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Cuenta la leyenda que una noche el cielo se cubrió de espesas tinieblas, y que en medio de truenos y relámpagos, el entonces fundador de Roma fue arrebatado por los dioses para no volver a ser visto jamás.


Si por un momento dejamos de lado el trasfondo legendario y nos atrevemos a hacer una interpretación moderna de los hechos, ¿puede entenderse el «arrebato» como una abducción, y los «dioses» nada más y nada menos que como entidades alienígenas?



En el año 753 a.C., los hermanos gemelos Rómulo y Remo fundaron la ciudad de Roma. Tras matar a su hermano Remo, Rómulo se convirtió en el primer soberano de la ciudad y reinó durante 39 años. La identidad de estos dos hermanos es de carácter tanto histórico como legendario. Según la leyenda, ambos eran hijos de Marte, dios de la guerra, y fueron amamantados y criados por una loba. La Historia nos dice que, en aquella época, muchos hombres eran considerados «hijos de Marte», y a pesar del trasfondo romántico, Rómulo y Remo podrían haber sido criados por una prostituta, apodadas Lupae, lobas, en la antigua Roma.

La desaparición de Rómulo


Pero el fundador de Roma desapareció misteriosamente de las páginas de la historia. El 7 de julio del 714 a.C., cuando se encontraba en el templo de Vulcano para impartir instrucciones a sus senadores, Rómulo desapareció sin dejar rastro.

En su obra monumental Ab Urbe condita (literalmente, «Desde la fundación de la Ciudad»), el historiador Tito Livio menciona:


Cierto día, inspeccionando a sus tropas en el Campo de Marte, cerca del Pantano de la Cabra (Capra Palus), estalló una tormenta con truenos ensordecedores. Rómulo fue rodeado por una nube tan espesa que le ocultó de la vista de todos los presentes, y desde ese momento no volvió a ser visto jamás en ningún lugar del mundo.


Otras crónicas describen la misteriosa desaparición de Rómulo. Algunas sitúan cronológicamente el acontecimiento en el 26 de mayo, día en el que tuvo lugar un eclipse de sol. En muchos de los casos de desapariciones inexplicables, se relata que fueron predichas o acompañadas por fenómenos meteorológicos o astronómicos extremos. Esta era la creencia de Plutarco, que lo describe como sigue:

En estas circunstancias, el aire se volvió de repente más espeso y cambió milagrosamente, la luz del sol se apagó y todos fueron engullidos por una sorprendente oscuridad, acompañada por terroríficos truenos y rayos. Entonces la multitud se dispersó y huyó, pero los nobles se reunieron formando un grupo aparte. Cuando la tormenta hubo finalizado y volvió la luz, las gentes del pueblo volvieron a sus asientos e inquirieron, llenos de terror, dónde estaba el rey, pero ya fue imposible encontrarle.


¿Asesinado por los senadores?


Ya en aquella época surgieron rumores y especulaciones por parte de quienes creían que Rómulo había sido asesinado por los senadores. Argumentaban que los senadores, cansados de su liderazgo, le asesinaron y cortaron su cuerpo en pedazos lo suficientemente pequeños como para ocultarlos bajo sus ropas, arrojándolos luego a algún lugar en el que estas pruebas de su crimen nunca pudieran ser descubiertas. Pero de hecho, Rómulo desapareció tan rápidamente que en ese corto espacio de tiempo no hubiera sido posible un asesinato y desmembramiento, y la gran cantidad de sangre derramada en el proceso hubiera imposibilitado ocultarlo.



Dioses entre mortales


Julio Próculo fue el único que consiguió acabar con la cadena de especulaciones y rumores. Bajo juramento, declaró que se había encontrado por casualidad con Rómulo, que habría reaparecido bajo una forma diferente. Según dijo, presentaba un aspecto más noble y distinguido del que le había visto jamás, y portaba una armadura que brillaba de tal manera que casi cegaba la vista.

El senador explicó que Rómulo se había dirigido a él para confirmar su origen divino:


Mi buen Próculo, fue la voluntad de los dioses encontrarme aquí entre los hombres por un tiempo, y tras fundar una ciudad que se ha convertido en la más poderosa y gloriosa del mundo, volver a los cielos, de los que procedo. Ve ahora y diles a los romanos que mediante la templanza y la fortaleza espiritual alcanzarán la más alta cumbre de la grandeza humana, y que yo, el dios Quirino, seré siempre benevolente con ellos.


Rómulo nunca volvió a ser visto, y los romanos le adoraron desde entonces bajo la forma del dios Quirino durante más de mil años.


Esta imagen del siglo 17 muestra al dios Júpiter sobre una nube voladora dándole la bienvenida al rey Rómulo, quién a partir de su apoteosis será conocido como Quirino.