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Guy Williams, el misterio del Zorro



El olor avanzaba por el pasillo del segundo piso del edificio de departamentos ubicado en Ayacucho 1954. No era placentero. Cuando comenzó a volverse insoportable, una vecina constató que emanaba de la casa de aquel señor maduro de aspecto tan jovial y saludable a quien siempre veía provisto de simpática compañía femenina.
Nadie contestó los timbrazos de la vecina, cosa que no sorprendió al portero del edificio, quien ya hacía unos días notaba que el lugar se encontraba sospechosamente solitario. Y el aroma nauseabundo que salía de esa puerta confirmaba ahora sus sospechas. No pasó demasiado tiempo antes de que el encargado y un grupo de agentes de policía de la comisaria 17 se aprestaran a forzar la entrada al departamento.

Una vez adentro, se toparon con un cuadro pesadillesco. Sobre la cama del dormitorio yacía, semidesnudo, un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Cuando un cadáver es expuesto durante días al calor de la losa radiante, el resultado es indescriptible. Pero a pesar de que pocos datos quedaban para identificarlo, los bien intencionados intrusos tuvieron la certeza de que lo que tenían ante sus ojos eran los restos de Guy Williams, más conocido como Diego de la Vega, el Zorro.




Williams murió en Buenos Aires los últimos días de abril de 1989. Los médicos forenses determinaron que su deceso se había producido alrededor de una semana antes del sábado 6 de mayo, cuando se encontró el cuerpo. El caso fue caratulado por el juez César Quiroga como “muerte dudosa”, más por el estado en que se hallaba el cuerpo que debido a la presunción de un homicidio o suicidio. Las versiones hablaron de paro cardíaco y, en algunos pocos casos, de ataque de alta presión.
Entre el lunes 8 y el martes 9 siguientes los diarios argentinos se ocuparon de informar acerca de la muerte del único actor de Hollywood que había terminado sus días en la Argentina. Si bien se sabía vagamente que “el zorro” (así le decía todo el mundo) vivía a caballo entre la Argentina y los Estados Unidos, en los últimos años no daba excesivas señales de vida, ya que había dejado de trabajar en el mundo del espectáculo local y sus intervenciones más o menos públicas se limitaban a alguna pequeña nota en medios gráficos, esporádicos ejercicios de esgrima en los bosques de Palermo y una que otra cena en restaurantes faranduleros.

La pregunta que los argentinos se hicieron durante los días posteriores a la muerte del Zorro era por qué un actor norteamericano había terminado así sus días, en esta remota nación del tercer mundo. Casi todos los medios que cubrieron la noticia explicaron citando textualmente al propio Williams que él había elegido vivir entre nosotros porque “le gustaba nuestro país y aquí tenía muchos amigos”. La definición no puede dejar de sonar algo irónica si se tiene en cuenta el tiempo que el cadáver pasó abandonado en el departamento sin que nadie notara la desaparición del histriónico espadachín.

El destino tiene sus vueltas de tuerca insospechadas, y la argentinización de Guy Williams, cuyos matices superan largamente la simple y llana radicación en nuestro país, es un misterio cuya solución, aunque pueda intuirse, quizá nunca termine de develarse por completo.
En busca de una respuesta, quizá lo mejor sea remontarse a la Nueva York de “los rugientes años veinte”, cuando el 14 de enero de 1924, Attilio y Claire Catalano recibieron con alegría el nacimiento de su hijo Armand. La leyenda asegura que el padre del Zorro era un oficial del ejército italiano que enseñó a su hijo a manejar la espada a la corta edad de seis años. Pero en realidad, el inmigrante Attilio Catalano era un personaje menos romántico. Agente de seguros neoyorquino, se empeñó en darle a Armand la mejor educación posible con la idea de que cuando el chico creciera pudiese elegir entre abrazar la carrera militar o continuar tras los pasos paternos y dedicarse al negocio de los seguros.
El pequeño Guy hizo sus estudios primarios y secundarios en Nueva York. Cuando, ya convertido en un fornido teenager, iba a la George Washington High School, obtuvo su primer trabajo atendiendo en su tiempo libre una fuente de sodas. Terminada la secundaria, su siguiente paso fue la academia militar de Peekshill, donde obtuvo algunos conocimientos de esgrima y equitación y no mucho más. Años más tarde Williams recordaría:



“Me temo que fui un estudiante bastante indiferente, sólo había una materia en la que sobresalía, las matemáticas. Supongo que mis viejos vieron con agrado su nueva privacidad e independencia cuando me mandaron a la academia militar.”

La nueva privacidad de los Catalano no dio los frutos deseados. Attilio insistió inútilmente para que Guy siguiera su ejemplo y se dedicara a los seguros, pero el joven Catalano ya había decidido que quería ser actor.
Su carrera como intérprete teatral no fue más allá de algunos trabajos junto a grupos de actores vecinales y suburbanos. Tuvo más suerte como modelo de publicidades gráficas, tarea que no sólo le permitió ganarse la vida sino también conocer a su futura esposa, Janice.

“Era un comercial en el que teníamos que fingir que esquiábamos, y el gran momento del aviso era cuando yo me ajustaba mis botas de esquí. El fotógrafo repitió esa toma como cincuenta veces, y para cuando había terminado, ¡ya conocía yo muy bien a Janice!” El año 1952 lo encontró casado con aquella hermosa modelo de Powers, que al poco tiempo le dio su primer hijo. Steve. Fue una época definitoria para el joven matrimonio Williams –Guy había dejado de ser Armand Catalano, por comprensibles motivos profesionales, desde sus primeros trabajos como modelo- ya que por aquel entonces el aspirante a actor pudo entablar un modesto contacto con la industria del cine.

Hay quien asegura que un cazatalentos lo observó un buen día caminando por la Quinta Avenida e, impresionado por su apostura, le hizo tomarse fotografías para enviarlas a Hollywood. Sí es comprobable que se entrevistó con la representante de artistas hollywoodenses Sophie Rosenstein, quien le tomó una prueba en Nueva York y a su regreso a la costa Oeste lo recomendó a los estudios Universal. Guy fue contratado casi en el acto y, antes de partir junto a su familia a la dorada California, alcanzó a participar brevemente en algunos programas de la TV neoyorquina, como Studio One.
Tinseltown no resultó el paraíso esperado, ya que la Universal no le dio al futuro Zorro rol destacado alguno en sus numerosas producciones. Confinado a papeles secundarios, Guy Williams se valió de sus habilidades deportivas antes que de las actorales para interpretar, entre 1955 y 1956, pequeñas escenas en films como “Siete hombres furiosos” de Charles Marquis Warren sobre un tema histórico abolicionista, con Raymond Massey, Debra Paget, Jeffrey Hunter, Leo Gordon y Dennis Weaver; “Sinceramente tuyo” de Gordon Douglas, con Liberace, Joanne Dru, Dorothy Malone, Lori Nelson y Edward Platt, clásico camp ideado para el lucimiento ridículo del pianista kitsch, y “El tirano de la frontera”, un drama sobre la caballería dirigido por Anthony Mann, con Victor Mature, Robert Preston y Anne Bancroft. Cada película fue realizada en un estudio distinto: Allied Artists, Warner Bros y Columbia Pictures.



El aspirante a actor reducido a la fuerza a la categoría de extra ya no esperaba demasiado de su futuro como estrella de Hollywood. Sin embargo, un histórico 18 de abril de 1957 se armó de coraje y se dirigió a los Walt Disney Studios situados en Burbank, California, para hacerse otra entre tantas inútiles pruebas fílmicas. No tenía muy buenos recuerdos de sus anodinos trabajos para el cine, que incluso le había provocado una desagradable cicatriz en el hombro izquierdo al caer de un caballo durante una escena de acción mal preparada, pero lo iba a intentas una vez más. Realizó el test y dejó, como es habitual, su número telefónico. “No se preocupe, nosotros lo llamaremos”, escuchó por enésima vez.

“Unas semanas más tarde”, según relata la gacetilla de prensa distribuida por Walt Disney Studios para su film de 1960 “El signo del Zorro”, “Guy Williams firmaba un contrato exclusivo con los estudios Disney para estelarizar la serie de ABC-TV “El Zorro”. Esta vez no hubo ningún error, y él fue elegido en forma unánime por los ejecutivos de Disney para el trascendental rol”.

Décadas después, ya en la Argentina, Williams recordaría aquellos buenos viejos tiempos asegurando que un día que estaba solo en su casa había atendido el teléfono. La voz que lo saludó del otro lado de la línea no era otra que la del mismísimo Walt, quien le anunciaba que iba a ser el Zorro. Vaya uno a saber cómo habrá sucedido en realidad, pero parece poco probable que la muy nutrida gacetilla informativa de “El signo del Zorro” fuera a perderse semejante detalle. Independientemente de cómo fue avisado Guy, lo importante es que haber sido seleccionado entre docenas de postulantes para ese rol protagónico cambió la vida de Williams para siempre.






Siempre se ha ocultado su secreto mas intimo:
su sexualidad
y como murio.

Siempre rodeado de muchachitos jovenes.
Fue encontrado desnudo, amordazado y en avanzado estado de descomposición. Su departamento apareció casi vacío. Lo robaron.
Y sí; muere de paro cardíaco. Ni en tiempos de la dictadura militar se supo, ya que no podian permitirse que se supiera su íntimo secreto; despues de todo, tambien era su héroe. Ya para el fin de sus dias, el zorro prefirió seguir en las sombras. Y era tanto el cariño que la gente le tenía que siempre cubrieron su secreto.

"Que descaro, los argentinos amamos tanto, pero tanto, tanto a nuestro ídolo justiciero que lo robamos, lo amordazamos y lo asesinamos".
Despues de todo, era El Zorro.


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