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Parte 13: http://www.taringa.net/posts/paranormal/17354420/Relato-zombie-realista-Holocausto-de-los-Muertos-parte-13.html

(Sigue siendo el día 9)

Después de analizar la infección y a los portadores en los laboratorios europeos y estadounidenses se llegó a la conclusión de que no era una bacteria ni cianobacteria sino una nueva especie del género Rhabdovirus. Los estadounidenses argumentaron que se trataba de una mutación del ébola; los europeos, de la rabia. Mientras seguían los debates sobre la naturaleza del virus, los casos aislados se convirtieron en casos regulares y se empezaron a registrar más y más casos aislados en países diferentes, desde Australia y Sudamérica hasta China y Japón. Los gobiernos estaban reacios a cerrar los aeropuertos por peligro a un colapso económico y logístico.

Una semana antes de que la universidad suspendiera las clases se celebró la convención de Nueva York, donde todos los científicos que estudiaban el virus por separado compartieron información, teorías y muestras. Se llegó finalmente a la conclusión de que no era ni virus ni bacteria, ni rabia ni ébola, era… “una cosa rara”. Finalmente decidieron clasificarlo dentro de los Lyssavirus y se le llamó LG8. Un nombre ad hoc a mi parecer, Lyssa era la diosa griega de la demencia. Recuerdo también haber escuchado sobre la convención, a todo mundo en México le parecía algo tan lejano en ese entonces, otra guerra en algún rincón de oriente medio, otro “ataque terrorista” perpetuado por algún “dictador”, otra epidemia seguramente relacionada con los pollos. Los microbiólogos y virólogos de la convención de Nueva York elaboraron una serie de indicaciones y recomendaciones a seguir para los países afectados y un plan de acción para la ONU, la OMS y la UNESCO; sin embargo, a pesar de que los organismos internacionales siguieron las indicaciones a rajatabla, la mayoría de los países afectados hizo caso omiso de las indicaciones ya que muchos de sus puntos establecidos eran dañinos para la economía.

En Italia y buena parte de Europa occidental la situación se volvió preocupante al poco tiempo de la convención. El primer disturbio ocurrió en París, una ciudad inmensa con una concentración grandísima de gente, la revuelta no era muy grande pero era extraña; no parecían tener un motivo o demanda claros ni había sido organizada por algún movimiento o partido político, se limitaban a destruir negocios y atacar peatones. En un principio el gobierno de Hollande envió granaderos y policías pero sólo consiguieron dispersar la masa por las calles de París haciendo más difícil la identificación y detención de los involucrados, muchísimos policías resultaron heridos. Pronto disturbios parecidos surgieron en Roma, Berlín, Milano, Colonia, Londres, Moscú, Atlanta, Nueva York, Los Ángeles, Tokio, Macau, Abu Dabi, Singapur…

Mis padres, anonadados por los disturbios en Milano, decidieron mudarse a la casa de campo que le habían comprado a mi abuelo para que pasara su vejez. Todavía no se relacionaban los disturbios con la infección y los gobiernos estaban confundidos y asustados. Para cuando los gobiernos se percataron del verdadero origen de los disturbios y decidieron seguir las iniciativas de la convención de Nueva York era ya muy tarde. Incluso las acciones que tomaron fueron muy superficiales y aletargadas, cierres parciales de aeropuertos y puertos, descentralización de la iniciativa, burocracia, poco énfasis en la seguridad del manejo de cadáveres, etcétera. En México n se había tomado ninguna medida aún a pesar de que ya habían ocurrido disturbios en ciudad de México y se registraban casos de forma masiva en las principales ciudades del país.

El viaje a la cabaña fue bastante desagradable, en Milán ya empezaba a reinar el caos, se registraban asaltos a plena luz del día y era muy peligroso salir a la calle. Mi padre se hizo una visita relámpago al supermercado y en cuanto volvió, mi mamá ya lo estaba esperando con las maletas, preferían comprar suministros para no tener que salir y arriesgarse a ser asaltados hasta que se hubiera calmado la situación, aun así fueron muy optimistas y sólo compraron despensa para un mes. Salir de la ciudad fue atemorizante, en algunas partes estaba completamente vacía, en otras se escuchaban disparos y actividad militar. Algunas personas deambulaban sin rumbo a tropezones y tambaleantes. No pudieron irse en tren pues una multitud de personas con la misma idea que mis padres se había conglomerado en la estación dos días antes y había sido atacada por los portadores, el gobierno tuvo que cerrar las instalaciones temporalmente pues toda el área quedó infectada con una alfombra de sangre y cadáveres, lo que les pareció extraño fue que metieron al ejército armado hasta los dientes para “limpiar” la estación y los túneles. Huir por carretera tampoco fue buena idea, había calles obstruidas con carros abandonados, avenidas con carabinieri que no dejaban pasar, otras tantas atascadas de tráfico, algunas con varias personas sospechosas deambulando torpemente, unas cuantas estaban salpicadas de cadáveres abandonados. Mi papá tuvo que escapar entre callejuelas, varias veces dio media vuelta en callejones sin salida.

A la salida de la ciudad pasaron por un puesto de avanzada de los soldados, no parecían estar ahí para revisar a la gente, más bien parecía como una trinchera, la línea del frente. Parecía que estuvieran preparándose para sitiar Milano, y en efecto así era. Mis padres tuvieron suerte pues al día siguiente acordonaron la ciudad. El viaje por la campiña tampoco fue tranquilo. De vez en cuando encontraban carros abandonados, se oían disparos a lo lejos esporádicamente, intentaron pasar por tres poblados en los que la gente del pueblo se había atrincherado y no los dejó parar, en otro pueblo ni entraron pues había montañas de cadáveres quemados en las afueras y no querían averiguar qué había pasado; decidieron tomar la ruta larga sin paras por ningún asentamiento rodeando pueblos y aldeas. Aunque no escucharan disparos ni hubiera automóviles abandonados la carretera tenía una atmósfera tenebrosa, no se sentía solitaria, se sentía abandonada y, sin embargo, se sentían observados. Temían que en cuanto detuviesen el carro fueran atacados por los dementes.

Al llegar al pueblo también lo encontraron abandonado, no parecía haber sido evacuado. Continuaron avanzando por la calle lentamente para ver si todavía había algún alma pero no encontraron a nadie, sin embargo no estaba solo, de la nada una mujer bañada en sangre se azotó contra la ventana de mi mamá dejado el vidrio manchado de rojo, mi madre pegó un grito al verla. Cuando me lo contó pude sentir el terror en su voz a través del teléfono. La mujer se azotaba con una brutalidad y violencia inhumana, cuarteó la ventanilla antes de que mi papá acelerara a toda velocidad. Los gritos de mi mamá al parecer atrajeron la atención de otros dementes, como ellos les decían, y los empezaron a perseguir, empezaron a salir por todos lados como hormigas, apenas lograban perder una docena y otra más aparecía desde un callejón. Mi madre, que no iba al volante, pudo verlos con más atención, estaban manchados de sangre y presentaban mutilaciones severas, un olor asqueroso penetró en el carro y mi madre no pudo más. Se desmayó.

Cuando despertó ya estaba en la cabaña con su suegro y su enfermera la estaba atendiendo, mi padre nunca le quiso contar qué pasó después y cómo se libró de los dementes, a mí tampoco. La enfermera de mi abuelo era de ese pueblo y les contó que un buen día todos empezaron a devorarse entre sí, arrancándose pedazos con la boca; ella tuvo suerte pues debía estar las veinticuatro horas con mi abuelo en la cabaña que estaba alejada del pueblo, al otro lado del bosquecillo.

El mismo día que llegaron a la cabaña me hablaron desesperados y me dijeron que me regresara de inmediato a Italia, a como dé lugar.