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El sábado, el presidente acusó a su antecesor de haber ordenado que pincharan los teléfonos de su búnker electoral.
Un comité del Congreso analizará la acusación. Pero el director de la agencia de investigaciones ya pide al Gobierno que dé marcha atrás.




La coyuntura política estadounidense no para de generar sorpresas, ni siquiera los fines de semana. El presidente, Donald Trump, escandalizó al sistema político el sábado, al acusar, muy suelto de cuerpo, a Barack Obama de haberlo mandado a espiar y haber pinchado sus teléfonos de la torre Trump, mientras era presidente de los Estados Unidos. Se trata de una acusación seria, con fuertes reminiscencias al episodio que terminó en la renuncia de Richard Nixon, en los ’70, por el escándalo de Watergate, en el que el entonces presidente mandó a espiar a autoridades partidarias demócratas.

Ayer, Trump pidió al Congreso que abriera una investigación, aunque sin presentar pruebas. La respuesta fue rápida. El Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos decidió que investigará si Obama ordenó intervenir los teléfonos de la torre Trump.

“El comité investigará si el gobierno estaba realizando actividades de vigilancia de oficiales o subordinados de la campaña de cualquier partido político y continuará investigando ese asunto si la evidencia lo justifica”, señaló a través de un comunicado el presidente del comité, Devin Nunes, congresista republicano.

Ese comité ya analiza la presunta injerencia rusa en las elecciones presidenciales y la respuesta del Gobierno estadounidense, algo que ha denunciado la oposición demócrata.
Pero, ayer, una dura desautorización a Trump llegó desde el propio Gobierno de Estados Unidos. El director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI según sus siglas en inglés), James Comey, le pidió al Departamento de Justicia (el Ministerio de Justicia sobre el que tiene jurisdicción directa el propio Trump) que rechace públicamente la afirmación de Trump acerca de las presuntas órdenes de Obama para intervenir sus teléfonos.

Según oficiales del FBI citados ayer por The New York Times , Comey argumentó que la acusación “es falsa y debe ser corregida”.

Sin embargo, hasta anoche, el Departamento de Justicia no había emitido una declaración en ese sentido.

No es que Comey tenga un interés particular en defender a Obama, sino que la ley le prohíbe terminantemente al FBI realizar actos de este tipo.

Tanto voceros del FBI como la vocera del Departamento de Estado, Sarah Isgur Flores, rechazaron realizar comentarios.

El pedido de Comey es considerada una desautorización muy inusual y notoria por parte del FBI a un presidente en ejercicio del cargo. Se trata del funcionario de máxima jerarquía entre todos los organismos que tienen oficialmente a su cargo exigir el cumplimiento de la ley. Y es nada menos que ese funcionario el que, en los hechos, está cuestionando la sinceridad y la verdad de las afirmaciones del presidente Trump.

En tanto, anteayer, en la ciudad universitaria de Berkeley, California, hubo heridos al registrarse un choque entre seguidores y detractores de Trump. Hubo manifestaciones de diverso tipo en varias ciudades durante el fin de semana. En Berkeley, el enfrentamiento dejó como saldo siete heridos y una decena de detenidos. “Gracias por las grandes manifestaciones en todo el país”, tuiteó ayer Trump.

Rusia, frustrada por no acceder a la Casa Blanca
Así lo planteó el viceministro de Relaciones Exteriores.

Rusia considera “objetivamente difícil encontrar la veta” y entender “cómo colaborar” con la administración de Donald Trump, dijo el viceministro de Relaciones Exteriores, Serguei Riabkov, esta semana en un debate sobre política exterior organizado por un comité parlamentario. Moscú da muestras de frustración cada vez que alguno de los miembros del equipo de Trump dimite o es acosado por haber tenido tratos con los diplomáticos rusos, como pasó con Mike Flynn, asesor de Seguridad de Trump.