Vigilia
Es invierno y hace frío. El farol que se alza sobre la vereda a la que da mi ventanal, amenaza con dejarme tranquila.La luz del foco comienza a agonizar y con ella los miles de bichitos que se crían en la lámpara.Estoy un rato acechándola con mis ojos, como convenciéndola de que perezca de una vez.Hago tanta fuerza que por unos segundos ensayo una jaqueca.Hasta que al fin mi deseo primitivo de quedarme a oscuras se concreta.La luz se apaga y encuentro algo de calma.
Ahora hace fío y además estoy sola.Hay una radio AM que siempre se dispone a regalarme voces de realidades más miserables que la mía a modo de consuelo, pero esta apagada.La sola presencia del aparato empieza a incomodarme.Tengo miedo de tentarme a prenderlo.De buscar voces que suenan a ceniceros rebalsados de colillas de cigarros baratos, a vasos de vino con borra espesa, a nostalgias tangueras, a bigotes descoloridos...tengo una campera a mano, la arrojo sobre el aparato.
La campera casi que abraza con perfección la radio, como abrigando a todas esas voces quebradizas.Pienso en mi renegada misericordia, en que justo los abrigué una noche de frío.Pero mi sacrificio yace imperceptible a los ojos de los demás,no hay nadie que pueda atestiguar el momento.
Afuera un perro se lamenta.Su quejoso aullido estorba mi ansiedad por enmudecer la escena.Hay una de las dos puertas del ventanal entreabierta.Asomo primero la cabeza sin poder divisarlo.La frustración me empuja del todo hacia afuera.Camino el balcón de punta a punta, estoy descalza, puedo sentir todos los granitos de tierra en las plantas de mis pies.
Hay una botellita de licor de arándanos escondida en algún rincón de mi cuarto.Vuelvo después de un tiempo a reconciliarme a oscuras con su sabor.Le doy uno, dos y tres besos.Es como un capricho ancestral, que mas que un gusto, busca encender un recuerdo apagado.Pero apenas me ofrece un calor solemne en la boca, que al minuto siguiente, apago con tabaco.
El domingo se me va en cenizas de cigarros que apenas fumo, mientras la consciencia trabaja por lo bajo preparando una jugada, asegurandoce de desvelarme.Mi cuerpo busca el sueño entre las sábanas.Me abrazo a la almohada durante algunos minutos hasta que doy por perdida la batalla.
Vigilia, again...
Para cuando acepto mi estado me encuentro de pie y tato de esbozar una mueca risueña, la sonrisa del perdedor asumido que tantas veces regalo a quienes hago creer que me derrotan...pero es en vano, tengo la boca dura, dura como una piedra.
El espejo me confirma la oscura sospecha.Los ojos están otra vez perdidos en un punto indefinido y mis gestos no me responden.Se acabó la función.Las luces se apagaron.Soy yo misma de nuevo.
¿Que tan duro puede ser estar frente a uno mismo?
Es la luna la que inquieta mis adentros, la que embravece cualquier charco de consciencia empantanada, convirtiéndolo en un mar un mar que inunda de sal las verdades cual heridas a medio cerrar... y es en ese intento de ardor, de cada escena consumada que lo real vuelve a encenderse.
...algunos matices quedan en pie, a través de esos colores se pueden ver los restos de un personaje.La sal termina por erosionar todo lo que el mar no arrastra, consumiendo lo poco que queda de un disfraz que ya no quiere convencer a nadie.
El tiempo se hace agua bajo mis pies, vuelvo a sumergirme en un fuentón donde nadan mis realidades.Todas están flotando, renovándose.Son livianas y manejan cierta autonomía.En el fondo sigo yo, digitando un espacio para cada una, tratando de encajar en lo que pretende de mí un mundo que no me convence.
Soy un ídolo de barro en la cima de una montaña que nadie escala, un templo escondido que nadie visita, un árbol que crece solo en raíces.Soy una noche entre todas las noches.Solo espero que la vida me sorprenda.
Camino sola.
Como un turista, así me siento.Camino las calles de mi barrio con sigilo buscando algún signo que se me haga familiar.Reconozco cada baldosa bajo mis pies.Alzo la cabeza por sobre los hombros y me encuentro con las mismas fachadas de siempre.Puedo imaginarme toda la cuadra incendiada.Ayer llovió.
Algo se perdió y ya no está en mis bolsillos.Una puerta se cerro para siempre.Como me dijo un viejo una vez, la gente no cambia, solo se saca la careta.
En el patio hay una orgía de olores vegetales.Los rosales, la ruda y el jazmín son los protagonistas del juego.cuarenta y tres cactus, cuatro orquídeas, doce bonsai y un gato inmóvil.La casa sigue vacía.
Estoy a un llamado de conseguir alguna voz cómplice que me ayude a pasar la tarde.Tengo que lidiar con mi desgano, debería de, pero se me ha revelado mi propia voluntad, no encuentro fuerza, sino en ideas.Podría nada mas alzar el tubo,pero estaría corriendo el riesgo de ser participe de historias que no me interesan...
Ahí esta el futón esperándome.Abandono las resistencias para con la fiaca y me dejo caer sobre la comodidad del mueble.No cierro los ojos.
Hay una claridad abrumadora.Mas allá de algún sonido que se cuela de la calle ensuciando el momento, nada me estorba.Hay un poco de miedo en algún lugar de mí.La sensación viene acechándome desde hace un tiempo.Puedo vivir con mis ideas en silencio, pero esta tarde tiene algo especial que me alborota el semblante.
Revoleo los ojos un par de veces hasta que el chirrido de la cafetera me reclama.No hay nada que merezca mi atención, sigo obrando por inercia.
Mas que un camino parece un laberinto.Añares dando vueltas sobre el mismo eje, girando en falso.Un día la rosca se gasta, el centro se pierde.Estoy yendo hacia un sitio que no sé dónde queda.Me acompaña una certeza, la convicción de que estoy sola.
Perdiendo la sonrisa.
Me busco entre recuerdos.Un centenar -no tantas- de cajas de zapatillas apiladas abundan en la habitación.Una necesidad que no encuentra lógica, sino una naturaleza obsesiva por rellenar espacios vacíos.Recortes de revistas, fotos viejas, boletos y notas sueltas, organizadas bajo la tinta de un fibrón, esperando ser funcionales a una causa por el momento desconocida.
La Guerra civil en Costa de Marfil está mas interesante que nunca.Pienso en esos pobres elefantes vagabundeando por África y me apiado de ellos.
En la revuelta de cajas la polvareda se alza y reacciona con la humedad de la tarde engendrando un recuerdo... química!
Estaba en segundo grado y la maestra nos había preguntado qué animal nos gustaría ser, mi respuesta fue un elefante.¿Que tiene de bueno un elefante para agradar a una niña? No sé, no sé porqué respondí eso, pero sospecho que en mi infancia alcancé niveles de sabiduría que hoy desconozco.
Siempre admiré la templanza del elefante, jamás me sentí una loba al acecho, ni una leona imponiéndose en la salva ni...
rgggr!!!
Estoy tan en sintonía con los elefantes que el timbre me estremece.Más que un aviso parece el ratatán de las ak-47 reclamando mi marfil.No hay pólvora, es solo el timbre a la hora de la siesta, que como enjambre de balas asesinan la gestación de mi onírico ritual.
Indescriptible el sonar de mi timbre.Es ausencia total de vocales, una ensalada de consonantes impronunciables que se fusionan en un chirrido agudo, un engrudo de cobres y telas de arañas desesperante, un...
...¿Que alma inescrupulosa osa estorbarme en la ya fallida celebración de mi imaginario?
Dos son los sobres
No sé el nombre del cartero, sin embargo siempre me pregunta por cosas que no entiendo cómo habrán de llegar a sus oídos.Termino por saludarlo amablemente y dejo cerrar la puerta con la ligereza de su propio peso.
Un hecho que añoro de otras épocas es el correo.No es lo mismo un "e-mail" que una carta, aunque nos quisieran hacer creer que si.Cuánto nos dice la letra de quien se expresa.La forma de doblar el papel, los olores, las marcas que se graban en las fibras...y ni hablar del contenido.Una carta siempre está diciendo algo, aún cuando está vacía.
La modernidad sentenció lo mágico del correo, lo redujo a una acción ordinaria en la que nada se dice.
El plastiquito de los sobres corporativos que facilita el trabajo del repartidor se asemeja al de las cajitas de cigarros.La sola acción de mi dedo gordo encontrándose con ello al frente del sobre, me alcanza para saber que nadie me escribió a mí.Nadie me escribe, nunca nadie lo hace.
En uno de los cajones del mueble del comedor hay un abridor de sobres.Conserva en su filo histórico, el descorche de muchas instancias de expectativa que en forma de encomienda arriban al buzón.Yo jamas lo usé.
Siempre soñé con recibir una carta lacrada, con verme en la necesidad de hacer uso del abridor...la sorpresa al encontrarme con una carta para mí, con algo que un alguien me quiera contar...Es extraño que algunas realidades nunca ocurran y sin embargo a la hora de proyectarlas en mi cabeza sean tan palpables, tan nítidas y reales que por un segundo me arrancan de lo tibio y lo mundano.
Por lo pronto seguiré aguardando...solo eso... cartas en el buzón.
Es la primera vez que hago un post, así que espero que sepan entender lo simple de su edición. Espero les agrade y las criticas siempre ayudan a crecer.A los que llegaron hasta aquí muchísimas gracias por leerme.