
Los primeros mil días de un bebé condicionan su existencia adulta. En los seis meses iniciales de ese periodo, el cerebro crece más que nunca; al final del mismo, habrá completado el 85 % de su desarrollo.
La estimulación neurosensorial y una nutrición adecuada se traducen en un cerebro sano. El primer año es como un big bang neuronal en el que juega un papel clave una característica estrictamente humana: el habla.
En EE. UU., diversas investigaciones han demostrado que los bebés a los que se habla, canta y lee con frecuencia aprenden antes a caminar y leer.
También se ha constatado que los padres con un nivel económico y cultural alto suelen realizar esas actividades más a menudo. Por contra, un entorno empobrecido, relacionado con una menor atención a los críos, ejerce un impacto negativo y duradero en los cerebros de estos.