Jorge Vallejo tiene una actividad laboral para nada envidiable: desde hace más de cinco años se encuentra con la muerte cada día y convive con ella varias horas.
Vallejo es auxiliar de la Morgue Judicial y por sus manos pasan cuerpos de todas las edades. La actividad es difícil, y por eso necesita diariamente un cable a tierra, que encuentra en el seno de su familia y en la docencia, ya que es profesor de biología. Su historia de vida es más que interesante, por eso cuenta a LA REPÚBLICA detalles de su tarea, y en definitiva de su vida, entre los muertos.
“Yo estudié profesorado de biología y tras recibirme comencé a trabajar en el Archivo Penal; allí una conocida me dijo que existía la posibilidad de trabajar en la morgue”, cuenta al narrar sus inicios. El profesor se interesó así por la tarea, porque además vio que podía aprovechar el tema de las autopsias para relacionarlo de alguna forma con la docencia. “Yo había comentado que mi curso de anatomía en el IPA había sido muy pobre por el tema de paros, etcétera y me vendría bien”, recuerda.
Si bien le gustó la oferta, no le fue fácil ingresar en ese mundo. “Primero fui un par de veces a conocer, vi autopsias y confieso que el lugar me pareció espantoso, porque es lúgubre e incluso antes había menos luces, típico de una película de terror. Pero así y todo estaba decidido y empecé a hacer pruebas, determinado tipo de tareas como entrega de cuerpos, desvestir muertos y también meter mano, literalmente, en las vísceras… La verdad no es nada lindo”, explica, y se nota que al hablar de eso no se siente cómodo. No obstante, enseguida sostiene que “te vas acostumbrando”.
A prueba desde el comienzo
Según expresó, administrativamente hay una etapa de preparación previa donde se pone a prueba al funcionario para ver si resiste el peso de una tarea muy especial. “Ya de principio te ponen a prueba con cosas duras, trabajar con bebés, con infantes y la verdad es chocante, porque te empezás a hacer la cabeza. Pensás cuanta vida por delante tenía ese niño, y te da lástima. Después te van cambiando y tenés que hacer todo tipo de pericias: quemados, precipitados -que son los que se tiran de alturas-, accidentados de tránsito, homicidios y algunos cuerpos en avanzado estado de descomposición, que son las exhumaciones”, relata, y añade que “después de todo eso recién se da el traslado”.
Como auxiliar de morgue, Vallejo forma parte de un grupo que integra un médico forense, “quien rara vez toca los muertos”, un médico autopsista y otro auxiliar. Estos últimos que son los que “trabajan” con el cuerpo bajo instrucciones del autopsista. ¿Cuáles son sus tareas? “Ayudar al médico ya sea asistiéndolo con los diferentes instrumentos, trasladando los cuerpos hasta la mesa de autopsia, abriéndolos, cosiéndolos y hasta recibiéndolos cuando llegan”, comenta Vallejo, que reconoce que nunca es grata la tarea y hay cosas que aún permanecen en su cabeza.
Por ejemplo, recuerda perfectamente su primera autopsia. “Era un suicidio y el rostro me siguió un buen tiempo. Cuando empecé estuve casi dos semanas sin dormir, veía los cuerpos, las caras de los muertos. Mis compañeros en ese sentido me ayudaron mucho, me decían que eso pasaba al comienzo y después es como todo trabajo, te vas acostumbrando”, relató, aunque reconoció que un par de veces en estos años estuvo a punto de abandonar, las dos veces trabajando con cuerpos de niños. “Un tema es tomar el cuerpo y hacer la autopsia, pero cuando mirás el parte policial y te enterás porqué está ahí, es bastante perturbador. La primera vez que me pasó mis compañeros se dieron cuenta que la estaba pasando mal y ellos mismo me sacaron de allí”, dijo.
La tarea no es sencilla
La tarea allí adentro de la morgue es múltiple, aunque aclara que no siempre se hace la autopsia clínica. “No hacemos la autopsia clínica por ejemplo si viene una persona con 75 años que estaba en la casa lo más bien y falleció, ahí se hace lo que se llama un reconocimiento para ver si hay alguna herida en espalda, pecho, cuello, cabeza, que son las regiones médico legales. Si está todo en orden no se hace autopsia”, contó.
Si en cambio es un homicidio, accidente de tránsito, etcétera, Vallejo explica que sí se debe hacer el procedimiento, porque por ejemplo en un accidentado de tránsito pese a todas las lesiones que tenga el fallecido, hubo una específica que le produjo la muerte. “Ahí hay que determinar cuál fue con sumo cuidado con los cuerpos porque si forcejeamos podemos agrandar la herida, fractura o lo que sea”, puntualiza y agrega que el cuerpo “se debe conservar de la mejor forma posible”. “Acaso se lava cuando tiene mucha sangre, pero siempre después de un ordenamiento fotográfico de como llegó. Después al sacarle la ropa se hace otro y después recién comienza la autopsia. Además, a cada cuerpo se le hace estudio toxicológico de sangre y orina para saber lo de la alcoholemia y demás”, manifestó.
Para sobrellevar todo ese estrés que genera un trabajo que a nadie le gusta, Vallejo dice tener dos cables a tierra. “Uno obviamente es la familia y otro la docencia. Con mis alumnos de biología habló mucho de temas relacionados a mi trabajo en la morgue, sobre todo cuando voy a aplicar un concepto vinculado a determinados problemas que llevan a la muerte. En el plano familiar, como mi señora trabaja en la Defensoría de Oficio en lo criminal y como hay casos que yo hago en la morgue que ella los conoce de la Defensoría, a veces se da una charla”, cuenta. Por contrario, con los niños de 5, 10 y 12 años así como familiares y amigos trata de evitar el tema referente a su tarea, pues “no es lindo de andar contando”, dice.
Un recuerdo
“Una de las cosas que más me impactó fue hacerle la autopsia a un jovencito que vivió sin cerebro casi dos años. A raíz de un accidente de moto, tuvo perdida de masa encefálica pero siguió viviendo en estado vegetativo. Eso me cayó bastante mal”.
Una frase
“Hay una cosa que me llama poderosamente la atención y es la violencia que se da en algunos crímenes. Mucho balazos, puñaladas, es como que hay una saña, bronca, rabia, como que antes no pasaba…”.
Un gran susto
Mas allá de las leyendas urbanas que teje la sociedad en torno a las morgues en general, a Vallejo en todos estos años no le ha pasado nada que le haya llamado sobremanera la atención del lugar. Sin embargo se llevó el gran susto un día haciendo una autopsia. “Un individuo del que teníamos dudas si le habían dado una paliza o lo había atropellado un auto, al manipularlo para mostrarle el dorso a la doctora, lo traje hacia mi e hizo un ruido, un quejido raro. ¡Quedé petrificado! pero los forenses al darse cuenta de mi cara, me dijeron que se debía a que aún había aire residual en los pulmones”, relató.
Mirar informativos para ver qué pasa
Allí adentro Vallejo no tiene horario fijo por más que administrativamente así se indique. Para reflejar un poco eso, recuerda que un día, víspera de sábado, en el que como tenía una actividad familiar al otro día, quiso mirar el último informativo en la televisión “para ver como venia la cosa”. No hubo ningún incidente grave que se relacionara con su trabajo por lo que al irse le dijo a la señora “vengo temprano porque no vi nada en la tele, estuvo tranquilo…”. Cuando llegó a la morgue se encontró con muchos muertos que se habían dado en incidentes entre la 1 y las 5 de la mañana. “Ese día en total tuve 16 autopsias cuando lo normal son siete u ocho y en lugar de irme temprano llegue a mi casa a las cinco de la tarde”, recordó.

Vallejo es auxiliar de la Morgue Judicial y por sus manos pasan cuerpos de todas las edades. La actividad es difícil, y por eso necesita diariamente un cable a tierra, que encuentra en el seno de su familia y en la docencia, ya que es profesor de biología. Su historia de vida es más que interesante, por eso cuenta a LA REPÚBLICA detalles de su tarea, y en definitiva de su vida, entre los muertos.

“Yo estudié profesorado de biología y tras recibirme comencé a trabajar en el Archivo Penal; allí una conocida me dijo que existía la posibilidad de trabajar en la morgue”, cuenta al narrar sus inicios. El profesor se interesó así por la tarea, porque además vio que podía aprovechar el tema de las autopsias para relacionarlo de alguna forma con la docencia. “Yo había comentado que mi curso de anatomía en el IPA había sido muy pobre por el tema de paros, etcétera y me vendría bien”, recuerda.
Si bien le gustó la oferta, no le fue fácil ingresar en ese mundo. “Primero fui un par de veces a conocer, vi autopsias y confieso que el lugar me pareció espantoso, porque es lúgubre e incluso antes había menos luces, típico de una película de terror. Pero así y todo estaba decidido y empecé a hacer pruebas, determinado tipo de tareas como entrega de cuerpos, desvestir muertos y también meter mano, literalmente, en las vísceras… La verdad no es nada lindo”, explica, y se nota que al hablar de eso no se siente cómodo. No obstante, enseguida sostiene que “te vas acostumbrando”.

A prueba desde el comienzo
Según expresó, administrativamente hay una etapa de preparación previa donde se pone a prueba al funcionario para ver si resiste el peso de una tarea muy especial. “Ya de principio te ponen a prueba con cosas duras, trabajar con bebés, con infantes y la verdad es chocante, porque te empezás a hacer la cabeza. Pensás cuanta vida por delante tenía ese niño, y te da lástima. Después te van cambiando y tenés que hacer todo tipo de pericias: quemados, precipitados -que son los que se tiran de alturas-, accidentados de tránsito, homicidios y algunos cuerpos en avanzado estado de descomposición, que son las exhumaciones”, relata, y añade que “después de todo eso recién se da el traslado”.
Como auxiliar de morgue, Vallejo forma parte de un grupo que integra un médico forense, “quien rara vez toca los muertos”, un médico autopsista y otro auxiliar. Estos últimos que son los que “trabajan” con el cuerpo bajo instrucciones del autopsista. ¿Cuáles son sus tareas? “Ayudar al médico ya sea asistiéndolo con los diferentes instrumentos, trasladando los cuerpos hasta la mesa de autopsia, abriéndolos, cosiéndolos y hasta recibiéndolos cuando llegan”, comenta Vallejo, que reconoce que nunca es grata la tarea y hay cosas que aún permanecen en su cabeza.
Por ejemplo, recuerda perfectamente su primera autopsia. “Era un suicidio y el rostro me siguió un buen tiempo. Cuando empecé estuve casi dos semanas sin dormir, veía los cuerpos, las caras de los muertos. Mis compañeros en ese sentido me ayudaron mucho, me decían que eso pasaba al comienzo y después es como todo trabajo, te vas acostumbrando”, relató, aunque reconoció que un par de veces en estos años estuvo a punto de abandonar, las dos veces trabajando con cuerpos de niños. “Un tema es tomar el cuerpo y hacer la autopsia, pero cuando mirás el parte policial y te enterás porqué está ahí, es bastante perturbador. La primera vez que me pasó mis compañeros se dieron cuenta que la estaba pasando mal y ellos mismo me sacaron de allí”, dijo.

La tarea no es sencilla
La tarea allí adentro de la morgue es múltiple, aunque aclara que no siempre se hace la autopsia clínica. “No hacemos la autopsia clínica por ejemplo si viene una persona con 75 años que estaba en la casa lo más bien y falleció, ahí se hace lo que se llama un reconocimiento para ver si hay alguna herida en espalda, pecho, cuello, cabeza, que son las regiones médico legales. Si está todo en orden no se hace autopsia”, contó.
Si en cambio es un homicidio, accidente de tránsito, etcétera, Vallejo explica que sí se debe hacer el procedimiento, porque por ejemplo en un accidentado de tránsito pese a todas las lesiones que tenga el fallecido, hubo una específica que le produjo la muerte. “Ahí hay que determinar cuál fue con sumo cuidado con los cuerpos porque si forcejeamos podemos agrandar la herida, fractura o lo que sea”, puntualiza y agrega que el cuerpo “se debe conservar de la mejor forma posible”. “Acaso se lava cuando tiene mucha sangre, pero siempre después de un ordenamiento fotográfico de como llegó. Después al sacarle la ropa se hace otro y después recién comienza la autopsia. Además, a cada cuerpo se le hace estudio toxicológico de sangre y orina para saber lo de la alcoholemia y demás”, manifestó.
Para sobrellevar todo ese estrés que genera un trabajo que a nadie le gusta, Vallejo dice tener dos cables a tierra. “Uno obviamente es la familia y otro la docencia. Con mis alumnos de biología habló mucho de temas relacionados a mi trabajo en la morgue, sobre todo cuando voy a aplicar un concepto vinculado a determinados problemas que llevan a la muerte. En el plano familiar, como mi señora trabaja en la Defensoría de Oficio en lo criminal y como hay casos que yo hago en la morgue que ella los conoce de la Defensoría, a veces se da una charla”, cuenta. Por contrario, con los niños de 5, 10 y 12 años así como familiares y amigos trata de evitar el tema referente a su tarea, pues “no es lindo de andar contando”, dice.

Un recuerdo
“Una de las cosas que más me impactó fue hacerle la autopsia a un jovencito que vivió sin cerebro casi dos años. A raíz de un accidente de moto, tuvo perdida de masa encefálica pero siguió viviendo en estado vegetativo. Eso me cayó bastante mal”.

Una frase
“Hay una cosa que me llama poderosamente la atención y es la violencia que se da en algunos crímenes. Mucho balazos, puñaladas, es como que hay una saña, bronca, rabia, como que antes no pasaba…”.

Un gran susto
Mas allá de las leyendas urbanas que teje la sociedad en torno a las morgues en general, a Vallejo en todos estos años no le ha pasado nada que le haya llamado sobremanera la atención del lugar. Sin embargo se llevó el gran susto un día haciendo una autopsia. “Un individuo del que teníamos dudas si le habían dado una paliza o lo había atropellado un auto, al manipularlo para mostrarle el dorso a la doctora, lo traje hacia mi e hizo un ruido, un quejido raro. ¡Quedé petrificado! pero los forenses al darse cuenta de mi cara, me dijeron que se debía a que aún había aire residual en los pulmones”, relató.

Mirar informativos para ver qué pasa
Allí adentro Vallejo no tiene horario fijo por más que administrativamente así se indique. Para reflejar un poco eso, recuerda que un día, víspera de sábado, en el que como tenía una actividad familiar al otro día, quiso mirar el último informativo en la televisión “para ver como venia la cosa”. No hubo ningún incidente grave que se relacionara con su trabajo por lo que al irse le dijo a la señora “vengo temprano porque no vi nada en la tele, estuvo tranquilo…”. Cuando llegó a la morgue se encontró con muchos muertos que se habían dado en incidentes entre la 1 y las 5 de la mañana. “Ese día en total tuve 16 autopsias cuando lo normal son siete u ocho y en lugar de irme temprano llegue a mi casa a las cinco de la tarde”, recordó.
