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Parte 3: http://www.taringa.net/posts/paranormal/15828574/Relato-zombie-realista_-Holocausto-de-los-Muertos-_parte-3_.html

(Sigue siendo el día 4)

Volteé y me encaré a lo que me estaba agarrando. Era Delia. Tenía el rostro amarillento y ojeras moradas bajo los ojos. Abrió su boca y pensé que me iba a soltar una mordida; pero en vez de eso soltó un “vámonos de aquí”. La apoyé sobre mí y corrimos juntas hacia la entrada. Recuerdo cómo mis pies pisaban los cuerpos tirados en el suelo mientras me habría paso a codazos. Pude sentir cómo tronaban los dedos de una mano cerrada en puño cuando apoyé mi peso y el de Delia sobre ella. En el hall habría unas cien personas, pero ahora sólo quedaban la mitad en pie. Los que estaban cercanos a la entrada ya habían salido despavoridos, el resto intentaba alejarse de las balas que zumbaban por el aire y de los portadores que habían salido de la puerta destrozada.

Llegamos a las puertas automáticas del hospital antes de que se lograran abrir lo suficiente y nos estrellamos contra ellas. Nos escabullimos fuera y nos pusimos a correr hacia el automóvil, todo había sucedido en apenas diez segundos ni siquiera me había dado tiempo de hacerme consiente de mis movimientos. Un policía de los que estaban guardando el hospital por fuera nos interceptó y se nos plantó en frente.


-Señoritas, deben volver de inmediato al hospital.

-¡Usted no entiende! ¡Están disparando! ¡Salieron de la puerta como locos! ¡¿Acaso no escucha?! ¡Los están matando! –Parecía una vieja histérica.

-Señorita, no puede abandonar las instalaciones. –dijo mientras me ponía una mano sobre el hombro, yo me la quité de encima de un codazo. Él ya sabía lo que estaba pasando, tenía también un walkie-talkie.

No había empezado a articular una respuesta cuando tres sujetos salieron del hospital igualmente despavoridos perseguidos por unas cuatro personas que salieron detrás de ellos moviéndose de forma errática y convulsionada, arrastrando los pies con un paso engañosamente lento pero certeramente rabioso.

Por la avenida pasaban algunos carros y unos pocos transeúntes. Vi cómo las cabezas de los conductores giraban en dirección al hospital con los ojos desorbitados mientras pasaban con sus autos y presenciaban el espectáculo. El policía grito un “¡mierda!” y se olvidó por completo de nosotras, corrió hacia aquellas cuatro personas ensangrentadas y furibundas, y trató de inmovilizarlos por la fuerza junto con el resto de los policías que estaban guardando la fachada del hospital. No podían disparar en plena avenida, tenían que inmovilizarlos. Seguimos corriendo rogando pasar desapercibidas, detrás de nosotras podíamos oír los gritos desesperados de los policías. Decidí no voltear atrás. Llegamos hasta el carro de Delia y nos trepamos en cuanto abrí las puertas. Pronto iban a llegar más policías y probablemente acordonarían el área. Era imperativo salir de allí lo más rápido posible.

Finalmente salimos del estacionamiento y nos encontramos sobre la avenida. De la entrada del hospital vi salir a otras seis personas aunque no me fijé si estaban sanas o eran portadores. Desde la avenida no se escuchaba ningún disparo ni ningún grito, tal vez por la distancia o tal vez porque simplemente estaban todos muertos.

Mientras nos alejábamos del hospital veíamos a la gente y a los otros automovilistas pasar despreocupadamente. No entendíamos qué estaba pasando, si el Lyssavirus era tan peligroso, ¿cómo es que no se nos había informado de ello? La única precaución que llevaban eran unos tapabocas de terciopelo. Estaba pensando en dónde llevar a Delia para que tuviera atención médica cuando empecé a sentir un olor repugnante, era yo; me había vomitado encima y ni siquiera me había dado cuenta. Mi ropa estaba manchada de sangre y bilis color marrón. Delia estaba peor, no sólo estaba manchada de sangre y sabrá dios qué otros fluidos, parecía, literalmente, un muerto viviente. No podíamos andar por la calle con ese aspecto. Yo sabía que el ejército y la policía estaban al tanto de lo que estaba sucediendo en realidad y nos iban a detener si nos veían en ese estado. Del otro lado del carril dos patrullas federales y una ambulancia se dirigían a toda velocidad con rumbo al hospital. Noté que había pocos carros y algunos comercios estaban cerrados. Intenté buscar una clínica privada pero la única que encontré estaba cerrada. No podíamos a ir a ningún hospital, seguramente se habían vuelto campos de concentración.

Decidí llevarla al departamento, prácticamente tuve que cargarla para subir las escaleras hasta el cuarto piso. Me decía que le dolía mucho la herida y que tenía mucho frío así que la recosté en el sillón. No sabía qué hacer con ella, daba vueltas de un lado a otro de la sala pensativa. Le pregunté qué podíamos hacer y me dijo que había que bañarnos los restos de sangre y deshacernos de nuestras ropas. Me pareció una excelentísima idea. Tuve que ayudarla a bañarse; al entrar al baño me percaté de que todavía tenía la estampa roja en la frente haciendo combinación con mi cabello pelirrojo, obviamente me la quité de inmediato. Al salir de la ducha no se veía mejor. Su cuerpo desnudo se había vuelto de un pálido purpúreo, como el de una persona ahogada. La vestí con una falda y una blusa y esta vez la recosté en mi cama. Le dije que durmiera mientras yo buscaba una clínica privada por Internet.

En un principio busqué un “clínicas privadas” en Google, pero luego vinieron a mi mente los recuerdos de la vieja en piyama y de los portadores enloquecidos en el hospital y recordé la palabra “agresividad” del panfleto y decidí informarme más sobre el Lyssavirus. Internet cundía de toda clase de anécdotas, “testimonios” y teorías. Iban desde un arma de destrucción masiva extraterrestre antecedente a una invasión, hasta un complicado plan de los gobiernos del mundo para reducir la población mundial que se había salido de control. Intenté investigar sintomatología del virus pero los resultados que escupió Google eran igualmente alocados: Iban desde la capacidad de revivir a los muertos hasta la capacidad de otorgar súper poderes inverosímiles como Rayos X. No fue hasta que busqué su taxonomía que encontré algo remotamente fidedigno.

Los virus son los asesinos más poderosos, mortales y eficientes de la naturaleza. Toda la vida en la tierra habría sido exterminada por ellos de no ser por una pequeña debilidad: Los virus ya no pueden reproducirse una vez que matan al portador en el que se encuentran y dependen del sistema circulatorio para moverse por el cuerpo. Es por eso que los virus más mortales y fulminantes son los que tienen menos probabilidad de convertirse en epidemia ya que matan a su portador antes de que este pueda contagiar a otros individuos. No pueden reproducirse ni moverse en un huésped muerto y sólo es cuestión de horas (y a veces de minutos) para que se disuelvan una vez muerto el portador. Se cree que los virus involucionaron a partir de células más complejas (quizás algún tipo de bacteria). Estas células se deshicieron de todos sus genes y de todos sus organelos hasta convertirse únicamente en un paquete de ARN envuelto por un cascarón de corteza. Incapaces de reproducirse por sí mismos al carecer del material genético y de los organelos necesarios, necesitan que otras células hagan el trabajo por ellos; es por eso que las atacan, les inyectan su ARN y toman control de sus funciones reproductivas. Un virus no puede controlar una célula muerta ya que todas sus funciones están desactivadas; es por eso que se acaba la transmisión cuando el portador muere.

El Lyssavirus consta de una sola cadena de ARN envuelta en una capa de lípidos (grasa). Viaja a través del sistema circulatorio hasta el cerebro y los nervios principales atacándolos y sobre estimulando la parte primitiva del cerebro del portador.

Las bacterias, en cambio, sí son capaces de seguir propagando la enfermedad incluso después de la muerte ya que se pueden reproducir por sí mismas y no requieren del sistema circulatorio para moverse. Existen algunas bacterias (llamadas Chlamydias) que se quedaron “a la mitad” en el proceso involutivo para convertirse en virus. Estas bacterias también son capaces de sobrevivir en el cadáver de su portador y tienen su propio plásmido críptico replicativo pero aun así necesitan de otras células para completar el proceso de reproducción aunque no necesariamente tienen que estar vivas.

Se cree que la epidemia surgió cuando el Lyssavirus (primo de la rabia y el ébola) intentó reproducirse en una bacteria del género Chlamydia y le inyectó su ARN genético. Esta bacteria, al no poder completar la reproducción sin una célula huésped, continuó su vida asimilando el ARN parasitario a su código genético. Eventualmente esta bacteria encontró una célula huésped y se reprodujo, dando a luz a un mutante, el Lyssavirus genotipo 8 (LG8), capaz de sobrevivir y reproducirse en el cuerpo inerte de su portador como la Chlamydia y de seguir estimulando su cerebro incluso después de la muerte.

Todavía se debate si éste es un nuevo genotipo del Lyssavirus o es una involución de la Chlamydia. Lo que si es seguro es que es una criatura extremadamente infecciosa y más peligrosa que cualquier virus o bacteria antes vistos. Los antibióticos y anticuerpos son inútiles ya que, técnicamente, no es un virus ni una bacteria. Es 100% comunicable y 100% mortal. Se transmite por medio de los fluidos corporales como el ébola y es capaz de estimular el cerebro primitivo como la rabia, con la diferencia de que continúa haciéndolo incluso después de la muerte.

Parte 5: http://www.taringa.net/posts/paranormal/15973855/Relato-zombie-realista_-Holocausto-de-los-Muertos-_parte-5_.html