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Cuando la pubertad golpea, todxs nos apresuramos en busca de consejo para saber qué podemos hacer para llamar la atención de esa persona que tanto nos gusta.

A menudo, recurrimos a nuestro círculo más cercano y, casi siempre, priorizamos la opinión de nuestros amigos en vez de la de nuestra familia. Es decir, escuchamos más a gente de nuestra misma edad que a personas que, en teoría, tienen más experiencia y sabiduría.


¿Cómo podemos hacer que esa bella criatura se fije en nosotrxs cuando no parece mostrar ningún interés hacia nuestra persona?

Obviamente, dependemos, en gran parte, de nuestra personalidad y nuestro físico para gustarle, pero, a veces, solo se trata de tener la “estrategia” adecuada para que la otra persona nos valore como posible pretendiente y, llegados a ese punto, decida si realmente le gustamos o no.



Una forma de hacerlo sería decirle directamente que te gusta, pero raramente uno pasa de cero a héroe (con excepción de Hércules, pero él era un semidiós y, además, era griego, así que no se le pueden aplicar las mismas normas que al resto).

Con lo cual puede que, alguna vez, hayáis escuchado ese clásico consejo que consiste en no hacer caso a la otra persona para forzar un acercamiento. Es decir, hacerse el duro o la dura para que la otra persona sienta la necesidad de romper esa coraza y, entonces, aprovechar para pasar a la acción.



Pero puede que este método no sea tan efectivo como el boca-oreja promete, o al menos eso es lo que ha afirmado la Universidad de Rochester con un estudio que ha publicado recientemente.

Dicha investigación revela que, si adoptamos esa táctica basada en mostrar indiferencia hacia la persona que nos gusta, es muy posible que, en vez de aumentar su interés, consigamos el efecto contrario.



Puede que, al no hacerle caso ni hablar con él o ella, empiece a vernos como alguien más distante y menos atractivo. Al no poder valorarnos de otra forma que no sea el físico es bastante probable que, a no ser que tengáis un cuerpo y una cara esculpidos como Mario Casas, termine perdiendo el poco interés que tenía en ti.

Pero, por suerte, el mismo estudio no nos deja a dos velas, no nos hace un coitus interruptus, no nos abandona a nuestra suerte. En lugar de eso, propone una alternativa para ligar que, precisamente, es todo lo opuesto al típico consejo del que hemos estado hablando anteriormente.



Si nos mostramos más receptivos y agradables con esa persona (con eso no estamos diciendo que esté bien ser pesadxs o acosadorxs), seguramente lograréis que esa persona os valore más y, consecuentemente, os vea más atractivos. Si os fijáis, por feo que os parezca un amigo o amiga, casi siempre le vemos más guapo o guapa de lo que en realidad es.



Obviamente, adoptando esta estrategia, se corre el riesgo de quedar en la maldita friendzone (la zona de los amigos), pero todo se trata de tener un poco de cintura (no nos malinterpretéis) y saber en qué momento es necesario dar el paso.



El estudio se realizó con voluntarios de distintas edades y géneros y de esa forma vieron que la mayoría encontraban más atractivas aquellas personas con las que, de alguna forma, habían tenido alguna relación previa.

Según los investigadores de esta universidad del estado de Nueva York, seguramente esto se debía a un mecanismo de autodefensa mental para evitar la frustración causada por el rechazo.