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El sistema científico-tecnológico nacional es un insumo clave para el desarrollo económico. El kirchnerismo heredó un sistema científico-tecnológico desmantelado (éxodo de investigadores, congelamiento y envejecimiento de la planta de personal, bajos salarios) en medio de una fenomenal crisis económica y social. 



Esa pesada herencia fue revertida con decisión política y recursos presupuestarios. El cambio de rumbo se reflejó en diversos indicadores: crecimiento del plantel de investigadores, recomposición salarial, construcción de nuevos laboratorios, fabricación de radares y satélites, y el Plan Nuclear (Atucha II, extensión de vida de la Central Embalse, Plan Nacional de Medicina Nuclear, proyecto Carem). 
Algunos integrantes de la comunidad científica observaron con agrado la continuidad de Lino Barañao al frente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Otros advirtieron que comenzaba una etapa de retroceso. El drástico recorte producido en el ingreso a Carrera de Investigador Científico del Conicet confirmó esa última mirada.
La reciente suspensión del Plan Nuclear, impulsado por el gobierno anterior, se inscribe en ese sendero de retraso tecnológico. Haciendo un poco de historia, el kirchnerismo reinició la construcción de la tercera central nuclear a mediados de 2007. La inauguración y puesta en marcha de Atucha II comenzó en septiembre de 2011.
Ese proyecto había sido paralizado en los noventa luego de que fracasaran las intenciones privatizadoras. En esos años, la firma estatal tecnológica rionegrina Invap redujo su plantel a menos de la mitad: de 1000 a 400 empleados. La construcción de Atucha II revitalizó las agencias estatales e impulsó un desarrollo empresario privado ingenieril con altos estándares de calidad. La ex presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica, Norma Boero, señala que “eso es lo importante de la industria nuclear, te obliga a elevar tu nivel. Conuar, por ejemplo, gracias al desafío que implicó todo lo nuclear, pudo calificar como proveedor para la industria aeronáutica, que también tiene unos requisitos muy exigentes y hay muy pocos países en el mundo que pueden ingresar. Por eso Conuar logró venderles piezas a Boeing”, explicó en un reportaje publicado en “TSS” de la Universidad Nacional de San Martín. 
La construcción de Atucha II fue el primer paso de un programa más ambicioso. El 18 de julio de 2014, el gobierno firmó un convenio de cooperación con las autoridades chinas para la construcción de otras dos centrales nucleares (Atucha III y IV). El 15 de noviembre de 2015, los funcionarios de ambos países rubricaron convenios técnicos y comerciales para comenzar con la obra Atucha III. 
La administración macrista, después de algunas idas y vueltas, había confirmado su construcción. Sin embargo, una de las últimas acciones del ex ministro de Energía fue comunicar la suspensión del convenio binacional.  Juan José Aranguren argumentó que “no estamos en este momento en condiciones de invertir en las centrales. Por más que el préstamo lo paguemos dentro de ocho años, estamos tomando el compromiso de devolverle a alguien una determinada cantidad de dinero. En este momento, por la situación fiscal que tiene el país, no estamos en condiciones de comprometernos”.
Los especialistas señalan que esa decisión acarreará múltiples consecuencias negativas: 1) desactivación de los sectores nucleares de las empresas nacionales proveedoras de ingeniería y componentes; 2) puesta en peligro de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de Arroyito; 3) fuga de cerebros de los egresados del Instituto Balseiro; 4) debilitamiento de la matriz energética. El desarrollo científico local es una víctima más del proyecto político-económico de la Alianza Cambiemos.