Gutiérrez Urbina. Leader of the fifth squad of infantry of the Mexican Army. We come from Mexico City.
- It’s a pleasure to meet you officer.
- The pleasure is mine…
- General Smith, I am the one who gives the orders here. You can keep your weapons, after all you’re soldiers. You’ll be escorted by the sergeant Johnson to your residence. Come on, my people will resupply your ammunition.
- Thanks general.
- Thanks to you. And welcome to the U.S.A! I almost forget it; you can rest for the next two days.
Mi hermano me comenta:
- Qué bien Lucio. Lo logramos y todo gracias a ti.
- No solo lo hice yo, fue gracias al esfuerzo de todos ustedes. Los sacrificios que hemos realizado han valido la pena. ¡Soldados, fiesta esta noche!
- ¡Urra! –Gritan al unísono mis hombres.
- Un nuevo capítulo en nuestra vida ha comenzado hermanito...
Esta historia continuará...