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¿Qué tan dispuesto estarías a arriesgar tu vida antes que tus costumbres?



Hay personas que siguen creyendo en que lo único que le queda al ser humano por preservar son sus tradiciones y creencias, sin importar la naturaleza de éstas. Hay quienes están dispuestos a darlo todo antes que ver morir aquello en lo que está afianzado su pensamiento. En un principio eso no parece ser un mayor problema, al final de cuentas todos somos libres de creer en cualquier cosa que se nos ocurra. Sin embargo, cuando esos votos de fe les cuestan la vida a mil 833 personas es necesario pensarlo más de dos veces.



En 2014 nos dimos cuenta que sólo nuestra necedad puede aumentar el poder destructivo de la naturaleza. En agosto, cuando el huracán Katrina tocó tierra en Nueva Orleans, Estados Unidos, nadie se imaginó que la ciudad estaba a punto de cambiar su aspecto para siempre. A pesar de las advertencias que abundaban en todos los medios, muchas personas simplemente decidieron que dicho fenómeno no representaba ninguna amenaza para sus vidas.



¿Pero qué es lo que hizo que poco más de mil 800 personas decidieran no dejar sus casas a pesar de que más del 80 % de la ciudad había sido evacuada? Aunque parezca ilógico y estúpido hasta cierto punto, todo apuntaba a que el nombre del huracán no les parecía demasiado amenazante. No es que esperaran algo como “huracán altamente destructivo”, es sólo que el aire femenino de “Katrina” les sugirió cierta suavidad.



No es la primera vez que esto ocurre, huracanes como Camille, Paulina y Linda habían demostrado que poco importa el nombre que reciba una tormenta. Sin importar si ésta se llama George o Georgina, sus poderes destructivos son exactamente los mismos. La gente insiste seguir cayendo en asuntos puramente sexistas, en subestimar y sobreestimar a estos fenómenos dependiendo si son bautizados como mujer u hombre respectivamente.



De acuerdo con un estudio realizado en 2014 por investigadores del Organización Meteorológica Mundial tras el paso de Katrina, el número de víctimas que deja a su paso un huracán bautizado con un nombre femenino aumenta de manera alarmante, llegando incluso a duplicar la cifra de aquellos que, en el mismo año, recibieron nombres masculinos.



Para contrarrestar esto, el mismo equipo propuso cambiar el método de bautizar estos fenómenos meteorológicos, sin embargo, es necesario destacar que para esta medida nunca se consideró algún tipo de campaña que incitara a la población a dejar de lado sus creencias en torno a las posturas sexistas que provocan tantos daños humanos tras el paso de una tormenta. Acción que es necesaria sobre todo en países como Estados Unidos o México, donde la mayoría de costumbres y creencias están ligadas a cuestiones de género.



Tras conocer esto, es necesario un ejercicio que cuestione los niveles de preparación de la población y las absurdas costumbres que nos invitan pensar que "sexo débil" es una especie de sinónimo para "femenino". No se trata de pensar sólo en el poder destructivo de cada huracán, sino de la letalidad cotidiana de nuestros pensamientos.