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Faros nucleares en las costas rusas.





Peligro… zona radioactiva
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La costa norte rusa es un vasto territorio de varios miles de kilómetros dentro del Círculo Polar. Durante décadas, los largos inviernos polares en los que la luz solar es prácticamente inexistente, combinados con las abruptas y peligrosas costas, se convirtieron en un verdadero quebradero de cabeza para la seguridad de los miles de barcos de carga que usaban esta ruta para conectar la parte oriental y occidental de Rusia.





En nuestros días, con la aparición de los satélites y la navegación con GPS, ha solucionado el problema, pero a mediados del siglo pasado las autoridades tuvieron que buscar soluciones para este problema.

Fue así como el Partido Comunista de la Unión Soviética decidió construir una cadena de faros para guiar a los barcos en la oscuridad de la noche polar en estas costas deshabitadas. Los faros, situados a cientos de millas de áreas pobladas, debían de ser completamente autónomos, puesto que en lugares tan alejados e inhóspitos no se disponía de ninguna fuente de alimentación externa. Fue así como los ingenieros soviéticos decidieron emplear la energía atómica, creando una serie de pequeños reactores atómicos producidos en serie limitada expresamente para ser instalados en estos faros del Círculo Polar.



Los reactores podrían trabajar de modo independiente durante muchos años sin requerir intervención humana alguna. Según la época del año, los faros se ajustaban automáticamente para encenderse cuando era necesario, a la vez que enviaban una señal de radio de advertencia a los barcos que pasaban cerca.

Durante varias décadas, los faros cumplieron su función, hasta la caída de la Unión Soviética, en la que su mantenimiento fue cayendo en el olvido. Poco a poco, todos los faros fueron desatendidos y, tras averías que nadie se preocupó en solucionar, sus luces quedaron apagadas por siempre. Por otro lado, la mejora tecnológica en los sistemas de navegación de los barcos también fue causa de que nadie se preocupara demasiado por aquellos antiguos y ruinosos faros y, según parece, tampoco recordaron que en ellos había reactores nucleares.

Por falta de información, o por exceso de hambre, la mayoría de los faros fueron víctimas de los saqueadores que en busca de cobre y demás componentes de valor, hicieron caso omiso a las advertencias sobre el peligro radioactivo desmantelando por completo sus entrañas y convirtiendo desde entonces a estas edificaciones en radioactivamente contaminadas.

En la actualidad, incluso tras varias décadas de abandono en algunos casos, las zonas todavía están catalogadas como peligrosas por los altos niveles de radioactividad.

























Fábrica de cerveza abandonada




La antigua cervecera
Con el paso del tiempo hemos paseado en este blog por multitud de lugares abandonados; pueblos, teatros, cines, estaciones de tren… pero para mí, ninguno de ellos me causa más pena y dolor que el que os mostramos hoy, una fábrica de cerveza, de la que desde ya hace bastantes años no sale ni una gota de esa refrescante y espumosa bebida.


Llámenme melancólico, pero todavía recuerdo el sabor de las cervezas que se producían en esta fábrica como la Turia Pilsen, la Marzenbier, la Goldenbier, la Damm Pilsen o La Estrella Dorada. Seguro que los más cerveceros también recuerdan alguna de ellas, sobre todo los de la costa mediterránea, que fue donde se distribuían y donde se encuentra la fábrica.

Sobre la historia de la cervecera, tampoco hay mucho que contar. Abrió sus puertas en 1947 y gozó de buena salud hasta principios de los noventa, el grupo Damm, que desde sus inicios había tenido una pequeña participación, compró el 100% de la fábrica. A mediados de los 90 la fábrica deja de producir y se utiliza solo como distribuidora y poco tiempo después, es vendida a una inmobiliaria y cierra sus puertas por completo.

El edificio es realmente imponente, alrededor de un patio central donde estaban los muelles de carga se distribuyen las diferentes naves, cada cuál para un uso distinto, como oficinas, laboratorios, líneas de embotellado, almacenes, etc..

El tiempo y los amigos de la destrucción y el deterioro se han encargado de reducir el complejo a poco más que un montón de escombros. Todo lo susceptible de tener algún valor desapareció ya hace tiempo y hoy en día las techumbres medio derruidas tan solo valen para dar cobijo a pobres gentes que no tienen un lugar mejor donde descansar los huesos.

El complejo está pendiente desde hace mucho para ser derrumbado, en uno de los muchos planes de urbanismo que aparecen y que luego quedan en agua de borrajas.

Sin más que decir, os dejamos con este breve paseo fotográfico que realicemos en el lugar hace unas semanas.

Entramos al recinto y damos un paseo por el patio interior, rodeado por los distintos edificios.