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“Si quisiéramos inventar un medio para reconfigurar los circuitos mentales con rapidez, muy probablemente acabaríamos diseñando algo que se ve y funciona como internet”, asegura el escritor estadounidense Nicholas Carr. Autor de The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains, libro que analiza la influencia de internet en nuestra forma de pensar, leer y recordar, Carr no bromea cuando habla de la posibilidad de “reconfigurar” la manera en que funciona nuestro cerebro. “¿Acaso Google nos está volviendo estúpidos?”, pregunta.



A sus 55 años, el escritor reconoce que el uso de internet está transformando sus habilidades por completo. “Hace apenas unos años podía sentarme a leer por horas, pero ahora soy incapaz de concentrarme por un tiempo prolongado. Después de un periodo corto me sorprendo a mí mismo buscando otra cosa que hacer”, confiesa.

Carr, como otros investigadores, considera que el uso de internet está alterando la forma en la que nuestros cerebros procesan información. Pero, ¿hay pruebas científicas de ello? Si, como temen algunos, la tecnología está reconfigurando nuestros circuitos mentales, ¿cómo se están transformando las nuevas generaciones?

Estamos viviendo un cambio mental sin precedentes —responde la neurocientífica Susan Greenfield—. Creo, incluso, que nos estamos convirtiendo en otro tipo de seres humanos”.
Reconfigurar el cerebro mediante el uso de internet parece una aseveración demasiado drástica. Sin embargo, los estudios realizados por el neurocientífico Gary Small dan indicios de que nuestro cerebro es sensible a esta tecnología. Small es autor del libro iBrain y uno de los pocos científicos que aportan pruebas sobre los efectos de internet. En 2008 realizó un experimento que —publicado con el título “Tu cerebro en Google”— mostró que una hora diaria frente a la computadora es suficiente para reconfigurarlo.

El estudio consistió en reunir a 12 experimentados internautas y a 12 novatos para realizar dos sesiones de búsqueda de información en internet, mientras sus cerebros eran escaneados. En la primera sesión, los novatos llegaron sin entrenamiento previo y la actividad que se detectó en su cerebro fue mínima. La segunda sesión se realizó seis días después, pero en esta ocasión los 12 novatos recibieron la encomienda de dedicar una hora diaria al uso de internet, antes de acudir a la sesión. Y el resultado fue sorprendente.

En la segunda ocasión, los escáneres practicados revelaron que la actividad en la corteza prefrontal —antes dormida en el grupo de novatos— era similar a la de los 12 experimentados internautas.

Esto significa, explica Small, que cinco horas de internet son suficientes para alterar y reconfigurar nuestro cerebro. “Si nuestro cerebro es tan sensible a la tecnología y una hora frente a la computadora puede provocar alteraciones, ¿qué sucede cuando pasamos más tiempo en línea? ¿Qué está ocurriendo en el cerebro de los jóvenes que pasan varias horas al día conectados a internet o pegados a los videojuegos?”, se pregunta el científico.

La respuesta nadie la sabe, asegura Kate Mills, estudiante de doctorado del Institute of Cognitive Neuroscience de la University College de Londres.



Adaptación adolescente


Kate Mills es una de las científicas más jóvenes que se han interesado en el tema. Es común encontrarla como ponente en eventos y conferencias tratando de suavizar la visión apocalíptica que algunos escritores e investigadores difunden.

Se dice que internet tiene un impacto negativo en nuestros procesos mentales, pero lo cierto es que no hay estudios científicos que sustenten tal afirmación cuando hablamos del uso normal de internet, y no de su uso en exceso”, dice.

Kate empezó a usar computadoras desde los ocho años y, a diferencia de la mayoría de los críticos de internet, creció navegando en la web, mandando correos electrónicos, leyendo blogs y posteando en Facebook. Y por ello, no se siente más torpe ni menos lista que sus padres. Entonces, ¿por qué el miedo al uso de internet? ¿Qué se puede decir de su efecto en los adolescentes?

Quizá lo mejor sería preguntarnos: ¿qué sabemos de la mente adolescente? para entender, así, de dónde surgen esos miedos”, propone la investigadora.

Al respecto, Mills comenta que el cerebro adolescente es sensible a las influencias del entorno. Gracias a la tecnología de resonancia magnética o MRI, los neurocientíficos han logrado “mirar” dentro del cerebro vivo de chicos de entre 13 y 19 años para descubrir que este sigue en proceso de transformación.

Por mucho tiempo se pensó que el cerebro se desarrollaba por completo durante los primeros años de infancia, pero hoy sabemos que el cerebro continúa su desarrollo a lo largo de la adolescencia hasta mediados de los 20 años”, aclara.

Así que si fotografiáramos cada año el cerebro de un adolescente encontraríamos cambios entre una toma y otra. En principio, notaríamos diferencias en los tejidos del cerebro. Particularmente, en la materia gris.

La psicóloga de la Universidad de Oxford, Kathrin Cohen, explica que la cantidad de materia gris —que contiene las células y conexiones del cerebro— se reduce drásticamente durante el periodo de adolescencia. “Dependiendo del medio ambiente, las conexiones se mantienen, se fortalecen o se eliminan. Se trata de un proceso bastante largo que culmina alrededor de los 25 años”.

Susan Greenfield prefiere explicar los cambios diciendo que la red de células que integran el cerebro cambia en respuesta a ciertas experiencias y estímulos. “El cerebro, en otras palabras, es maleable durante la infancia, la adolescencia e, incluso, durante la edad adulta. El cerebro tiene el mandato evolutivo de adaptarse”.

Nueva memoria


La psicóloga de la Universidad de Columbia, Betsy Sparrow, realizó un experimento que confirma esta capacidad de adaptación y, al mismo tiempo, la influencia que la tecnología está teniendo en actividades mentales como la memoria. “Con la llegada de los buscadores de información hemos aprendido a memorizar de otra manera. Tendemos a olvidar lo que sabemos que podemos hallar en internet y a recordar solo aquello que creemos que no estará disponible en línea”, explica en un artículo publicado de la revista Science, en julio de 2011.

Parece aceptarse el hecho de que la tecnología puede afectar de alguna manera el funcionamiento del cerebro, pero ¿se sabe en qué áreas se está llevando a cabo tal transformación? Una vez más, Kate Mills invita a reformular la pregunta y a pensar en las áreas del cerebro que sufren mayor transformación durante la adolescencia. Explica que la región que más se modifica es la corteza prefrontal, área del cerebro que es mucho mayor en los seres humanos que en otras especies.

La psicóloga Kathrin Cohen destaca que esa parte del cerebro está relacionada con procesos complejos, como la toma de decisiones, la planeación y la inhibición de conductas inapropiadas. Es un área que también se involucra en la interacción social y que hace posible que tengamos empatía.

Mientras el cerebro desarrolla formas de adaptarse a las nuevas habilidades que exige el mundo tecnológico, está dejando a un lado habilidades sociales, como leer las expresiones faciales durante una conversación o analizar el contexto emocional de un gesto”, dice Gary Small.
Es un hecho que la tecnología está provocando cambios en nosotros. Quizá, como dice Small, estamos perdiendo la habilidad de interactuar en persona, pero por otro lado también estamos ganando habilidades nuevas, como la capacidad de hacer varias cosas a la vez. El fenómeno se conoce como second screen o multitasking. Y es un hecho que los mexicanos están fortaleciendo esa capacidad, ya que —de acuerdo con IAB México (Interactive Advertising Bureau)— 44% de los cibernautas del país acostumbra ver televisión y navegar por internet al mismo tiempo.

Por otra parte, al parecer, la capacidad de concentración y la profundidad de pensamiento se están debilitando, porque los adolescentes tienden a leer superficialmente y a escanear visualmente en busca de palabras claves. Si como dice Susan Greenfield, nos estamos convirtiendo en otro tipo de seres humanos, esa nueva raza tiene el rostro de los “nativos digitales”, aquellos que nacieron entre 1981 y el 2000, y que nunca han vivido sin computadora y la influencia de internet.