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La convalescencia económica es expresión de la enfermedad terminal macrista. Aunque rija un tiempo más, es evidente que el experimento está terminado.







Mauricio está en la sala de espera de un hospital. Encorvado, con el mismo rostro de devastación que ya alcanzó. Espera que le den la noticia definitiva. El destino es irreversible pero aún no acontece. No está triste ni angustiado. Está impaciente. Quiere que le den el pésame e irse al carajo. Que la historia termine de una buena vez.

Así de hospitalizada está la economía argentina. Los dólares salen al doble que entran. Los médicos no pueden tomar decisiones: solo levantan el tubo y le preguntan al FMI qué onda. Un funcionario del Fondo interrumpe un jueguito online y tira al tum tum: “vender” o “no vender”.

Algún sagaz del “mejor equipo de los últimos 50 años” propone: ¿y si subimos las retenciones? ¿Y si ponemos impuestos a la minería? ¿Y si obligamos a liquidar los dólares en territorio patrio? Macri no puede recaudar más dólares, porque su clase social no lo puso allí para eso. El espíritu era ajustar sobre el Estado, que gasta pesos, aunque tenga un efecto de largo plazo sobre los dólares. Ocurría como en aquella publicidad que parodiaba a McDonald´s: ¿Y si agrandamos el tamaño de la hamburguesa? ¡Despedido! ¿Y si achicamos el pan para que la hamburguesa parezca más grande? ¡Ascendido! Sin embargo, los rasgos más brutales de esta “derecha democrática” fueron derrotados una y otra vez en movilizaciones masivas. Y la victoria del recorte en las jubilaciones fue pírrico: le costó dos represiones violentísimas a las puertas del Congreso. Ningún gobierno ungido en las urnas puede gobernar así.

El ex presidente del BCRA, Alejandro Vanoli me señala: “¿Recuerda la nota de marzo cuando todo empezó a desbarrancar? Usted tenía dudas ahí”. Es que la tendencia resulta contundente. Si no hay nuevas “turbulencias”, el dólar estará en 35 pesos en diciembre. Ese es el escenario optimista. Así las cosas, solo resta esperar una corrida de dimensiones alfonsinistas. Quizás ganen más tiempo en el hospital subiendo las tasas: 40% ayer, 45% hoy, el infinito mañana. Quizás no.



Si no hay pan que haya circo

La economía no funciona, ¿qué se puede hacer desde la política? Mucho circo judicial por supuesto, cuadernos escaneados y reimpresos, allanamientos, Cristinas en Comodoro Py. Y si cunde la lucidez y se acepta que todo futuro será peor, adelantar las elecciones. El colega del ministro Dujovne, con quién tomaban whisky en cámara, sugiere que el adelanto es una opción razonable.

Sin embargo, el mero adelantamiento es reconocer que todo se está yendo al traste. Un antecedente cercano fueron las elecciones de medio término de 2009. Allí, Francisco De Narváez, secundado por el humorista Freddy Villarreal, venció al ex presidente Néstor Kirchner y al entonces gobernador Daniel Scioli.

Otra alternativa sería ascender a principal candidata de Cambiemos a la gobernadora María Eugenia Vidal. Tampoco es un camino de pétalos de rosas. Primero, quedaría descuidado el principal (por lejos) distrito electoral del país. Pero además, hay unos cuántos antecedentes sobre la falibilidad de un candidato bonaerense. Considerado una maldición, cada fracaso de un gobierno nacional ha arrastrado a su par provincial. En 1999, Eduardo Duhalde. En 2015, Scioli. Y más notable aún: en 2001, con un signo político opuesto, Fernando De la Rúa arrastró en su huida a Carlos Ruckauf.

El poder le teme al vacío

Contra todo pronóstico, la grieta (es decir, la rivalidad macrismo – kirchnerismo) subsiste. De allí que hay poderosas sospechas que CFK vuelva a ser candidata. No es la opción que enamore a un gran porcentaje de la población, pero tampoco lo fue en 2003.

Después de la derrota de 2017, la ex presidenta ha mostrado creciente comprensión de la arena. Ha cuidado sus intervenciones públicas (“cuando el enemigo se equivoca, no lo distraigas”). Ha sido la principal vocera del feminismo en el Senado, sin romper con el Papado. Y sigue encabezando encuestas de opositores, muy por encima de las mejores intenciones de Agustín Rossi, Felipe Solá o el gobernador sanjuanino Sergio Uñac. El destrato de los medios masivos del Poder Judicial adictos convenció a unos cuantos ex críticos como Alberto Rodríguez Saá y José Luis Gioja. Claro que hay que tener mucha vocación por la cosa pública para heredar el default de facto que va a dejar la gestión macrista.

Aunque no se sepa la fecha de defunción, el macrismo está terminado. Claro que si este es el Finisterre, lo que está allende es Terra Incógnita.