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Hoy te traemos sorprendentes relatos que sin lugar a duda te dejarán con la boca abierta, comencemos:


Estábamos sentados en familia en la mesa y empezamos a hablar sobre la fe. Mi mamá, muy segura de sí misma, dijo: “En mi vida nunca sucedió nada que me haga creer en Dios”. Y en ese momento, con un fuerte estallido, salió despedido un corcho… de una botella de coñac.

Cuando era muy pequeña (todavía no sabía hablar) constantemente balbuceaba algo con sonidos parecidos a un “maullido”. Todo era bastante divertido, por lo que mis padres grabaron mi monólogo. Ya terminé la escuela; me gradué en la Academia de Lenguas Orientales, y recientemente encontré esa cinta entre cosas viejas, por lo que decidí escucharla. Entre todos esos balbuceos había frases claramente entendibles en japonés, en las que recé a la diosa japonesa Inari, la defensora de los soldados, para que protegiera a mi esposo.

En medio de la noche, mi hijo nos despertó a mi marido y a mí. Él tenía la cara arañada, lloraba y decía que apenas pudo hacernos despertar. Resulta que la manguera del gas había estallado, y nos habríamos asfixiado si no fuera por él. Cuando todos se calmó, comencé a curar sus rasguños y le pregunté cómo se lastimó tan gravemente la cara. Dijo que estaba durmiendo tranquilamente, luego alguien saltó sobre su pecho y comenzó a rascarle las mejillas con garras afiladas. Fue gracias al dolor que se despertó, sintió un olor extraño y corrió a buscarnos. No tenemos ningún animal debido a alergias, pero fuera quien fuera, ¡gracias!

Estaba en otro país y me contaron que había un pequeño castillo abandonado cerca. Fui a verlo, y allí me encontré con un anciano agradable vestido con ropa anticuada que me llevó a una excursión maravillosa, en donde me mostró todas las habitaciones y me contó todas las leyendas e historias relacionadas con ese lugar. Sin embargo, olvidó mencionar al fantasma local… que era él mismo. Cuando regresé al hotel me dijeron que hay excursiones sólo algunos días y la guía es una mujer. El resto del tiempo el castillo está cerrado y no hay forma de que entren los extraños.

Mi abuela soñó con su padre y su madre: ellos caminaban juntos, como en su infancia, tomados de la mano. Ella, comprendiendo en su sueño que sus padres habían muerto hacía mucho tiempo, les preguntó cómo era posible que vivieran allí, a lo que él respondió que, en general, todo estaba bien, que solo tenía frio en la cabeza y que necesitaba un sombrero. Al día siguiente, ella fue al cementerio con un gorro nuevo y vio había un gran pozo en la tumba de su padre, en esa zona específica de su cuerpo. Después de todo, hay algo más allá…

Tuve que acompañar a un amigo, un conductor de autobús, en un viaje nocturno. Resultó que al final del recorrido no había pasajeros. Ese viaje de larga distancia estuvo marcado por el hecho de que, de repente, notamos una parada en el borde de la carretera que no estaba allí antes. En el lugar había gente, y mi amigo, en vez de parar y dejarlos subir, aceleró. Le pregunté por qué lo hizo y me dijo silbando que me explicaría más tarde.

Sería mejor que no lo hubiera hecho. En ese lugar, hubo una vez una parada, pero un día un conductor ebrio se estrelló allí y asesinó a todos. Desde ese entonces, había quitado ese lugar del recorrido, pero los espíritus de los fallecidos permanecen allí.




Acosté a mi hijo de 6 años, le conté un cuento, lo besé, y al salir de la habitación le pregunté: “¿Quieres apagar la luz o dejarla encendida?”. Él contestó en voz baja: “¿Cuál es la diferencia, si la oscuridad no desaparecerá de todos modos?”. Y luego, en la habitación contigua, la ventana se cerró de golpe por el viento. Al final dormí con mi hijo… con la luz encendida… y agua bendita cerca de mí.

A menudo olvido mi teléfono en el auto. Una vez llegué a casa, me puse un pijama, unas pantuflas, y estaba a punto de irme a dormir, pero me di cuenta de que no tenía mi celular. Lo llamé desde el teléfono de casa para controlar si estaba en el interior de mi hogar o en el auto, pero entonces atendieron la llamada. La voz desagradable de un adolescente dijo mi número y pidió dejar un mensaje después de la señal. Estaba shockeada. Llamé por segunda vez y me contestaron casi de inmediato. Se escuchaba algo de música al fondo y una respiración, pero no dijeron nada. Corrí a la calle, desactivé la alarma del auto, y en su interior estaba mi teléfono… con 2 llamadas perdidas.

Compramos una casa antigua en las afueras de un pueblo. Una vez me quedé allí para pasar la noche con mi hijo de 2 años. A la medianoche, lo acosté en la habitación de atrás y fui al baño. Mientras estaba adentro, escuché los pasos de mi niño. Creí que se ha despertado y me estaba buscando, así que para que no se asustara grité: “¡Hijo, estoy aquí!”. Lo escuché corriendo hacia mí, y al llegar a la esquina antes del baño se detuvo. Lo llamé otra vez, pero se había quedado callado. Me puse los pantalones, salí y no había nadie, y mi niño dormía en la cama tal y como lo había dejado.

Trabajé en un campamento de verano para niños. Todas las noches, una pequeña de mi grupo salía por la ventana y gritaba: “Alguien nos llama desde el campo”. Fue muy aterrador, con mi compañera la calmábamos y la acostábamos. Luego descubrimos que en ese lugar antes había un antiguo cementerio, y esa no era la primera vez que los niños “lunáticos” repetían esas cosas.

Hoy, mi hijo de 5 años me dijo que cuando estaba en mi panza había visto que había comido mucha sal y eso hacía que me dolieran los riñones. Luego estábamos en el hospital, me daban inyecciones y yo lloraba. Y él estaba en mi panza, y lo sentía mucho por mí. Estaba shockeada porque eso realmente sucedió cuando yo estaba embarazada de él. No sé cómo lo sabe. Nunca le conté sobre eso.

Una tarde salí de Guadalajara para visitar otra ciudad y tuve que regresar a las 4 de la mañana. Llevaba 2 días sin dormir, así que estaba muy cansado. No había tiempo para parar y descansar, porque ese día tenía que llegar al trabajo. Abrí los ojos después de sentir que alguien me estaba acariciando la cabeza muy suavemente. Levanté la vista y vi que mi auto estaba bien estacionado al costado de la carretera, y las llaves estaban en mi mano derecha. Me di cuenta de que me había quedado dormido al volante. Salí a la calle, temblando como una hoja. Todavía no entiendo qué fue lo que me salvó.

Toda mi vida viví en Monterrey. Cuando era pequeña, desde los 3 años, comencé a ver en mi habitación a una niña pequeña. Jugábamos, se llamaba Verónica. Ella decía que tenía hambre y que quería comer. Corría a la cocina con todas mis fuerzas, agarraba la comida y se la llevaba. Cuando regresaba, ella nunca estaba allí. Cuando tenía 13 años, hable con una vecina, una viejita que me contó que, durante el bloqueo en nuestro departamento, toda una familia murió de hambre y tenían una hija que se llamaba de esa forma. Han pasado más de 20 años y aún recuerdo todo lo que mi pequeña amiga me contó…

Terminé temprano todo el trabajo de la casa, así que decidí dar un paseo con mi hija. Jugamos en la arena y fuimos a los columpios. Después decidí ir a un centro comercial que estaba a unos kilómetros de la casa. Llevábamos caminando 10 minutos cuando un hombre desconocido pasó lentamente junto a nosotras, me miró atentamente y, olfateándome, me dijo enojado: “Apaga el horno”. Quedé shockeada. Recordé que realmente había dejado una olla con sopa en el fuego. Corrí a mi casa temblando, y el hombre tomó un tranvía y se fue.

Con mi esposa nos quedamos hasta muy tarde en el trabajo, y cuando fuimos a buscar a nuestro hijo de 5 años al jardín de infantes, era el único que estaba ahí. Pensamos que iba a estar enojado, pero él jugaba alegremente con un rompecabezas.

— ¿No te molestó quedarte solo tanto tiempo?

— No, estuvimos jugando mientras los esperaba.

— ¿Con la maestra?

— No, con los chicos.

— Pero… se fueron todos con sus papás.

— ¡No, con otros chicos que viven en el jardín!

Tengo un amigo de 35 años que tiene una familia con 4 hijos. Trabaja como conductor de vehículos especiales, pero tiene una fobia: les teme a todos los espíritus malignos, incluso no le gusta escuchar historias sobre esos temas. Dice que puede lanzarse al fuego si es necesario, saltar desde lo alto de un edificio, pero tiene miedo de cualquier cosa de otro mundo.

Entonces se fue de viaje de negocios. En el camino visitó a un pariente para pasar una noche. Y justo en este momento, la esposa de ese hombre fue llevada al hospital para dar a luz a su segundo hijo (ya tenían una nena de 4 años). El pariente se fue con su pareja y dejó a la niña bajo el cuidado de mi amigo. Cenaron, leyeron unos cuentos y la acostó. En medio de la noche, él se despertó debido a que la pequeña estaba riendo fuertemente. Él fue a su habitación y ella estaba sentada en la cama. Cuando le preguntó por qué no dormía, respondió que estaba jugando con su abuelo. Se le movieron todos los pelos. Él le preguntó que en dónde estaba el anciano, a lo que ella respondió: “¡Allí!”, y señaló al vacío. Mi amigo, sin pensarlo dos veces, agarró a la chica y la llevó al hospital. Su pariente estaba un poco shockeado.







Seguramente hay muchas cosas en este mundo que aún no tienen alguna explicación, ¿te ha pasado algo así? ¡Cuéntanoslo!