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nuevas identidades de género: ni ellos, ni ellas; ahora son “elles”

No se sienten hombres, ni mujeres, y rompen esos estereotipos. Aumenta la visibilidad de personas que reclaman no ser encasilladas por la terminología binaria. Buscan aceptación e inclusión

En una época en la que se lucha por la aceptación de la diversidad sexual y la igualdad, hay una reivindicación que está tomando fuerza: la de no reducirlo todo a los tradicionales roles de hombre y mujer.



Uno de los sustentos de esta lucha descansa en la “teoría Queer”, que considera al género una construcción y no un hecho natural, por lo que no hay papeles sexuales ni identidades de género determinados biológicamente: son formas que varían según cada individuo y que no se reducen exclusivamente a la opción binaria habitual (masculino y femenino).

En inglés, “Queer” significa raro, torcido. Y el tema radica, precisamente, en normalizar lo que la sociedad tacha de extraño y visibilizar la diversidad. No todas las personas cuyo género no cuadra con las construcciones tradicionales sienten representación en esta terminología, pero la mayoría coinciden en algo: son personas, como cualquiera, pero no se adscriben dentro de las etiquetas “hombre” ni “mujer”.



Usualmente se les conoce como personas “no binarias” o de “género no binario”, abreviando a “NB”. Dado que van más allá de esa polarización dual: no son “ellos” ni tampoco “ellas”. Habitualmente, prefieren términos como “elles”, “ellx” u otras maneras de representar un leguaje neutro.

GENERO COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL



Las corrientes de expertos favorables a la diversidad sexual coinciden en diferenciar el sexo, que las personas tenemos como animales que somos, con el género, considerado una construcción social propia de nuestra condición de humana.

“La identidad de género tiene que ver con la construcción subjetiva que hace cada persona de su propio género. Es un amplio espectro, no son sólo dos puntos polares”



En palabras de la psicóloga clínica Carolina Herrera: “La identidad de género tiene que ver con la construcción subjetiva que hace cada persona de su propio género. Es un amplio espectro, no son sólo dos puntos polares (hombre y mujer) como se cree popularmente, sino que admite muchísimas más posibilidades”.

Establecida la diferencia entre sexo y género, Herrera va más allá: “comprendemos la identidad de género como un espectro muy amplio de distintas posibilidades y, dentro de ellas, están los géneros no binarios, que son los géneros de las personas que no son ni hombres ni mujeres”.

“A grandes rasgos las personas de género no binario no nos identificamos con roles, expresiones y demás conceptos asociados a los polos del género, donde un polo es hombre y el otro es mujer”, explica quien se hace llamar Thais, una persona de género no binario. “Mi identidad es agénero (la falta de género) y ahí nadie tiene potestad para hablar por mí”.

Sobre la no adscripción a un género, Lara A. opina: “no tengo género, pero socialmente me muevo como una mujer, uso pronombres femeninos y mi apariencia encaja con la idea que tenemos popularmente de mujer”.

“Realmente, el malestar psicológico viene cuando la persona siente que su género no es legítimo para la sociedad en la que vive”

Las personas que se sienten ágenero reniegan de los encasillamientos y contra eso luchan. Afirman no sentirse plenamente identificadas con ninguno de los dos (ni con los roles sociales que se les asigna) y reclaman libertad para no “adscribir” a ninguno, ya que, según sostienen, van cambiando. Aunque no existe en ellos la necesidad de especificar el género, sí hay una firme convicción respecto al ser de cada uno, y buscan guiarse por los sentimientos y no por los mandatos.

Al ser preguntada por la diferencia entre las personas transgénero y las no binarias, la psicóloga Carolina Herrera responde: “sería más bien una diferencia entre una persona trans que haga un tránsito binario, y una persona trans que haga un tránsito no binario o que construya su género de una forma no binaria”.

Y es que para Herrera, “en ambos casos son personas que se cuestionan su género, que lo construyen de una manera diversa y que, posiblemente, pueden hacer un tránsito de género, ya sea con modificaciones corporales o no, o a través de otras herramientas”.

“La diferencia es, si se trata de alguien que, habiendo sido asignado como hombre, transite a mujer, o habiendo sido asignada como mujer transite a hombre; o de alguien con género no binario que simplemente vaya construyendo su género desde otros parámetros”, reafirma la experta.

Sobre la cuestión psicológica, Herrera explica que “las identidades no binarias no tienen en sí mismas un impacto psicológico negativo para la persona”.

“Existen muchas personas trans en el mundo, muchas personas con identidades de género diversas, con identidades de género no binarias, con un disconformidad de género… que no necesariamente sufren un impacto psicológico negativo. Digamos que el malestar viene sobre todo en la interacción con el entorno, que muchas veces es hostil”, agrega la psicóloga.

GENEROS EN EL ARMARIO

Uno de los mayores desafíos que deben enfrentar las personas de género no binario, según afirman especialistas, tiene que ver con el entorno. Por lo general, el mayor sufrimiento no se debe a su género, pero sí a la confusión, la ocultación, y el rechazo de los demás.

“Pocas personas de mi entorno conocen o respetan mi identidad”, explica Thais “Las pocas que la conocen tratan de respetarla, utilizan el pronombre correspondiente, se interesan y preguntan para formarse, supongo que empatizan. Mi familia más cercana conoce mi identidad, pero eso no significa que la respeten”.

La mayoría de las personas de identidades no binarias oculta frente a sus familias lo que sienten o lo que les pasa. Muchos llevan una doble vida para evitar confrontaciones con su entorno más cercano.

“Fingir. Fingir constantemente con un disfraz que es como una jaula, porque si eres tú ‘misme’ recibes un rechazo tremendo, te dicen que estás ‘confundide’, te niegan tu identidad porque no la quieren entender. No ven la posibilidad de que algo así exista y eso conlleva mucho daño para ‘nosotres’”, dice quien se hace llamar Haku.

En cuanto a la apariencia, suele ser andrógina. Y eligen un look que puedan llevar los dos géneros o en un mismo atuendo mezclan prendas masculinas con otras femeninas. En algunos casos, o en determinado momento, puede resaltar más un lado que el otro.

“Realmente, el malestar psicológico viene cuando la persona siente que su género no es legítimo para la sociedad en la que vive, bien sea por sus características corporales al nacer, bien sea por el rol social que se le asignó” explica Herrera.

“Obviamente, como seres humanos, atravesamos el sufrimiento en varios momentos de la vida por distintas circunstancias, pero muchas de ellas no asociadas necesariamente al género. Sin embargo, cuando alguien siente que no puede expresar su género libremente, es cuando aparece el malestar”, agrega la psicóloga.

Lo que está claro es que, dentro o fuera del closet, hay muchos más colores que rosa o azul en la gama del género.

Aunque por lo general las personas trans o travestis están ligadas al binarismo, algunos elijen correrse de la dicotomía para construir su identidad de género. Las personas que tienen género fluido tienen una auto percepción fuera de lo binario. Se autoperciben como lo sienten y no encasillándose dentro de los géneros.

En Argentina contamos con la ley de género, que es la única en el mundo que no patologiza las identidades trans, pero no es suficiente. La sociedad no cambia la mentalidad por un decreto. Sigue costando poder insertarnos en la sociedad. Dentro de las minorías, nuestro promedio de vida es uno de los más bajos y eso se debe a las pocas posibilidades. Por eso seguimos luchando, para salirnos de la heteronorma. Estaría muy bueno poder pensarnos como personas y no etiquetarnos dentro de lo que uno “tiene” que ser. Es un proceso bastante lento, pero esperamos poder lograr una realidad diferente.