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Mark Zuckerberg, Bill Gates y Elon Musk tienen un estilo y enfoque diferente de afrontar sus horas de trabajo


La copia para lograr el éxito puede funcionar en los productos industriales o tecnológicos, pero no en los seres humanos como tales.

Es interesante y significativo comprobar los distintos estilos de trabajo de las estrellas multimillonarias del mundo cibernético. El portal Infotechnology.com seleccionó tres de ellos con gran acierto, ya que demuestra la variedad de enfoques.

Elon Musk, por ejemplo, tiene 44 años, dirige tres empresas (SpaceX, Tesla y SolarCity). Podría decirse que es un clásico. Duerme seis horas, se atiborra de café durante el día, sueña con colonizar Marte y se mantiene comunicado todo el tiempo, incluyendo cuando está con sus hijos, haciendo negocios.



El empresario suma 15 horas de oficina por día y no tiene empacho en utilizar los fines de semana para seguir trabajando

El empresario suma 15 horas de oficina por día y no tiene empacho en utilizar los fines de semana para seguir trabajando. Es un tipo de éxito, sin duda, pero obligaría a revisar el concepto de "éxito", nunca definido del todo, porque es probable que tenga tantas interpretaciones como seres humanos en este planeta.

La versión estándar se apoya en el plano económico. A mayor fortuna acumulada, más brilla en el cielo que la revista Forbes publica anualmente en su ranking de millonarios. Un cierto automatismo, socialmente instalado, despierta el deseo de "yo quisiera estar en esa lista". Los que no comparten la misma pretensión, mirarán con desconfianza el estilo de vida de Elon Musk y se preguntarán si el alto costo personal compensa las subas en la bolsa de valores.

Cada uno en lo suyo, incluyendo a los que quisieran aparecer en Forbes pero mediante el esfuerzo de estar tomando sol en la playa y compartiendo asados con amigos.



Mark Zuckerberg es representante de una nueva generación, que no necesita combinar vestimenta y mucho menos elegir corbata al tono. Vendría a ser un sujeto al natural, sin decoración adicional

Mark Zuckerberg, creador del hoy casi imprescindible Facebook, tiene 33 años. Ingresó a Harvard en 2003 y abandonó los estudios un año después para desarrollar su proyecto. Tiene por costumbre vestir diariamente una remera gris, con variación de campera del mismo color si el frío aprieta. Considera que andar pensando en qué ponerse cada día lo distrae innecesariamente. Vive cerca del trabajo y utiliza poco un auto que tiene desde hace años.

Es un representante de una nueva generación, que no necesita combinar vestimenta y mucho menos elegir corbata al tono. Vendría a ser un sujeto al natural, sin decoración adicional, un elemento necesario, hace muchos años, "para triunfar en la vida". Para algunas personas será una herejía. Para otras un rasgo de sensatez, economía de tiempo y de energía. Son elecciones que no están penalizadas por ninguna ley escrita.



Bill Gates está convencido de que si tuviera 18 años y tuviera que volver empezar, elegiría los temas de inteligencia artificial, energía o biociencia

Bill Gates no necesita presentación. Creador de Microsoft, pasó la barrera de los ultramillonarios. Alguna vez reveló cómo organizaba su vida laboral, con tres monitores funcionando para responder mails y trabajar. Una vez al año, se internaba durante una semana en una cabaña en el bosque. Juntaba algunos libros, documentos y quedaba desconectado completamente del mundo exterior. El objetivo de la maniobra era leer y pensar sobre el pasado y el futuro. El método rindió sus frutos.

Hoy está convencido de que si tuviera 18 años y tuviera que volver empezar, elegiría los temas de inteligencia artificial, energía o biociencia. Puede ser el resultado de sus semanas de reflexión.

Una vez más, no hay recetas. Para expresarlo de manera más directa, nadie se va a hacer millonario aislándose en una cabaña por siete días o vistiendo el mismo tipo de ropa cotidianamente, ni tampoco trabajando 15 horas y permanecer conectado todo el tiempo. No sirve copiar, por más que se insista en erigir modelos de conducta laboral, sumando el inevitable marketing de que son ellos los que tienen la codiciada clave. La copia puede funcionar en los productos industriales o tecnológicos, pero no en los seres humanos como tales