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María Victoria Henao Vallejo fue el gran amor de Pablo Escobar. Cuando se conocieron, el capo era amigo del hermano mayor de ‘Tata’, como le comenzó a llamar de cariño a la pequeña de 13 años, por lo que visitaba con frecuencia al amigo con la finalidad de toparse con la niña. Escobar hizo oficial su interés por ella cuando le dijo a los padres que esperaba poder conquistarla y contar con su apoyo para desposarla. Sin embargo, los padres, como los de cualquier chica puberta, se negaron, puesto que Escobar tenía entonces 24 años.

Sin embargo, estaba tan enamorado de la niña, que no se rindió, y con poemas de su autoría, chocolates, peluches y discos de Camilo Sesto, el capo logró ganarse su corazón. A pesar de todo, sus padres la enviaron a los 15 años a vivir con su abuela, lugar al que Escobar la siguió y con ella como intermediaria, un cura los casó. Nadie pudo hacer nada, así que la pareja se fue de luna de miel a Palmira y para cuando cumplió 16 años, María Victoria ya esperaba al primer hijo de Escobar. Enseguida el Capo la hizo a un lado. La “dejó descansar” mientras él se divertía con otras chicas igualmente adolescentes. Ése era su más grande vicio: las vírgenes dispuestas a todo que el Patrón pedía.



Cuando le hablaban de sus esposa, esbozaba una sonrisa muy tierna y aseguraba estar enamorado de ella. De hecho, esa fue la versión que mantuvo hasta el final. En los cumpleaños de María, Escobar organizaba fiestas inmensas, llenas de personalidades de la farándula y amenizadas por los artistas favoritos de ‘Tata’. El capo compraba lo que deseaba y era capaz de dejar el negocio con tal de hacerla feliz. Sin embargo, Victoria nunca exigió nada que el Patrón del Mal no le pudiera dar y a cambio del amor que le profesaba, permitía que el capo tuviera cuantas chicas deseara, consintiendo a Escobar en su punto débil: las jovencitas vírgenes de entre 13 y 17 años de edad.

Al igual que con Tata, Escobar conquistaba a pequeñas niñas pubertas, a quienes reclutaba a través de un grupo que llamaba “Los Señuelos”. Este comando iba tras las jóvenes que el Patrón indicaba: permanecían unos cinco días con él para darles su primera aventura sexual, la cual repetían tantas veces como el Patrón decidiera. Cuando alguna de ellas se negaba, los Señuelos las convencían con fuertes sumas de dinero que sabían que de otra forma nunca verían en sus vidas. A pesar de ello, algunas chicas se resistían, entonces Escobar intervenía directamente: les otorgaba autos, una casa o un par de obras de arte que, en la mayoría de los casos, eran suficiente para comprar la virginidad de las jóvenes.



De este modo, con 3 millones de pesos en los bolsillos de cada una, las víctimas debían acostarse con él y sus allegados, con una promesa más de por medio: si cedían y obedecían las órdenes de los criminales, el cártel les ayudaría a entrar a la TV o a posicionarlas como favoritas en concursos de belleza. El Patrón tenía un gusto selecto en cuanto a mujeres, todas eras muy guapas, de largas piernas, y por supuesto, vírgenes. Cierta noche, la policía llegó de improviso a uno de los puntos de encuentro con sus niñas. Se celebraba una fiesta donde el narco estaba a punto de disfrutar del cuerpo de una chica cuando tuvo que huir.

Después de salir bien librado del incidente, Escobar llegó a la conclusión de que la boca delatora había sido de alguna de las chicas, por lo que intentó investigar lleno de ira, no obstante, terminó sintiendo lástima por la niña delatora. Tenía otros problemas que atender, así que para resolver el problema de tajo, mató a todas las chicas por igual.



La noche del 6 de julio de 1987, la policía halló los torsos, piernas y cabezas de 27 adolescentes de rasgos y edades similares. Al día siguiente, aparecieron 22 desmembramientos más. En total fueron hallados 49 cuerpos cuya figura y facciones sólo indicaban que ser bonita y encontrarse a Pablo Escobar no era para nada un golpe de suerte, por el contrario, si querías sobresalir en el mundo farándula-narco debías tener actitud y disposición, más allá de un rostro maquillado y un par de tacones rojos.

Desde tal incidente, Escobar tuvo encuentros con cuanta joven de entre 14 y 20 año quiso, pero al concluir, el procedimiento cambió radicalmente. Ahora les disparaba en la nunca. En una espiral de violencia y terror, las desafortunadas aceptaban a punta de pistola estar con él, sabiendo que lo más probable era que nunca volverían a ver el Sol.