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Cómo curar la homofobia

Hace unos días se generó un intenso debate a propósito de un “seminario demente”, como lo bautizó una seguidora de Boquitas pintadas, donde se prometía curar la homosexualidad, “alejar a los gays de un estilo de vida negativo”.

Ya en ese post planteábamos la pregunta: ¿Cura para gays o para quiénes? En esta entrega, la segunda de las que propone la mirada analítica de psicólogos y psiquiatras que ayudan a pensar en la homofobia, avanzamos en la posibilidad de aprender a ser más respetuosos, a comprender la diversidad. Dicho en otras palabras, a curar la homofobia. Porque la homosexualidad no es una enfermedad, la homofobia, ¿sí?.

Tal como escribe Leo Bersani en Homos (Harvard University Press, Cambridge, 1995): “La principal aspiración de la homofobia: la eliminación de los gays. (…) Y no obstante, precisamente porque no se los puede eliminar, la necesidad de perseguir a los homosexuales se hace más urgente. Debe mantenerse a cualquier precio la ilusión de que son otros, de que sólo existen allí afuera. Cualquier relajamiento de la virulencia homofóbica podría verse como una aceptación inadmisible de la futilidad de la persecución”.

La directora de la ONG Puerta Abierta, Graciela Balestra, señala que la homofobia es aprendida. Entonces, reflexiona: “Esto es una buena noticia, porque como suelo decir a mis pacientes: si algo fue aprendido significa que tenemos la posibilidad de volver a aprender otra cosa. Y justamente la terapia es un aprendizaje a partir de la cual podemos modificar esas creencias limitantes por otras potencializadoras. Esto se logra a partir de deconstruir los prejuicios que nos empobrecen o nos hacen sufrir (a nosotros o a nuestros seres queridos)”.

Según explica la psicoterapeuta, coordinadora de grupos de lesbianas, “los terapeutas de pacientes LGBT debemos tener muy en cuenta esta homofobia internalizada y trabajarla para que estos últimos puedan conectarse con su deseo lo más libremente posible, ya que no hay razón para que alguien deba sufrir por su orientación sexual”.

Por esta razón es que en la ONG Puerta Abierta trabajan para que, a través de la palabra y del encuentro con otros, “la sociedad se vaya curando”. En palabras de esta especialista: “En nuestros grupos de reflexión para gays y lesbianas intentamos justamente hacernos preguntas sobre lo que alguna vez internalizamos de modo de poder, entre todos, construir una mejor calidad de vida donde la homofobia y la discriminación ya no tengan lugar, entendiendo que cuando hablamos de homosexualidad o heterosexualidad en ambos casos sólo hablamos de amor”.



Para el psicólogo Fernando Cano también es posible reemplazar prejuicios aprendidos. Considera que las preguntas planteadas acerca de si detrás de un homofóbico se esconde un gay no asumido abren una dimensión que trasciende lo individual, invitando a repensar colectivamente las formas de discriminación que rompen el tejido social y generan sufrimiento. “Es posible reemplazar los prejuicios por matrices de valor que reconozcan e integren las diferencias. Si pensamos a la discriminación por orientación sexual como una manifestación de ignorancia y desconexión afectiva, podemos pensar que quizás oculte, o posponga, en el mejor de los casos, el deseo de una afectividad más plena. En la discriminación la afectividad se encuentra limitada. Liberarla de estas restricciones puede generar acciones individuales y colectivas reparadoras, propiciando la conformación de un tejido social más inclusivo”.

El profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis Víctor Martínez Núñez explica que “la homofobia entendida desde una perspectiva psicopatológica puede ser pensada como desorden emocional caracterizado por un miedo y odio intenso irracional por las personas homosexuales y, por ende, sería posible pensar un tratamiento para acompañar a este sujeto que porta este malestar”. Sin embargo, aclara, “es preciso pensar a la homofobia y al sujeto homofóbico como sujeto que presenta este malestar emocional pero cuya contextualización es cultural e histórica. Por esto es necesario reconceptualizar al constructo desde una perspectiva psicosocial y cultural, e incluso política y económica”.



La educación, la gran herramienta



La psiquiatra jefa del departamento de Psicología y Filosofía del Colegio Nacional de Buenos Aires, Silvia Di Segni, también se detiene a reflexionar en las posibilidades de “curar” esta patología.

“Una gran herramienta que toda sociedad tiene para intentar superar estas tendencias discriminatorias es la educación en tanto aquella muestre la necesidad y la riqueza de la diversidad en todos los planos (étnico, social, religioso, sexual, político, ideológico)”, señala la especialista.

“En la adolescencia a menudo se recurre al grupo de iguales para sostener la propia identidad y esto, en ocasiones, lleva a este tipo u otro de fanatismos. Cuando esto sobrevive en la adultez es una clara muestra de intolerancia basada en la ignorancia, sin importar que esa ignorancia conviva con grandes conocimientos en otras áreas, lo que muestra que no toda educación es eficaz”, manifiesta. Y agrega que otra gran herramienta son las leyes que, si bien de por sí no cambian las mentalidades cerradas, “pueden dar testimonio de las mentalidades abiertas”.

Un ejemplo de esto es la Ley de matrimonio igualitario que, “al convertir en iguales a quienes eran desigualados, fortalecen a quienes hasta entonces estaban en un lugar de debilidad y ubican en un lugar de ilegalidad a quienes se opongan a ella”. Con la ley de identidad de género, sancionada este año, podría suceder algo similar.



“No hay que seguir justificando la homofobia”

Para concluir, la palabra del licenciado Alejandro Viedma, colaborador asiduo de Boquitas pintadas, que invita a pensar que más allá de lo que pueda haber detrás de la homofobia y, fuere la razón que fuere, no hay que continuar justificándola. “En lugar de apoyar al discriminador “porque es ignorante” o “enfermo”, se hace necesario amparar a las víctimas violentadas, sobre todo a los niños y adolescentes que en sus escuelas y colegios sufren por el bullying (acoso escolar) anti-gay; porque las consecuencias para ellos podrían ser muy riesgosas y lo grave es que desde los adultos no se lo quiera ver, oír, traducir, prevenir, abordar, y no se toman medidas en contra de ello”.

Otro punto preponderante –sostiene Viedma- es la homofobia que interiorizan algunos de sus colegas, que “no dejan sus ideologías personales fuera de sus consultorios o se quedaron estancados en el tiempo en que la medicina consideraba la homosexualidad una enfermedad y, de manera directa o más silenciosa, le traspasan a sus pacientes LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) su forma “ideal” de vivir”. Apunta que “un modo de percatarse de ello para no direccionar moralmente a los analizantes es supervisando con profesionales que hace años trabajan con la diversidad sexual y se especializan en estas temáticas y sus especificidades”.

La sexualidad humana es una construcción compleja, subjetiva. “Lo que cuesta comprender en estos casos de homofobia es cómo un individuo se arroga el derecho de meterse en la vida de los demás, negando/borrando las diferencias dadas en las expresiones del sistema sexo-género y desmintiendo lo diverso, cuestionando así una sexualidad ajena, tan única y singular como la de uno mismo y la de cualquier persona, más allá de su orientación sexual y/o su identidad de género”.

¿SUFRÍS DE HOMOFOBIA? CURATEEEEEEEEEEEE