me enamore de un travesti ¿que hago?
Francisco (27, Independencia). Cuando mi mejor amigo me animó a buscar a mi media naranja a través del Facebook, creo que nunca imaginó que ese sería el peor consejo de su vida, pues resulta que 'gracias' a esa red social, me he convertido en el hazmerreír de mis amigos y conocidos.
Todo empezó hace unas semanas cuando, haciendo caso a la recomendación de mi mejor amigo y amparado en mi mala suerte en el aspecto amoroso, me puse a buscar a mi Dulcinea por el ciberespacio.
Decidí ser sincero y presentarme tal cual como soy, sin mentir a las personas que tenía invitadas a mi chat personal en el Facebook. En las primeras dos semanas no tuve suerte y hasta pensé abandonar la idea, pero el ánimo volvió a invadir mi alma cuando en el muro de mi cuenta, vi la foto de Aurora, una morena de ojos miel, de la cual me enamoré a los pocos minutos de contemplar su bella figura.
Sin perder tiempo, la invité a mi cuenta y a las pocas horas empezamos a charlar animadamente por el chat.
Mientras más hablaba con ella, más me gustaba y, sabe qué doctora, se lo dije así, pues ni bien percibí que podía confiar en ella, empecé a llenarla de halagos y palabras cariñosas.
Al pasar los días, la relación virtual con Aurora se hizo más linda y al cumplir tres semanas de estar chateando, decidí que ya era hora de encontrarnos frente a frente.
Ambos quedamos en cenar y luego ir al cine. No sabe lo nervioso que estaba. Era un sábado, me había puesto mi mejor ropa y tenía un ramo de rosas rojas con las cuales pensaba sorprender a Aurora.
Empero, al final el gran sorprendido fui yo cuando vi que a mi mesa, no se acercaba la guapa morena por la cual babeaba de amor, sino un fornido moreno.
Sí, señora, mi Aurora era un travesti. Rojo de vergüenza salí corriendo y al cruzar la puerta empecé a llorar como un niño.
Me juré en ese instante callar el bochornoso episodio, pero para mi mala suerte la escena había sido observada por una pareja de amigos que cenaban en ese mismo restaurante. Ellos se encargaron esparcir el chisme en todo el barrio y al día siguiente me volví en la comidilla de todos.
Tras esta horrible experiencia estoy convencido, señora, que el amor no es para mí.
SEGUIME O MANDAME MP. COMO VOS QUERAS

Francisco (27, Independencia). Cuando mi mejor amigo me animó a buscar a mi media naranja a través del Facebook, creo que nunca imaginó que ese sería el peor consejo de su vida, pues resulta que 'gracias' a esa red social, me he convertido en el hazmerreír de mis amigos y conocidos.
Todo empezó hace unas semanas cuando, haciendo caso a la recomendación de mi mejor amigo y amparado en mi mala suerte en el aspecto amoroso, me puse a buscar a mi Dulcinea por el ciberespacio.

Decidí ser sincero y presentarme tal cual como soy, sin mentir a las personas que tenía invitadas a mi chat personal en el Facebook. En las primeras dos semanas no tuve suerte y hasta pensé abandonar la idea, pero el ánimo volvió a invadir mi alma cuando en el muro de mi cuenta, vi la foto de Aurora, una morena de ojos miel, de la cual me enamoré a los pocos minutos de contemplar su bella figura.
Sin perder tiempo, la invité a mi cuenta y a las pocas horas empezamos a charlar animadamente por el chat.

Mientras más hablaba con ella, más me gustaba y, sabe qué doctora, se lo dije así, pues ni bien percibí que podía confiar en ella, empecé a llenarla de halagos y palabras cariñosas.
Al pasar los días, la relación virtual con Aurora se hizo más linda y al cumplir tres semanas de estar chateando, decidí que ya era hora de encontrarnos frente a frente.
Ambos quedamos en cenar y luego ir al cine. No sabe lo nervioso que estaba. Era un sábado, me había puesto mi mejor ropa y tenía un ramo de rosas rojas con las cuales pensaba sorprender a Aurora.

Empero, al final el gran sorprendido fui yo cuando vi que a mi mesa, no se acercaba la guapa morena por la cual babeaba de amor, sino un fornido moreno.
Sí, señora, mi Aurora era un travesti. Rojo de vergüenza salí corriendo y al cruzar la puerta empecé a llorar como un niño.
Me juré en ese instante callar el bochornoso episodio, pero para mi mala suerte la escena había sido observada por una pareja de amigos que cenaban en ese mismo restaurante. Ellos se encargaron esparcir el chisme en todo el barrio y al día siguiente me volví en la comidilla de todos.
Tras esta horrible experiencia estoy convencido, señora, que el amor no es para mí.
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