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Bienvenidos sean al primero de varios posts en los que voy a reunir información de distintas fuentes para traerles el lore de Warcraft desde sus inicios hasta el día de hoy



La Historia de Warcraft, también conocido como el Universo Warcraft, es el lore creado por Blizzard tomando como referencia la información publicada en diversos medios oficiales. Los escritos, que están en continuo cambio, han sufrido varias revisiones a lo largo del tiempo debido a la interacción de otras líneas argumentales. El lore comprende la información facilitada en la página oficial de Warcraft, los videojuegos, las novelas, los libros de RPG, los cómics, los E-books y fuentes internas de Blizzard que posee un departamento específico para desarrollar la historia de Warcraft.

Desde hace tiempo Blizzard ha puesto en marcha una política de diversificación de fuentes por lo que muchas de las partes de la historia que no se explican en los videojuegos de World of Warcraft lo acaban siendo en novelas y cómics que no siempre están disponibles en español. Esto hace que exista entre mucha gente un gran desconocimiento de algunos aspectos importantes básicos de la historia que no pueden acceder a las fuentes oficiales porque no existen en su idioma y tengan que recurrir a traducciones amateurs que no siempre son las más acertadas. Internet está lleno de historias desordenadas de la historia de Warcraft sin ningún tipo de fuente de referencia totalmente desactualizadas y fuera del contexto actual de los acontecimientos por lo que se hace necesario un lugar donde se aúne toda la información posible. Aquí se muestra un resumen bastante fiel de todo el material oficial publicado por Blizzard y sus referencias individuales
.

CAPITULO 1 : MITOS

Los Titanes y la formación del universo


Nadie sabe exactamente cómo se originó el universo. Algunos conjeturan que una terrible explosión cósmica lanzó hacia la vasta inmensidad de la Gran Oscuridad mundos infinitos que giraron en órbita, mundos que posteriormente albergarían diversas formas de vida, extraordinarias y terribles a la vez. Otros creen que el universo, tal como existe hoy, fue creado como un todo por una entidad singular y todopoderosa.

Si bien los orígenes exactos del caótico universo siguen sin esclarecerse, existe la certeza sobre el nacimiento de una raza de seres poderosos que puso orden en los mundos, para garantizar un futuro seguro para las criaturas que seguirían sus pasos.

Los titanes, dioses colosales de piel metálica procedentes de los confines del cosmos, llegaron hasta aquí y empezaron a ocuparse de los planetas que encontraron. Configuraron estos espacios, levantando poderosas montañas y formando vastos océanos.

Originaron cielos y atmósferas tormentosas, siguiendo un plan insondable para crear orden a partir del caos. Incluso otorgaron poderes a las razas primitivas para que se ocuparan de sus trabajos y mantuvieran la integridad de sus respectivos universos.

Los titanes, gobernados por una secta de élite conocida como Panteón, llevaron el orden a cientos de millones de mundos diseminados por la Gran Oscuridad del Más Allá durante los primeros años de la creación.

El benevolente Panteón, con la intención de salvaguardar las estructuradas sociedades de estas razas, estaba siempre atento a la amenaza de seres malignos y extradimensionales de El Vacío Abisal. El Vacío Abisal, una dimensión etérea de magia caótica que interconectaba miríadas de planetas, albergaba un número infinito de seres malignos y demoníacos cuya única finalidad era destruir la vida y agotar las energías del universo viviente.

''Incomprensible para la mente mortal, la verdad de estos seres galácticos se ha perdido hace mucho tiempo cuando los susurros engendraron leyendas y las leyendas se convirtieron en mitos''



Los miembros del Panteón, de izquierda a derecha

Norgannon : El tejedor de sueños, guardián de las magias celestiales y las tradiciones

Khaz' goroth : El moldeador, forjador de mundos

Golganneth : El tronador, señor de los cielos y rugientes oceanos

Eonar : La Dadora de Vida, gentil cuidadora de todas las formas de vida

Agrammar : El vengador, teniente del gran Sargeras

Aman' thul : El Alto Padre del Panteón

Sargeras : El Defensor , el más noble de todos



Sargeras y la traición


Con el tiempo, seres demoníacos lograron entrar en los mundos de los titanes desde El Vacío Abisal y el Panteón eligió a Sargeras, su guerrero más destacado, para combatir en primera línea. Noble gigante de bronce fundido, Sargeras desempeñó su papel durante incontables milenios, buscando y destruyendo a los demonios allí por donde iba. Durante millones de años, Sargeras se enfrentó a dos poderosas razas demoníacas, las cuales se habían propuesto obtener el poder y el dominio sobre el universo físico.

Los Eredar, una raza insidiosa de malignos hechiceros, utilizó la brujería para invadir y dominar diversos mundos. Las razas autóctonas de estos planetas experimentaron mutaciones causadas por los malignos poderes de los Eredar y se convirtieron en demonios.

Si bien los poderes casi ilimitados de Sargeras fueron más que suficientes para derrotar a los malvados Eredar, tuvo grandes problemas generados por la corrupción de las criaturas y al mal que todo lo consume. Incapaz de comprender tanta depravación, el gran titán cayó en una amarga depresión. A pesar de su creciente malestar, Sargeras liberó al universo de la presencia de los brujos, recluyéndolos en un rincón de El Vacío Abisal.

Mientras su confusión y tristeza crecían, Sargeras se vio obligado a luchar contra otro intento del grupo de perturbar el orden de los titanes: los Nathrezim. Esta raza oscura de demonios vampíricos (también conocidos como señores del terror), conquistó varios planetas densamente poblados, poseyendo a sus habitantes y convirtiéndolos en sombras.

Los nefastos e intrigantes señores del terror enfrentaron a todas las naciones entre sí, manipulándolas hasta el odio irreflexivo y la desconfianza. Sargeras derrotó a los Nathrezim fácilmente, pero su corrupción lo afectó profundamente.




Puesto que la duda y la desesperación ensombrecieron los sentidos de Sargeras, perdió toda la fe no solo en su misión, sino también en la visión que los titanes tenían de un universo ordenado. Finalmente, llegó a creer que el concepto de orden era una locura, y que el caos y la depravación eran los valores absolutos del oscuro y solitario universo.

Sus compañeros titanes intentaron persuadirlo de su error y apaciguar su trastorno, pero él no creyó en las afirmaciones optimistas de los titanes, considerándolas engaños y artimañas interesadas. Abandonando a sus compañeros para siempre, Sargeras partió en busca de su propio lugar en el universo. Si bien el Panteón lamentaba su partida, los titanes no podían imaginar hasta dónde llegaría su hermano extraviado.

Cuando la locura de Sargeras había consumido los últimos vestigios de su valiente espíritu, llegó a creer que los propios titanes eran los responsables del error de la creación. Finalmente, decidió cambiar las cosas en todo el universo, creando un ejército imparable capaz de destruir todo el universo físico.

Incluso la forma titánica de Sargeras experimentó una deformación ocasionada por la corrupción que había poseído su otrora noble corazón. Sus ojos, sus cabellos y su barba desprendían fuego, y su piel color bronce se cuarteó, revelando un manantial de furia abrasadora.

En su ira, Sargeras echó abajo las prisiones de los Eredar y los Nathrezim, liberando a los repugnantes demonios. Estas malvadas criaturas se inclinaban ante la inconmensurable furia del titán oscuro y ofrecieron servirle de todas las formas posibles. Entre las filas de los poderosos Eredar, Sargeras eligió a dos campeones para dirigir a su demoníaco ejército de destrucción.

Kil'jaeden el Impostor fue elegido para reclutar a las razas más oscuras del universo y alistarlas en las filas de Sargeras. El segundo Campeón, Archimonde el Rapiñador, fue elegido para dirigir los vastos ejércitos de Sargeras en la lucha contra todo el que se resistiera a la voluntad del titán.

La primera medida de Kil'jaeden fue esclavizar a los vampíricos señores del terror bajo su terrible poder. Los señores del terror actuaban como agentes personales del titán por todo el universo, eligiendo para su maestro razas primitivas susceptibles de ser corrompidas y doblegadas. El primer señor del terror era Tichondrius el Ensombrecedor. Tichondrius era el Soldado perfecto de Kil'jaeden y accedió a propagar el mal abrasador de Sargeras por todos los rincones oscuros del universo.

Archimonde también otorgó poderes a sus propios agentes. Congregando a los malvados señores del infierno y a su bárbaro líder Mannoroth el Destructor, Archimonde preparó una élite de guerra capaz de exterminar todo rastro de vida de la creación.

Cuando Sargeras vio que tenía un ejército poderoso y listo para seguir todas sus órdenes, lo hizo rastrear todos los rincones de la Gran Oscuridad. Llamó a su ejército la Legión Ardiente. Hasta el momento, no se sabe cuántos planetas han sido exterminados por este ejército en su nefasta Cruzada Ardiente por todo el universo.



Los dioses antiguos y el orden de Azeroth


Sin conocer la misión destructiva de Sargeras sobre sus incontables trabajos, los Titanes continuaron moviéndose de mundo en mundo, dando forma y ordenando cada planeta como ellos creían. A lo largo de sus viajes repararon en un pequeño mundo al cual sus habitantes llamarían
más tarde Azeroth.

Cuando los Titanes hicieron su camino sobre la primitiva tierra, encontraron un gran número de hostiles elementales que veneraban a una raza de seres de insondable maldad conocidos como los dioses antiguos, juraron que echarían a los titanes y protegerían su entorno de la presencia metálica de los invasores.

El Panteón, molesto por la inclinación de los Dioses Antiguos a hacer el mal, entabló una guerra contra los Elementales y sus oscuros maestros. Los ejércitos de los Dioses Antiguos eran dirigidos por cuatro poderosos lugartenientes: Ragnaros el Señor del Fuego, Therazane la Madre Roca, Al'Akir el Señor del Viento y Neptulon el Cazador de las Mareas

Sus caóticas fuerzas avanzaban por la faz de la tierra y chocaban con los colosales Titanes. Aunque los Elementales eran poderosos más allá de toda compresión mortal, sus fuerzas combinadas no pudieron detener a los poderosos Titanes. Uno por uno, Los Cuatro
Elementos fueron cayendo y sus fuerzas fueron dispersadas.

Los miembros del Panteó arrasaron las ciudadelas de los Dioses Antiguos y encadenaron a los cinco dioses malignos en el subsuelo del planeta. Sin el poder de los Dioses Antiguos para mantener sus furiosos espíritus atados al mundo físico, los elementales fueron desterrados a un plano Abisal, donde lucharían entre sí por toda la eternidad. Tras la partida de los elementales, la naturaleza se apaciguó y en el mundo reinó una pacífica armonía. Al acabar con la amenaza, los titanes se pusieron manos a la obra.

Crearon un número de razas para que les ayudaran a modelar el mundo. Para ayudarles a cavar las insondables cavernas subterráneas, crearon a los terráneos,, creados de la piedra viva. Para crear los mares y elevar la tierra por encima del nivel del mar, los titanes crearon a los inmensos, pero gentiles gigantes marinos. Durante varias eras, los titanes moldearon la tierra hasta crear un continente perfecto.

En el centro del continente, los titanes crearon un lago misterioso de energías incandescentes. El lago, llamado Pozo de la Eternidad, constituía la fuente de la vida de todos los seres que habitaban el planeta. Sus poderosas energías alimentaron los huesos de todo ser viviente y sembraron de vida aquel rico suelo. Con el tiempo, plantas, árboles, monstruos y criaturas de todas las clases empezaron a prosperar en el continente primigenio.

En el crepúsculo del último día de sus obras de creación del mundo, los titanes dieron al continente el nombre de Kalimdor: "tierra de la eterna luz estelar".



Encomienda a los Vuelos


Satisfechos con el pequeño universo que habían creado, los titanes se prepararon para abandonar Azeroth. No obstante, antes de partir, encomendaron a las grandes especies del planeta la tarea de vigilar Kalimdor, para evitar que fuerzas adversas amenazaran su perfecta armonía. En aquella época, existían muchas clases de dragones.

Sin embargo, había cinco grupos que dominaban a sus hermanos. Estos cinco grupos fueron elegidos por los titanes para guiar al mundo naciente. Los miembros más destacados del Panteón transmitieron parte de su poder a los jefes de las bandadas de dragones. Estos dragones majestuosos (que se describen a continuación) eran conocidos como los Grandes Aspectos o los Dragones Aspectos.

Aman'Thul, Alto Padre del Panteón volcó parte de su poder cósmico sobre el gigantesco dragón de bronce Nozdormu. El Alto Padre otorgó poderes a Nozdormu para que vigilara él mismo el transcurrir del tiempo y supervisara los intrincados caminos de la fortuna y el destino. El estoico y honorable Nozdormu era conocido con el nombre de El Atemporal.

Eonar, guardiana de la vida, otorgó parte de su poder a la gigantesca Alexstrasza. Mucho tiempo después, Alexstrasza recibió el nombre de la Protectora, pues su misión era defender a todas las criaturas vivientes del planeta. Gracias a su suprema sabiduría y a su ilimitada compasión por todos los seres vivos, Alexstrasza fue nombrada reina de los dragones por los de su especie.

Eonar también bendijo a la hermana menor de Alexstrasza, la ágil dragona verde Ysera, con una porción de su influencia sobre la naturaleza. Ysera cayó en un trance eterno, atada al Sueño de la Creación. Conocida como la Soñadora, vigilaría las extensas áreas salvajes del mundo desde su verdeante reino, el Sueño Esmeralda.

Norgannon, titán guardián del conocimiento y mago maestro, cedió al dragón azul Malygos parte de su vasto poder. A partir de entonces, Malygos fue conocido como el Tejechizos, el guardián de la magia y el arcano oculto.

Khaz'goroth, creador de titanes y forjador del mundo, confirió parte de su extenso poder al poderoso dragón negro Neltharion. Al bondadoso Neltharion, conocido posteriormente como el Guardián de la Tierra, se le otorgó el dominio de la tierra y los rincones más recónditos del orbe. Encarnaba la fortaleza del mundo y actuaba como gran protector de Alexstrasza.



Con estos poderes, los Cinco Aspectos tenían la misión de defender al mundo en ausencia de los titanes. Cuando los dragones ya estaban preparados para vigilar su creación, los titanes abandonaron Azeroth para siempre. Desafortunadamente, el descubrimiento del nuevo mundo por parte de Sargeras era solo cuestión de tiempo.



Los kaldorei y el Pozo de la Eternidad


Diez mil años antes de que los orcos y los humanos se enfrentaran en la Primera Guerra, el mundo de Azeroth era un vasto continente rodeado por mares infinitos. Aquella masa de tierra, conocida como Kalimdor, albergaba numerosas razas y criaturas dispares, pugnando por sobrevivir entre los salvajes elementos del mundo naciente. En el centro del continente oscuro había un lago misterioso de energías incandescentes.

El lago, conocido posteriormente como el Pozo de la Eternidad, fue el corazón de la magia y de los poderes naturales del mundo: Absorbiendo la energía de la Gran Oscuridad infinita del más allá, el Pozo actuaba como fuente mística, lanzando sus poderosos flujos por todo el espacio, diseminando la vida en todas sus formas, variadas y sorprendentes.

A través del tiempo, una tribu primitiva de humanoides nocturnos llegó cautelosamente hasta los confines del fascinante lago encantado.

Los nómadas humanoides ferales, atraídos por las extrañas energías del Pozo, fabricaron rudimentarias casas junto a sus serenas orillas. Con el paso del tiempo, el poder cósmico del Pozo afectó a la extraña tribu, haciéndola fuerte, sabia y prácticamente inmortal. La tribu adoptó el nombre de Kaldorei, que en su lengua significaba "hijos de las estrellas". Para celebrar el nacimiento de su sociedad, construyeron magníficas estructuras y templos en la periferia del lago.

Los Kaldorei, o elfos de la noche, tal como se les conoció posteriormente, adoraban a la diosa de la luna Elune, convencidos de que, durante el día, dormía en las refulgentes profundidades del Pozo. Los antiguos sacerdotes y videntes de los elfos de la noche estudiaron el Pozo con insaciable curiosidad, dedicándose a desentrañar sus insondables secretos y poderes. A medida que su sociedad prosperó, los elfos de la noche exploraron las tierras de Kalimdor y descubrieron a sus innumerables moradores.

Las únicas criaturas que les dieron tregua fueron los antiguos y poderosos dragones. Aunque las enormes bestias serpenteantes solían recluirse, ayudaban en gran medida a proteger las tierras conocidas de potenciales enemigos. Los elfos de la noche creían que los dragones se consideraban los protectores del mundo y que era mejor dejarlos solos con sus secretos.

Con el tiempo, la curiosidad de los elfos de la noche les condujo a conocer y entablar amistad con diversos seres poderosos, entre los cuales estaba Cenarius, un semidiós de los bosques primigenios. El benévolo Cenarius simpatizaba con los inquisitivos elfos de la noche y pasaba largas horas instruyéndolos en el conocimiento del mundo natural. Los serenos kaldorei desarrollaron una fuerte empatía por los bosques vivientes de Kalimdor y se deleitaban en el armonioso equilibrio de la naturaleza.

Sin embargo, con el paso del tiempo, que parecía eterno, la civilización de los elfos de la noche se expandió territorial y culturalmente. Sus templos, caminos y viviendas poblaban la totalidad del continente oscuro. Azshara, la bella e inteligente reina de los elfos de la noche, construyó un magnífico e inmenso palacio a la orilla del Pozo, en el que habitaba su servidumbre selecta, rodeada de fastuosas riquezas.



La selecta servidumbre, llamada Quel'dorei o Altonatos, estaba al servicio de la reina y se consideraba superior al resto de sus hermanos de casta inferior. Si bien la reina Azshara era amada por todos sus súbditos, la nobleza era odiada en secreto por las masas envidiosas.

Azshara, que compartía con los sacerdotes la curiosidad por conocer los secretos del Pozo de la Eternidad, ordenó a la educada nobleza que desentrañara sus misterios y los difundieran por todas partes.

Los altonatos se enfrascaron en su trabajo y estudiaron el Pozo incansablemente. Con el tiempo, desarrollaron la habilidad de manejar y controlar las energías cósmicas del Pozo. A medida que sus insensatos experimentos avanzaron, los miembros de la nobleza advirtieron que podían usar sus nuevos poderes para crear o destruir a voluntad. Los desafortunados Altonato se tropezaron con la magia primitiva y habían resuelto dominarla.

Si bien sabían que, si se manipulaba irresponsablemente, la magia era inherentemente peligrosa, Azshara y sus nobles empezaron a practicar sus hechizos con imprudente abandono. Cenarius y muchos de los viejos y eruditos elfos de la noche advirtieron que jugar con las volátiles artes del encantamiento solo podría traer la ruina. Pero Azshara y sus seguidores continuaron extendiendo tenazmente sus incipientes poderes.

A medida que sus poderes crecieron, se produjo un cambio evidente en Azshara y los altonatos. Los altivos y distantes aristócratas se volvieron cada vez más insensibles y crueles con los demás elfos de la noche. Un oscuro y perturbador manto envolvió la otrora fascinante belleza de Azshara. Se distanció de sus súbditos más cercanos y se negó a tratar con nadie que no fuera sus fieles sacerdotes aristócratas.

Un joven y audaz estudiante llamado Malfurion Stormrage, que había dedicado gran parte del tiempo al estudio de los efectos del Pozo, empezó a sospechar que un terrible poder estaba corrompiendo a los nobles y a su amada reina. Si bien consideraba inconcebible el mal que los acechaba, sabía que las vidas de los elfos de la noche pronto cambiarían para siempre...



La Guerra de los Ancestros

(Hace aprox. 10.000 años)


La irresponsabilidad de los Quel'dorei les costó caro. Las ondas expansivas de energía causadas por el abuso de la magia arcana fueron percibidas, a través del Pozo de la Eternidad, por mentes demoniacas. Sargeras, el Gran Enemigo de la vida y Destructor de los Mundos, percibió las poderosas ondas y se sintió atraído por su distante punto de origen.

Al descubrir el mundo primigenio de Azeroth y las energías ilimitadas del Pozo de la Eternidad, Sargeras experimentó un apetito insaciable. El gran dios oscuro del Vacío decidió destruir el mundo en ciernes y reclamar las energías como suyas.

Sargeras reunió a su vasta Legión Ardiente y se dirigió hacia el desprevenido mundo de Azeroth. La Legión estaba formada por un millón de demonios que vociferaban, todos procedentes de los reinos más apartados del universo, ávidos de conquista. Los tenientes de Sargeras, Archimonde el Profanador y Mannoroth el Destructor, prepararon a sus esbirros infernales para el ataque.



La reina Azshara, inmersa en el terrible éxtasis de la magia, fue víctima del innegable poder de Sargeras y accedió a concederle la entrada en su mundo. Incluso sus siervos Altonato se rindieron ante la inevitable corrupción de la magia y veneraron a Sargeras como a un dios. Para demostrar su lealtad a la Legión, los Altonato ayudaron a su reina a abrir un enorme portal en las profundidades del Pozo de la Eternidad.

Una vez realizados todo los preparativos necesarios, Sargeras inició la devastadora invasión de Azeroth. Los demonios guerreros de la Legión Ardiente invadieron el planeta a través del Pozo de la Eternidad y sitiaron las ciudades dormidas de los elfos de la noche. Dirigidos por Archimonde y Mannoroth, la Legión irrumpió sobre las tierras de Kalimdor, dejando a su paso cenizas y dolor.

Los demonios brujos invocaron malignos infernales que cayeron como mortíferos meteoros sobre las cimas de los templos de Kalimdor. Una banda de matones sanguinarios conocidos como Guardias apocalípticos arrasaron los campos de Kalimdor, asesinando a todo el que se cruzaba en su camino. Manadas de canes manáfagos saquearon el campo sin encontrar resistencia. No obstante, los valientes guerreros kaldorei defendieron su antigua tierra natal, pero poco a poco se vieron obligados a ceder terreno ante el ataque furibundo de la Legión.

Malfurion Stormrage decidió buscar ayuda para su gente asediada. Stormrage, cuyo propio hermano Illidan practicaba la magia de los Altonato, estaba indignado por la creciente corrupción entre estos nobles. Convenciendo a Illidan de que abandonara su peligrosa obsesión, Malfurion buscó a Cenarius y reunió fuerzas para iniciar la resistencia.

La bella y joven sacerdotisa Tyrande accedió a acompañar a los hermanos en nombre de Elune. Aunque Malfurion e Illidan amaban por igual a la idealista sacerdotisa, el corazón de Tyrande pertenecía solo a Malfurion. Illidan sentía celos por el romance de su hermano con Tyrande, pero sabía que su mal de amores no era nada comparado con el dolor que le causaba la adicción a las artes de la magia.

Illidan, que sentía una creciente dependencia de las poderosas energías de la magia, luchó para controlar su abrumador deseo de volver a vaciar las energías del Pozo. No obstante, con el paciente apoyo de Tyrande, pudo dominarse y ayudó a su hermano a encontrar al solitario semidiós Cenarius.

Cenarius, que habitaba en los Claros de Luna sagrados del distante del Monte Hyjal, accedió a ayudar a los elfos de la noche, encontrando a los antiguos dragones y enviándolos en su ayuda. Los dragones, dirigidos por la colosal Alexstrasza, ordenaron a sus poderosos Vuelos enfrentarse a los demonios y a sus infernales maestros.

Cenarius, invocando a los espíritus de los bosques encantados, armó un ejército de antiguos hombres árbol y los condujeron hacia el combate contra la Legión en un temerario asalto terrestre. Cuando los aliados de los elfos de la noche se reunieron en el templo de Azshara y en el Pozo de la Eternidad, se desató la guerra total. A pesar de la fortaleza de sus nuevos aliados, Malfurion y sus compañeros se dieron cuenta de que la Legión no podía ser derrotada solo mediante el poder militar.

Cuando la titánica batalla tuvo lugar en torno a la capital de Azshara, la reina ya estaba esperando la llegada de Sargeras. El señor de la Legión estaba preparándose para atravesar el Pozo de la Eternidad e irrumpió en aquel planeta en guerra. Cuando su sombra inconmensurable se acercó a la superficie del Pozo, Azshara reunió a sus más poderosos seguidores Altonato. La unión de sus poderes mágicos en un solo hechizo fue el único medio capaz de crear una entrada lo suficientemente grande para permitir la entrada a Sargeras.

Cuando la batalla asolaba los campos en llamas de Kalimdor, se produjo un hecho insólito. Los detalles se han perdido en el tiempo, pero se sabe que Neltharion, el Dragón Aspecto de la Tierra, enloqueció en un combate feroz contra la Legión Ardiente. Empezó a desmoronarse al tiempo que las llamas y la ira brotaban de su oscuro pelaje. Adoptando el nombre de Deathwing, el dragón ardiente se volvió en contra de sus hermanos y retiró a las cinco bandadas de dragones del campo de batalla.

La repentina traición de Alamuerte fue tan destructiva, que las cinco bandadas de dragones jamás se recuperaron. Herida y conmocionada, Alexstrasza y otros nobles dragones se vieron obligados a abandonar a sus mortales aliados. Malfurion y sus compañeros, ahora terriblemente diezmados, apenas sobrevivieron a la matanza que sobrevino a continuación.

Malfurion, convencido de que el Pozo de la Eternidad era el cordón umbilical de los demonios con el mundo físico, insistió en que debía ser destruido. Sus compañeros, que sabían que el Pozo era la fuente de su inmortalidad y sus poderes, estaban horrorizados ante tal perspectiva. No obstante, Tyrande comprendió la sabia teoría de Malfurion y convenció a Cenarius y a sus compañeros a que atacaran el templo de Azshara y encontraran la manera de cerrar el Pozo por el bien de todos.




El Diluvio del mundo


Sabiendo que, la destrucción del Pozo le impediría volver a usar la magia, Illidan, empujado por su egoísmo, abandonó al grupo y se dirigió a avisar a los altonatos del plan de Malfurion. Debido a la locura en la que había caído por su adicción y el agudo resentimiento hacia la relación de su hermano con Tyrande, Illidan no sintió remordimiento alguno por traicionar a éste y unirse a Azshara y sus seguidores. Illidan había jurado, por encima de todo, proteger el poder del Pozo por cualquier medio necesario.

Destrozado por la partida de su hermano, Malfurion llevó a sus compañeros al corazón del templo de Azshara. Pero cuando asaltaron la sala de audiencias principal, descubrieron a los altonatos en la mitad de su oscura invocación final. El hechizo comunal creaba un vórtice inestable de poder dentro de las turbulentas profundidades del Pozo. Mientras la ominosa sombra de Sargeras se acercaba más y más a la superficie, Malfurion y sus aliados se apresuraron a atacar. Azshara, al haber recibido el aviso de Illidan, estaba más que preparada para ellos.

Casi todos los seguidores de Malfurion cayeron ante el poder de la reina furiosa. Tyrande, intentando atacar a Azshara por detrás, fue capturada desprevenida por los guardias altonatos de la reina. Aunque los eliminó, sufrió graves heridas a sus manos. Cuando Malfurion vio caer a su amada, entró en una rabia asesina y se decidió a acabar con la vida de Azshara.

Mientras la batalla rugía tanto dentro como fuera del templo, Illidan apareció de entre las sombras cerca de las orillas del gran Pozo. Creando una serie de viales especialmente diseñados, Illidan se arrodilló y llenó cada uno con las brillantes aguas del Pozo. Seguro de que los demonios aplastarían a la civilización de los elfos de la noche, planeaba robar las aguas sagradas y quedarse sus energías para sí mismo.



La batalla que tenía lugar entre Malfurion y Azshara hizo que todo el cuidadoso trabajo de los altonatos en su conjuro se volviera caótico. El vórtice inestable de las profundidades del Pozo explotó y desató una catastrófica cadena de sucesos que destrozarían al mundo para siempre. La descomunal explosión hizo temblar el templo hasta los cimientos y creó una serie de terribles terremotos que desgarraron la tierra. A medida que la horrible batalla entre la Legión y los aliados de los elfos de la noche continuaba alrededor y por encima de la capital en ruinas, el Pozo de la Eternidad se derrumbaba sobre sí mismo hasta colapsarse.

La catastrófica explosión resultante destrozó la tierra y borró los cielos. Mientras los movimientos sísmicos de la implosión del Pozo estremecían los cimientos del mundo, los mares se apresuraron a rellenar la herida que había quedado en la tierra. Cerca del ochenta por ciento de la masa de Kalimdor había sido destruida, dejando solo un puñado de continentes separados rodeando al nuevo y furioso mar.

En el centro del nuevo mar, donde se alzó el Pozo de la Eternidad, había una tumultuosa tormenta de furia oceánica y energías caóticas. Esta terrible herida, conocida como el Maelmstrom, nunca cesa en su furioso girar. Se convertiría en un recordatorio constante de la terrible catástrofe... y de la utópica era que se había perdido para siempre.



De alguna forma, y contra toda posibilidad, la reina Azshara y su élite de altonatos lograron sobrevivir a tamaña ordalía. Torturados y retorcidos por los poderes que habían liberado, fueron arrastrados bajo las aguas por la implosión del Pozo. Malditos, transformados, adoptaron nuevas formas y se convirtieron en los odiosos y serpentinos naga. La propia Azshara se expandió con el odio y la rabia, convirtiéndose en una enorme monstruosidad, que reflejaba la locura y la malicia que siempre habían estado ocultas en su corazón. Allí, en las profundidades de la Vorágine, los naga construyeron su nueva ciudad, Nazjatar, desde la que reconstruirían su poder. Pasarían diez mil años antes de que mostrasen su existencia al mundo de la superficie.



El Monte Hyjal y el obsequio de Illidan


Los escasos elfos de la noche que sobrevivieron a la explosión se subieron a rústicas balsas y lentamente se dirigieron a la única masa de tierra visible. De algún modo, por la gracia de Elune, Malfurion, Tyrande y Cenarius sobrevivieron al Gran Cataclismo. Los maltrechos héroes guiaron a sus compañeros supervivientes y se establecieron en un nuevo lugar.

Mientras viajaban en silencio, examinaron los restos de la catástrofe y comprendieron que sus pasiones habían sido la causa de la destrucción del planeta. Aunque Sargeras y su Legión habían sido aniquilados por la destrucción del Pozo, Malfurion y sus compañeros sobrevivieron para reflexionar sobre el terrible precio de la victoria.

Por su parte, muchos Altonato salieron ilesos del cataclismo. Se dirigieron a las costas de la nueva tierra, junto con los otros elfos de la noche. Aunque Malfurion desconfiaba de los Altonato, estaba tranquilo porque no podían causar verdadero daño sin las energías del Pozo.

Cuando los elfos de la noche arribaron a las costas de la nueva tierra, advirtieron que Hyjal, la montaña sagrada, había sobrevivido a la catástrofe. Con la intención de establecer un nuevo hogar para todos, Malfurion y los elfos de la noche subieron por las laderas del Monte Hyjal y llegaron a la cima azotada por el viento. Al descender en la boscosa hondonada, entre los enormes picos de las montañas encontraron un pequeño lago de aguas mansas. Aterrorizados, descubrieron que las aguas del lago estaban contaminadas por la magia.

Illidan, que también había sobrevivido al Diluvio, había subido a la cima del Monte Hyjal mucho antes que Malfurion y sus elfos de la noche. En su locura por conservar un reducto para la magia en el mundo, Illidan volcó en el lago de la montaña el contenido de sus viales: las preciosas aguas del Pozo de la Eternidad.

Las potentes energías del Pozo ardieron rápidamente y se fusionaron para crear un nuevo Pozo de la Eternidad. El exultante Illidan, que creía que el nuevo Pozo era un regalo para las futuras generaciones, se sorprendió al advertir la ira de Malfurion. Este explicó a su hermano que la magia era inherentemente caótica y que su uso conduciría inevitablemente a la propagación de la corrupción y la guerra. No obstante, Illidan se negó a renunciar a sus poderes mágicos.

Conociendo de sobra hacia dónde conducirían los implacables planes de Illidan, Malfurion decidió neutralizar de una vez por todas a su hermano enloquecido por el poder. Con la ayuda de Cenarius, Malfurion encerró a Illidan en un gran túmulo subterráneo, en el que permanecería encadenado e impotente hasta el final de sus días. Para garantizar el confinamiento de su hermano, Malfurion encargó a la joven celadora Maiev Shadowsong la tarea de vigilar personalmente a Illidan.

Preocupado ante la certeza de que la destrucción del nuevo Pozo conllevaría una catástrofe aún mayor, los elfos de la noche decidieron dejarlo en su lugar. No obstante, Malfurion declaró que nadie volvería jamás a practicar las artes de la magia. Bajo la mirada atenta de Cenarius, empezaron a estudiar las antiguas artes de los druidas con el propósito de sanar el planeta herido y replantar sus bosques amados en la base del Monte Hyjal.


El Árbol del Mundo y el Sueño Esmeralda

(9000 años antes de la Primera Guerra)

Durante muchos años, los elfos de la noche trabajaron incesantemente para reconstruir su antigua tierra natal. Abandonando sus templos destruidos a merced de la maleza, construyeron sus nuevos hogares en medio de verdeantes árboles y frescas colinas junto al Monte Hyjal. Con el tiempo, los dragones que habían sobrevivido al Gran Cataclismo salieron de sus secretas moradas.

Alexstrasza la roja, Ysera la verde y Nozdormu el broncíneo descendieron por los serenos claros de los druidas y supervisaron los frutos del trabajo de los elfos de la noche. Malfurion, que se había convertido en un archidruida de inmenso poder, saludó a los magníficos dragones y les habló de la creación del nuevo Pozo de la Eternidad.

Los grandes dragones, alarmados al escuchar tan nefasta noticia, creyeron que, mientras el Pozo de la Eternidad existiera, la Legión podría volver con el propósito de destruir el planeta nuevamente. Malfurion y los tres dragones hicieron un pacto para proteger el Pozo y asegurarse de que los agentes de la Legión Ardiente jamás volvieran a poner pie en el planeta.

Alexstrasza la Protectora, colocó una bellota encantada en el corazón del Pozo de la Eternidad. La bellota, activada por las poderosas aguas mágicas, brotó rápidamente hasta convertirse en un árbol colosal. Las potentes raíces del árbol se extendieron desde las aguas del Pozo y la verdeante copa abarcó la inmensidad del cielo.

El árbol será un símbolo eterno del vínculo de los elfos de la noche con la naturaleza y sus energías portadoras de vida se extenderán por todas partes para curar a los habitantes del planeta. Los elfos de la noche dieron al Árbol del Mundo el nombre de Nordrassil, cuyo significado era "corona de los cielos" en su lengua nativa.

Nozdormu el Atemporal lanzó un encantamiento sobre el Árbol del Mundo que garantizaría que, siempre que el árbol estuviese en pie, los elfos de la noche jamás envejecerían ni enfermarían.

Ysera la Soñadora también lanzó un hechizo sobre el árbol, vinculándolo a su propio reino, la dimensión etérea conocida como el Sueño Esmeralda. El Sueño Esmeralda, un mundo espiritual eternamente cambiante, existía más allá de las fronteras del mundo físico. Desde el Sueño, Ysera regulaba las mareas de la naturaleza y la evolución del mundo propiamente dicho.



Los druidas de los elfos de la noche, incluyendo al propio Malfurion, crearon un vínculo con el Sueño a través del Árbol del Mundo. En un pacto místico, los druidas aceptaron dormir simultáneamente durante siglos para que sus espíritus pudieran recorrer las infinitas sendas de los sueños de Ysera. Aunque los druidas sufrían ante la perspectiva de perder tantos años de sus vidas entregándose a la hibernación, mantuvieron desinteresadamente su pacto con Ysera.



El exilio de los elfos nobles

7300 años antes de la Primera Guerra

Con el transcurso de los siglos, la nueva sociedad de los elfos de la noche se fortaleció y se expandió por el bosque en ciernes conocido como Vallefresno. Muchas de las criaturas y especies que abundaban antes del Gran Cataclismo, como los fúrbolgs y los jabaespines, reaparecieron y prosperaron en aquellas tierras. Bajo la benévola mirada de los druidas, los elfos de la noche disfrutaron de una era de paz y tranquilidad sin precedentes bajo las estrellas.

No obstante, muchos de los Altonato supervivientes estaban cada vez más inquietos. Al igual que Illidan, tuvieron que retirarse ante la pérdida de sus codiciados poderes. Se vieron tentados a extraer las energías del Pozo de la Eternidad y reiniciar sus prácticas en el terreno de la magia. Dath'Remar, el extrovertido líder de los Altonato, empezó a burlarse abiertamente de los druidas, llamándolos cobardes por negarse a utilizar la magia que consideraban suya por derecho.

Malfurion y los druidas hicieron caso omiso a los argumentos de Dath'Remar y advirtieron a los Altonato que cualquier uso de la magia sería castigado con la muerte. En un insolente y desventurado intento de convencer a los druidas de revocar sus leyes, Dath’Remar y sus seguidores desataron una terrible tormenta mágica sobre Vallefresno.

Los druidas no podían soportar la idea de ver morir a los suyos, por lo que decidieron desterrar a los insensatos Altonato de sus tierras. Dath'Remar y sus seguidores, satisfechos por librarse al fin de sus primos conservadores, embarcó en varios navíos especialmente diseñados y se fue a recorrer los mares. Si bien ninguno de ellos sabía lo que les aguardaba al otro lado de las aguas de la tempestuosa Vorágine, deseaban fundar un nuevo territorio en donde poner en práctica sus codiciados poderes con total impunidad.

Los Altonato o Quel'dorei, como Azshara los había llamado en épocas pasadas, desembarcaron en la tierra del este llamada Lordaeron por sus habitantes. Planearon construir allí su propio reino mágico llamado Quel’Thalas, rechazando los preceptos de los elfos de la noche que los hacía venerar a la luna y a desarrollar actividades nocturnas. De ahí en adelante, adoraron al sol y se llamaron a sí mismos altos elfos.



Las Centinelas y la gran vigilia


Con la partida de sus caprichosos primos, los elfos de la noche volvieron a centrarse en la protección de su tierra encantada. Los druidas, conscientes de que se acercaba el momento de hibernar, se prepararon para su largo sueño y abandonaron temporalmente a sus seres queridos y familiares.

Tyrande, que se había convertido en la suma sacerdotisa de Elune, pidió a su amado Malfurion que no la abandonara para partir al Sueño Esmeralda de Ysera. Pero Malfurion ponía en juego su honor si no penetraba en las cambiantes sendas de los sueños, de modo que se despidió de la sacerdotisa y le juró que no se separarían jamás si mantenían vivo su amor.

Sola, ante la perspectiva de proteger a Kalimdor de los peligros que acechaban al nuevo mundo, Tyrande reunió a un poderoso ejército de hermanas elfas de la noche. Las intrépidas y diestras guerreras, decididas a defender Kalimdor, eran conocidas como las Centinelas. Aunque preferían patrullar los frondosos bosques de Vallefresno ellas mismas, contaban con muchos aliados a los que podían recurrir en momentos difíciles.

El semidiós Cenarius permaneció cerca de los Claros de la Luna del Monte Hyjal. Sus hijos, conocidos como los Guardianes de la Arboleda, vigilaron de cerca a los elfos de la noche y ayudaron constantemente a las Centinelas a mantener la paz en aquellas tierras. Incluso las tímidas hijas de Cenarius, o dríades, salían al exterior con mayor frecuencia.

La tarea de vigilar Vallefresno mantuvo ocupada a Tyrande, pero sin Malfurion a su lado, apenas sonreía. A medida que los siglos transcurrieron, los druidas seguían inmersos en su sueño y el temor de Tyrande creció ante la posibilidad de una segunda invasión demoníaca. No la abandonaba la turbadora sensación de que la Legión Ardiente seguía merodeando al otro lado de la Gran Oscuridad, planeando su venganza contra los elfos de la noche y el reino de Azeroth.




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Tercer Capitulo :




Cuarto Capitulo





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