
Uno de los principales argumentos esgrimidos por los colectivos antivacunas es que estos tratamientos son un oscuro negocio de la “farmamafia” mantenido únicamente con el objetivo de incrementar la cuenta de resultados a costa de ciudadanos y gobiernos. Pero para comprobar la veracidad o el error de esta aseveración solo se necesita un poco de economía básica.
Ahora que está de triste actualidad la difteria, por el reciente caso de un niño infectado en la ciudad gerundense de Olot que se encuentra en estado crítico, seleccionemos la vacuna habitual contra esta enfermedad, compuesto que tiene el extraño nombre de DTaP-HepB-IPV que es el acrónimo en inglés de las 5 peligrosas enfermedades infecciosas frente a las que protege: difteria, tétanos, tos ferina, hepatitis B y poliomielitis. Esta vacuna tiene en el CDC estadounidense un precio de 53,86 dólares por dosis (tasas incluídas) y como son necesarias tres inmunizaciones para conseguir una protección completa, el precio total del tratamiento asciende a 161,58 dólares, es decir 143,71 euros al cambio oficial. ¿Este precio es caro o es barato? Pues para saberlo se puede acudir a los datos oficiales de morbilidad y mortalidad de las respectivas enfermedades publicadas por la OMS o por el CDC estadounidense que se resume en la siguiente tabla

Asumiendo que como estas enfermedades son altamente contagiosas, toda la población está expuesta a lo largo de su vida a los respectivos patógenos causantes y por tanto acabará infectándose más pronto que tarde, se puede calcular que en ausencia de esta vacuna por cada millón de individuos, al menos 235.000 enfermarían de diversa gravedad y de ellos cerca de 100.000 acabarían muriendo. Para hacerse una idea del gasto farmacéutico y hospitalario que significaría tener que atender a más de cuarto de millón de enfermos relativamente graves, amén de los muertos cuya vida siempre es incuantificable, simplemente indicar que un día de estancia en un hospital público español cuesta alrededor de los 600 euros sin contar tratamientos adicionales, o los 1.625 dólares que cuesta un día de hospitalización en EEUU. Es decir que con el costo de la vacuna para ese millón de personas (unos 144 millones de euros) únicamente se podría cubrir aproximadamente 1 día de estancia hospitalaria española o menos de medio día en clínicas estadounidenses para esos 235.000 enfermos. Ahora solo falta imaginar como se dispararía la factura médica en casos como el del pobre niño gerundense, que lleva hospitalizado 13 días en cuidados intensivos conectado a diversas máquinas que estabilizan sus deterioradas funciones vitales, o el de esos cerca de cien mil muertos evitados que por supuesto hubieran acabado falleciendo tras infructuosos y carísimos tratamientos médicos avanzados en esos mismos hospitales. Entonces ¿son caras o son baratas las vacunas?
Ahora bien, volviendo al argumento del negocio farmacéutico hay que tener en cuenta que las empresas que fabrican las vacunas son las mismas que producen también los diferentes medicamentos necesarios para tratar los síntomas o curar a los pacientes de difteria, tos ferina o ya puestos de cualquier otra enfermedad infecciosa, amén de que estas transnacionales también fabrican instrumental médico y aparataje hospitalario. Por todo ello, lo que en realidad están haciendo las vacunas es disminuir la cuenta de resultados de estas grandes corporaciones, porque un niño vacunado contra la difteria o contra el virus de la polio o del sarampión es un paciente menos que no habrá de ser atendido en urgencias dentro de un año o de una década.

Es muy probable que si los altos directivos de las diferentes multinacionales farmacéuticas se reunieran en un cártel para decidir la ventas vacunas frente al total de medicamentosmejor estrategia para optimizar sus cuentas de resultados y conseguir un aumento de beneficios exponencial, acordarían por unanimidad dejar de vender vacunas y por tanto no ingresar algo de dinero a corto plazo, esperando que más tarde la gente enfermara masivamente para recuperar con creces las pérdidas debidas al cierre del negocio de las vacunas, porque sólo hay que recordar que los ingresos por estos tan efectivos tratamientos son únicamente un despreciable 3% del total del mercado mundial de medicamentos.
Finalmente recordar que como muy sabiamente dijo el famoso Dr. House: si se acabaran las vacunas, el verdadero negocio sería para los fabricantes de ataúdes, sobre todo de niños.
link: https://www.youtube.com/watch?v=WR8H4NwgIZc
P.D.
Curiosamente esta semana pasada una amiga mía de 35 años contrajo la varicela, ya que recordemos que sólo desde el año 2000 es recomendable la vacunación contra este virus en España. Y aunque su estado no es para nada grave, lleva una semana encerrada en casa, retorciéndose de picores y con fiebre. Teniendo en cuenta que va a estar de baja médica cubierta por la seguridad social alrededor de 2 semanas (sueldo que pagaremos todos los españoles) y recibiendo analgésicos, antihistamínicos y cremas para calmar el picor, medicamentos todos ellos fabricados por multinacionales farmacéuticas y subvencionados en parte por esa seguridad social que mantenemos los mismos contribuyentes hispanos, y que esta vacuna cuesta en España 70 euros, sólo queda poder constatar el mal negocio económico para la sociedad española que fue no vacunar a mi amiga en su momento, en el año 2000 cuando con veinte años todavía no había sufrido esta enfermedad.
Segunda P.D.
Y lo más sorprendentemente llamativo es que este, porqué no decirlo, pueril y simplista argumento contra las vacunas se repite persistentemente en foros, redes sociales y webs varias por parte de cientos, cuando no de miles de internautas, es decir individuos que han comprado un PC o un portátil a una multinacional informática, dispositivos que llevan de serie una versión de Windows cada vez peor que la anterior, personas que seguramente también disponen de un smartphone de alta gama y que pagan religiosamente una tarifa plana a su compañía telefónica, empresas todas ellas (Toshiba, Dell, Microsoft, Apple, Telefónica o Vodafone) caracterizadas como todo el mundo sabe por ser ONGs dirigidas por ascetas, monjes y hermanitas de la caridad, directivos preocupados únicamente por el bienestar de los ciudadanos y que jamás piensan en balances y mucho menos en esos beneficios, a los que únicamente parecen ser adictas las empresas farmacéuticas y no el resto de corporaciones de otros sectores económicos. Por tanto, dejemos de vacunar a nuestros hijos para no contribuir a los beneficios de las farmaceúticas pero por supuesto, nada de recortar nuestro gasto tecnológico que como todo el mundo sabe el WhatsApp es tan indispensable como el aire que respiramos.
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